(3) Las Claudicaciones del Régimen 

El recurso utilizado para frustrar el regreso de Perón, ocasionó un grave perjuicio a la imagen del gobierno, que empalideció también ante las Fuerzas Armadas. Pedir ayuda a un gobierno extranjero, y nada menos que al régimen militar brasileño, aliado de los Estados Unidos, contrariaba todas las tradiciones Yrigoyenistas que los radicales pretendían rescatar. 

Figura 30:
 
Marines desembarcan en Santo Domingo el 5 de mayo de 1916.
Figura 31:
 
USS Menphis frente a las costas de Santo Domingo en 1916.

Pero no sería ese el único desaguisado en que incurriría la cancillería argentina. A principios de 1965, como ocurriera en plena época de Roosevelt, los Estados Unidos desembarcaron tropas en Santo Domingo, interviniendo abiertamente en la crisis política de ese país. 

Una ola de indignación recorrió América Latina, mientras el país invasor procuraba derivar el problema a la OEA para disimular su accionar en una intervención conjunta. En una palpable muestra de sumisión a la política imperialista, el embajador argentino ante ese organismo, no solo apoyó la propuesta norteamericana, sino que propició también la creación de una fuerza continental permanente. 

Figura 32:
 
Guerrilleros vietnamitas en la selva. La intención de enviar tropas a la invasión norteamericana en Santo Domingo, así como la actitud ante el conflicto en Viet Nam desnudaron la dependencia de Illia de la política del Pentágono.

Otra vez se violaba la tradición antiintervencionista del radicalismo, sostenida por Yrigoyen frente a Estados Unidos, justamente en Santo Domingo. Casi todos los partidos políticos repudiaron la decisión de la Cancillería, que también halló oposición en los sectores juveniles del radicalismo. 

Para colmo, Zavala Ortíz convocó a una reunión de cancilleres de la región, encontrándose con el abierto desaire de Brasil, Paraguay y Chile. Onganía y la cúpula militar, en cambio, estuvieron de acuerdo con la iniciativa del gobierno y el comandante hizo saber al presidente su intención de enviar tropas. 

Figura 33:
 
Tropas de marines norteamericanos en la selva de la República Dominicana.

Esto último resultaba coherente, desde que se había propiciado la creación de la fuerza conjunta, y Onganía confiaba en que se obtendría a cambio apoyo militar de los Estados Unidos. Por lo demás, no parecía imposible que el mando de las fuerzas recayera en un general argentino.

Pero se había ido demasiado lejos y la conmoción provocada era excesiva. Illia decidió dar marcha atrás y se negó terminantemente al envío de tropas, lo que le costó un serio disgusto con las Fuerzas Armadas: "De aquí no saldrá un solo soldado", le espetó al comandante en jefe del ejército. Pero el papelón ya estaba hecho, y se había contribuido a aumentar el resentimiento de los militares, así como su convicción de que estaban ante un gobierno vacilante e inepto. 

Figura 34:
 
Guerra de Viet Nam. A su paso por Viet Nam del sur el canciller argentino apoyaría calurosamente la intervención americana.

Convicción que crecería ante nuevas vacilaciones y errores del canciller Zavala Ortíz. A su paso por la capital de Vietnam del Sur, el ministro apoyó calurosamente la intervención norteamericana y auguró su rápido éxito... 

Acaso ese gesto procura atemperar las iras de Onganía, pues la fuerza que ocupó Santo Domingo, fue puesta bajo el mando de un general brasileño. 

Figura 35:
 
Cao Ki, el títere yanqui gobernador de Viet Nam del Sur, fue abrazado por el canciller argentino Zabala Ortiz, en deplorable actitud. 

En el mes de octubre, otro suceso tensó los ánimos militares. 

En momentos en que Illia se entrevistaba con el presidente de Chile, un grupo de carabineros de ese país se internó en territorio argentino. Hubo un encuentro con gendarmes, produciéndose un incidente armado. Un carabinero resultó muerto, otro herido y el resto apresados. 

Figura 36:
 
Carabinero chileno herido en el enfrentamiento de Laguna del desierto en la frontera chilena-argentina, el 10 de noviembre de 1965. 

En Chile se produjo una gran barahúnda nacionalista, que clamaba por represalias. La situación se agravó sin que la Cancillería atinara a reaccionar, hasta que las Fuerzas Armadas debieron obrar por su cuenta: Julio Alsogaray, director de Gendarmería, movilizó fuerzas en la frontera, mientras tropas de Ejército eran enviadas en su apoyo. Finalmente las cosas se arreglaron, pero persistió la sensación de inacción e incapacidad del gobierno. 

Onganía en Río de Janeiro

Que las Fuerzas Armadas habían decidido tomar por su cuenta ciertas cuestiones de política exterior, naturalmente privativas del gobierno, quedaría evidenciado en agosto 1965. A poco de la negativa de Illia a enviar fuerzas a Santo Domingo, Onganía pasó por Río de Janeiro de regreso de una gira europea. 

Allí, frente al ministro de defensa, general Costa e Silva, se manifestó partidario de la unión de los ejércitos americanos en una fuerza conjunta, para combatir la subversión comunista. 

En Perú y Chile se alzaron voces favorables a esa iniciativa, y cierta prensa argentina elogió la firmeza del comandante, en contraste con las vacilaciones del gobierno radical. 

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