La fuerte expansión producida en ciertos sectores de la industria -metalurgia, automotriz, etc.- durante los años recientes, y especialmente bajo el gobierno de Frondizi, tuvo su reflejo en la composición del sindicalismo. La concentración obrera en grandes plantas industriales, el elevado número de afiliados relativamente bien remunerados y la relación con patronales de enorme poder económico, incrementó el peso burocrático en las estructuras sindicales.
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El gobierno de Illia y el surgimiento del vandorismo.Del documental Historia de un país. Argentina siglo XX. Emitido por Canal Encuentro. |
Se gestó un gremialismo con fuerte poder de presión, más inclinado a la negociación de espacios políticos por parte de sus estamentos directivos que a canalizar las reivindicaciones de las bases. Era natural que así sucediera, pero esos sectores sindicales fueron tiñendo su accionar político con sus intereses profesionales, directamente vinculados a la continuidad del crecimiento industrial. Así, coincidieron rápidamente con los planteos modernizantes del desarrollismo y de los militares azules, plegándose con entusiasmo a la alternativa frentista.
Una organización -la Unión Obrera Metalúrgica- y un dirigente -su secretario general, Augusto Timoteo Vandor- constituyeron los principales representantes de esta tendencia. Por el peso natural de su gremio, Vandor no tardó en lograr una influencia decisiva en el seno de las 62 Organizaciones, así como en la CGT, cuya secretaría general prefirió, sin embargo, no desempeñar. Ubicó, asimismo, gente de su confianza en la rama política del peronismo: Paulino Niembro estaba al frente del partido en la Capital Federal. Pero -a despecho de su dominio de las estructuras gremiales- el poder de Vandor estaba limitado: integraba el Comando Táctico, de hecho sujeto a la conducción estratégica ejercida por Perón.
Vandor era peronista a su modo: descreía de la posibilidad del retorno de Perón y consideraba que el sector sindical que representaba estaba maduro para trazar su propia estrategia y tejer sus propias alianzas, aún a espaldas de las directivas de Madrid.
No lo planteaba abiertamente, pero resultaba evidente que procuraba fortalecer su poder personal, en busca de una mayor independencia. Si el obstáculo para que los militares aceptaran al peronismo era Perón, tal vez la solución consistiera en un peronismo sin Perón. Del que, sin duda, él mismo -Vandor- sería el conductor natural.
Era un juego riesgoso, que no admitía pasos en falso dado el ascendiente que el liderazgo de Perón conservaba en los sectores populares. Mientras la estrategia trazada por éste último coincidiera con la del dirigente metalúrgico, no habría peligro de rupturas. Vandor se puso al frente del plan de lucha, sin romper vínculos con los sectores patronales.
"Nuestras relaciones con nuestros trabajadores nunca fueron mejores que ahora", diría el presidente de la Unión Industrial en el momento álgido de las tomas de fábricas.
El plan de lucha, que golpeó fuertemente al gobierno radical, incrementó el prestigio y el poder de Augusto Vandor, así como su confianza en sus propias fuerzas. Pronto comprometería sus energías en otra maniobra, que -suponía- le permitiría desprenderse de la tutela de Perón. Se equivocaba.
Desde su lejano puesto de observación, Perón no deja de advertir las distintas tendencias que se mueven y crecen al interior del justicialismo. Sabe que, desde el día siguiente a su derrocamiento, hay ambiciones personales en juego y distintas estrategias al servicio de esas ambiciones. Hay quienes buscan entendimientos con el gobierno, y quienes los buscan con los militares para alentar una alternativa golpista que él siempre ha rechazado, porque la sabe encaminada a burlar una vez más la voluntad popular. Y son muchos los que se aprovechan de las ambiciones de los dirigentes para dividir al peronismo.
Es imperioso encontrar un modo de conjurar esas fuerzas centrífugas e imponer, una vez más, unidad en las filas del Movimiento. Perón ha tomado tiempo atrás una decisión, que ha anunciado al expirar el año 1963: en 1964 regresará a la Argentina, cualesquiera sean la circunstancias.
Así se lo hace saber a los íntimos que lo rodean en la reunión de despedida del año. La noticia se difunde y es recogida prontamente en la Argentina, donde el retorno de Perón se convierte en una bandera de lucha para los trabajadores. Ya a principios de 1964, en los inicios del plan de lucha, Andrés Framini y otros dirigentes obreros lanzan la consigna del "retorno en 1964".
Sin embargo, Perón no ignora las dificultades que su proyecto traerá aparejadas, Su presencia en la Argentina producirá, seguramente, una inmensa conmoción. El gobierno se dice democrático, pero ¿se arriesgará a afrontar semejante situación?. Por lo demás, es dudoso que los militares estén dispuestos a admitirlo. Pero -piensa- es imprescindible intentarlo y servirá para poner las cosas en su lugar aunque sea impedida su entrada al país. Quedarán desautorizadas las especulaciones de los radicales -y las de muchos peronistas- sobre su vejez, su precario estado de salud o su falta de voluntad para regresar.
Hasta qué punto el general pone en duda la factibilidad de su retorno definitivo -y en qué medida éste es concebido como una maniobra estratégica más -queda evidenciado en el hecho de que por esos días está construyendo su propia residencia: la que será la quinta "17 de Octubre", en el barrio Fuente de la Reina (más tarde llamado Puerta de Hierro). EI 14 de abril de 1964, Perón y su esposa escrituran la propiedad, cuyo diseño y construcción ha sido seguido muy de cerca por aquel. Personalmente, se ocupará de la limpieza y forestación del amplio parque que rodea la edificación.
Pero los planes para lo que será el "Operativo Retorno" se siguen activando. En el mes de agosto de 1964 -mientras Perón y su esposa pasan unas cortas vacaciones en Benidorm- arriban a Madrid algunos miembros de la conducción del Movimiento: Vandor, Julio Guillán, Delia Parodi y otros. Perón regresa rápidamente a la capital española y se reúne reiteradamente con sus visitantes en la casa de Puerta de Hierro.
El día 21 culminan las conversaciones y los dirigentes justicialistas citan al periodismo en el hotel donde se alojan. La policía madrileña interrumpe la reunión, porque la condición de asilado de Perón impide las conferencias de prensa.
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Visita de De Gaulle a la argentina. Manifestaciones de militantes peronistas. |
Sin embargo los corresponsales reciben la copia de un comunicado: "En la fecha han concluido las reuniones que durante el curso de la presente semana ha celebrado el general Perón con las delegaciones que representan a los distintos organismos de conducción que componen el movimiento justicialista (...).
“ El general Perón ha ratificado su decisión irrevocable de regresar a la patria en el corriente año, como factor determinante de la unidad y pacificación de todos los argentinos. Con relación a todos los temas tratados, el comando superior, a través de una resolución general que será dada a conocer al arribo de esta delegación a la Argentina, fijará las directivas expresas a las que se ajustará el movimiento peronista para alcanzar los objetivos determinados". Firman el documento Julio Guillán, Elpidio Torres, Gerónimo Izetta, Adolfo Cavalli, Armando Cabo, Augusto Vandor, Alberto Iturbe, Antonio Cafiero y Delia Parodi.
El comunicado se difunde en Buenos Aires y la campaña para el regreso del líder queda lanzada. Las paredes de todo el país aparecerán pintadas con la inequívoca sigla PV (Perón Vuelve).
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Militantes peronistas se movilizan para saludar a De Gaulle. |
A comienzos del mes de octubre llega a Buenos Aires el general De Gaulle, presidente de Francia. Cumpliendo instrucciones de Perón -y como parte de la campaña- la militancia peronista acude a aclamar al visitante al grito de "De Gaulle, Perón, un solo corazón". El acto de Plaza Francia se convierte en una manifestación de apoyo a Perón y se producen algunos disturbios.
El 17 de octubre tiene lugar un masivo acto en Plaza Once, con la concurrencia de cerca de sesenta mil personas. Allí se da la lectura a un comunicado de la Comisión del Retorno, que en esos momentos ha viajado a Madrid para concertar con Perón los últimos detalles de la maniobra, a llevarse a cabo en el mes de diciembre.
Delia Parodi, Framini, Vandor, Remorino y otros participan de las conversaciones con Perón y realizan las gestiones necesarias para hacer posible el viaje. Las cosas no serán fáciles, porque las autoridades españolas están sobre aviso y las líneas aéreas de propiedad norteamericana se niegan a trasladar al general.
El anuncio del retorno y la evidencia de que no se trata de una simple amenaza -como muchos pensaban hasta entonces- cae como una bomba en la Argentina.
Para el gobierno era una difícil disyuntiva. Las consecuencias de la llegada de Perón eran imprevisibles. Podría producirse una eclosión popular indetenible, o tal vez un golpe militar que pondría al país al borde de la guerra civil. Si el régimen de Illia tomaba alguna medida para obstaculizar el regreso del ex presidente, quedaría evidenciada la falsedad de su pretendido carácter democrático. Pero si lo permitía, sería blanco de las iras militares.
Entre los mandos azules circulaba ya un memorándum referido a la posible toma del poder mediante un golpe militar, en caso de que el viaje se produjera. El jefe de Campo de Mayo, general Lanusse, había manifestado su fidelidad al comunicado número 200, recordando uno de sus puntos: "Oposición terminante al retorno del régimen peronista y a la implantación de todo otro totalitarismo o extremismo... Poco tiempo atrás, al celebrarse el aniversario de la revolución libertadora, el secretario de Guerra se había referido al peronismo calificándolo de "Régimen y sistema que ha concluido para siempre."
En la misma oportunidad había dicho el almirante Rojas: "Y si olvidando lecciones de la historia, un nuevo llamado al honor nacional sacudiera lúgubre nuestras pampas, nuestros mares y montañas, seguros estamos que no ha de recordar en vano, ni habría de cesar la lucha que vibrasen por todos los cielos las clarinadas de la victoria...” En la encendida retórica de los gorilas o en el sobrio lenguaje de los azules, la determinación de cerrar el paso a Perón era la misma.
El retorno era, desde la perspectiva de Perón, una maniobra de vastos alcances. No buscaba producir la caída del gobierno, pero sí forzarlo a una definición: debería buscar una conciliación que lo arrancara de su aislamiento en una falsa legalidad. O bien desnudar su carácter ilegítimo. Con relación a las filas de su propio Movimiento, el líder podría reafirmar su autoridad desalentando las maniobras de quienes complotaban con ciertos militares a sus espaldas.
El mismo Perón, años más tarde, lo explicaría así: "En 1964 llegaron a Madrid noticias de que podría producirse en la Argentina un movimiento militar. Pensé que en esas circunstancias -y en todas, conociendo la médula de los gobiernos militares -era lo peor que podía pasarle al país.
Por interpósita persona hice conocer allá esa información, creyendo que así podría solucionar. Yo estaba decidido a trasladarme a la Argentina; allá tenía un movimiento con el que podía apoyar al gobierno. ¿Por qué? Porque el gobierno de Illia era sólo a medias constitucional, pero mejor que una dictadura (...). Hice los contactos por intermedio del doctor Jerónimo Remorino, que era un hombre muy vinculado y muy capaz.
Cuando mandé decirlo, a los pocos días salió una declaración del presidente Illia: dijo que los exiliados podían regresar con las garantías de las leyes y el gobierno. Yo me dije: ésta es la contestación.
Poco después, el ministro de Relaciones Exteriores, Zavala Ortíz. dijo lo mismo: que no había exiliados, que el gobierno era constitucional y no tenía exiliados políticos, que los que estaban afuera podían volver en cualquier momento. Y una semana más tarde ya claramente el ministro del Interior, Palermo, declaró: Si el general Perón está en España es porque quiere estar en España. ¿Ah, sí?, dije yo; saqué el boleto por vía aérea y me largué para allá. “
¿Y Vandor? El dirigente metalúrgico había acogido con agrado la iniciativa del regreso y había comprometido sus fuerzas en la campaña previa. Si advertía que Perón procuraba poner límites a su creciente independencia, sin duda pensaba que la maniobra no sería exitosa. Estaba persuadido de que los militares, el gobierno, o ambos, evitarían que el retorno se concretara. Lejos de perjudicarlo a él, eso demostraría que el regreso del líder era imposible, y que el peronismo debía acostumbrarse a manejarse sin Perón, lo cual abriría un ancho cauce a su creciente poder.