Ante las expresiones vertidas por Perón el día 8, la CGT convoca a un paro general y una manifestación de apoyo al presidente, que se realizará en Plaza de Mayo el 15 de abril.
La muerte de Eva, sin duda, había afectado a Perón. La soledad de la responsabilidad estratégica de su movimiento lo oprimía y el círculo de hierro de los obsecuentes no lo ayudaba a sobrellevar las dificultades que se multiplicaban. Por el contrario, los problemas exigían su intervención personal o crecían sin solucionarse, a veces deliberadamente ocultados por quienes rodeaban al presidente.
Eso afloraría en las palabras que un Perón visiblemente exasperado y cansado pronunció el 15 de abril, ante la multitud reunida en la Plaza: "Yo no soy de los hombres que se desalientan a pesar de la legión de malintencionados y bienintencionados que golpea sobre mi espíritu y mi sistema nervioso. Yo no soy de los hombres que se desalientan desfilando, como lo hacen, entre una legión de aduladores y una legión de alcahuetes. Si esto pudiera desalentarme, si mediante esto pudiese algún día perder la fe inquebrantable que tengo en mi pueblo, habría dejado de ser Juan Perón". Pero a poco de iniciado el discurso, se deja escuchar una explosión en las cercanías de la plaza. Perón se interrumpe entonces:
"Compañeros, estos, los mismos que hacen circular los rumores todos los días, parece, que hoy se han sentido más rumorosos, queriéndonos colocar una bomba ... "
Un rato después se produce otra explosión, dando lugar a corridas y escenas de pánico: "Compañeros -dice Perón-, podrán tirar muchas bombas y hacer circular muchos rumores, pero lo que nos interesa a nosotros es que no se salgan con la suya ( ... ). Hemos de individualizar a cada uno de los culpables de estos actos y les hemos de ir aplicando las sanciones que correspondan". Muchas voces se alzan reclamando represalias contra los responsables de los atentados. Llevado por el curso de los hechos, Perón dice entonces: "Eso de la leña que ustedes me aconsejan, ¿porqué no empiezan ustedes a darla?".
Sus últimas palabras serán interpretadas como una incitación a tomar justicia por la propia mano. Esa noche, grupos de manifestantes enardecidos asaltan la Casa del Pueblo -Sede del Partido Socialista-, el local central de la Unión Cívica Radical y el del Partido Demócrata Nacional. Los edificios son incendiados y la tardía intervención de los bomberos hace que la destrucción sea total en el primero de ellos. Otro tanto ocurre con la sede del Jockey Club, tradicional reducto de la oligarquía porteña. Las valiosas bibliotecas de la Casa del Pueblo y el Jockey así como la colección de cuadros existente en éste último, han sido pasto de las llamas.
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Acto del 15 de abril de 1953. |
La opinión pública "decente" se horrorizaría: se había atentado contra "la cultura", destruyéndose cuadros y libros. No cabía, pues, prueba más acabada de la barbarie del régimen ... El peronismo había caído en la, trampa de la provocación, y en la memoria de muchos argentinos quedaría indisolublemente ligado a esa imagen vandálica, sobre la que -una y otra vez- batiría el parche la oposición. Todos recordarían las cuantiosas pérdidas materiales y pocos se ocuparían de destacar las víctimas humanas cobradas por la barbarie de los atentados.
Sin embargo, los dos artefactos explosivos -uno colocado en un bar de la calle Hipólito Yrigoyen y otro en la estación del subterráneo- han dejado el saldo de seis muertos y más de un centenar de heridos. En la irracionalidad del hecho se hace evidente el profundo encono que despierta, no ya el gobierno sino la irrupción popular, en ciertos sectores opositores. Las bombas no fueron colocadas para atentar contra Perón o contra otro funcionario del régimen: se ha querido "escarmentar" a los peronistas, a los "cabecitas negras".
Las investigaciones identificaron a los militantes de la UCR Roque Carranza y Arturo Mathov como los principales autores del hecho, mientras que fueron secundados por Carlos Alberto González Dogliotti, Miguel Ángel de la Serna y Rafael Douek. Por su parte, Carranza confesó haber fabricado las bombas detonadas en el atentado del 15 de abril y admitió ser autor de otras dos bombas que estallaron a finales de abril en el Círculo Militar. Todos los implicados fueron condenados.
Tras la caída de Perón, y pese a las condenas recibidas, la “Revolución Libertadora” indultó a todos los implicados. La sociedad no los condenó, sino que, por el contrario, dos de ellos llegaron a ocupar cargos públicos de relevancia: Mathov fue electo diputado nacional y Roque Carranza fue ministro de Defensa durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Con estos graves episodios por el que perdieron la vida varios inocentes, queda en evidencia que el antiperonismo recurrió a la violencia con la intención de terminar con el gobierno peronista sin importar las extremas consecuencias.
La actitud del gobierno hacia la oposición se endureció, y numerosos dirigentes políticos fueron a dar a prisión: Repetto, Palacios, Sanchez Viamonte, Frondizi, Balbín, Vicchi, Pastor y Pinedo, entre otros. Eso no impidió, sin embargo, que se reiteraran los atentados. El 1 de mayo, en su discurso, Perón se refirió a esos hechos:
"Hace apenas quince días, la sangre de cinco compañeros fue vertida en esta plaza por la mano traidora de la reacción". Pero advirtió también: "No actúen ustedes en forma colectiva, porque eso les da lugar a decir que vivimos en el más absoluto desorden y que aquí no hay gobierno".