Durante los primeros años de gobierno, el peronismo ha podido llevar a cabo una rápida transformación en el país. Ha promovido una justicia distributiva antes impensable, aumentando decisivamente la participación de los trabajadores en el ingreso nacional. Ha puesto a los sectores humildes y marginados de la sociedad en condiciones de vida y consumo más dignas. Ha fortalecido a las organizaciones obreras, otorgándoles la capacidad de discutir y ampliar sus derechos frente a la antes omnímoda voluntad patronal, amparadas por una amplia legislación laboral cuyo cumplimiento estricto vigila el gobierno.
La vida del hombre del trabajo ha cobrado otro sentido, se ha dignificado: ahora es conciente del lugar que ocupa y no se siente disminuido por su condición. Ha afirmado su identidad. También la economía se ha transformado: ya no es la argentina el país granja, de producción eminentemente primaria. Existe una amplia industria que abastece el consumo interno y también incipientes pero promisorios esbozos de una industria de bases, que el gobierno prevé impulsar.
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El Presidente Juan Perón atiende en la Fundación Eva Perón. |
Políticamente, se ha ampliado la base de la democracia: en las elecciones de noviembre de 1951 ya han votado las mujeres, los ciudadanos residentes en los ex Territorios Nacionales y los suboficiales de las fuerzas armadas. El padrón ha crecido aproximadamente del 20% al 60% de la población del país. Los cargos electivos se han abierto a los sectores populares, y hombres y mujeres de extracción obrera y sindical se sientan en las bancas de la Legislatura. También ocupan cargos en los gabinetes ministeriales.
Sin embargo, la revolución justicialista recién ha comenzado. Esas transformaciones, con ser profundas, no constituyen - como a dicho Perón en más de una oportunidad- sino la primera etapa de un proceso destinado a consolidarse y hacer imposible la vuelta al pasado.
Cualquier cambio institucional, por profundo que fuese, podría ser revertido por un gobierno de signo diferente si no respondía a una convicción fuertemente arraigada en el pueblo. Porque las revoluciones más profundas y duraderas -pensaba Perón- son las que se realizan en las conciencias.
Por eso era imprescindible inculcar la doctrina que constituía el basamento de la transformación operada.
Pero además y paralelamente, la revolución sólo sería una realidad y podría afianzarse, a través de la organización política de todos los sectores del pueblo, que les otorgara un definitivo protagonismo. No se solamente de producir transformaciones en las estructuras económicas en orden social, sino de que estas transformaciones hallaran expresión en una forma de organización diferente de la vigente en la Argentina liberal, distinta de las política de círculos, tantas veces denunciada por el presidente.
Muchos años después, Perón resumiría así el papel de la doctrina y de la participación popular "Ya no sirven las ideologías, Marx fue el último de los ideólogos, la Z de las ideologías. Hoy la revolución pasa por la doctrina.
Las ideologías le daban a los pueblos tres o cuatro líneas generales a seguir. Los obligaban a ajustarse a un libreto fijo para cumplir con un objetivo.
( ... ). El hombre de hoy quiere saber que papel juega en todo esto y aportar lo suyo. Las ideologías han fracasado porque los problemas son diferentes. El hombre de hoy se resiste a que se le embrete, a que se le empuje.
Quiere ser hombre. La doctrina, al estimularlo, al comprenderlo, le da ese lugar que le corresponde en la historia. Y sólo así es como se puede liberar, lograr la unión nacional, regional, continental, la Revolución Humana.( ... ).
Se trata de que todos los argentinos construyamos la estructura revolucionaria, que es el poder mismo. De esta forma el pueblo no delegará el poder, sino que lo ejercerá, será suyo. El poder no es el gobierno solamente. El poder surge del bienestar general y de la participación total".
Ya tempranamente -en agosto de 1950-, Perón había previsto la trascendencia de la difusión doctrinaria cómo forma de afianzar las conquistas materiales de la revolución. Y en tal sentido, se había dirigido a los intelectuales para destacar la importancia de su función: "Yo siempre pienso que estas reformas necesitan de dos clases de hombres: de los hombres de acción, que son los que la realizan, y de los hombres de concepción, que son los que las explican y las divulgan ( ... ). El sistema que yo he seguido en esto (...) fue el de ir haciendo las cosas y explicarlas después ( ... ).
En esta revolución hay que hacer un poco así: primero ir, y después ya vamos a ver los medios que van a explicar, porque lo primero que tenemos que hacer es presentar el hecho, realizar la tarea y posteriormente, consolidarla. Para el primer momento necesitamos conductores; hombres de acción; para la segunda tarea se necesitan predicadores, para la consolidación, para convencer por la persuasión.
Por eso he sido más bien partidario de un método real: realizar. Ahora, después explico cual fue la idea que me llevó a esa realización ( ... ). Después de hechas las cosas se encontrarán muchas razones, siempre que hayan salido bien ( ... ). Pero ahora necesito a los predicadores de nuestra doctrina ( .. ).
¿Qué entendemos por doctrina? la doctrina es una síntesis que es necesario enseñar que es necesario inculcar, que se puede inculcar y la estamos inculcando al pueblo.
La teoría es un conocimiento general del desarrollo de esa propia doctrina y que se puede enseñar y que estamos repitiendo despacito, como se debe enseñar al pueblo: repitiendo, repitiendo, repitiendo, hasta enseñar.
Las formas de ejecución son casualmente la planificación y la realización de esa doctrina a través de esa teoría que inculcamos primero, y que enseñamos después. Al realizar vamos desglosando todas esas formas de ejecución ( ... ).
De manera que ahora hay que difundir y consolidar la doctrina. Si bien ya le hemos dado un grado de consolidación al llevarla a la Constitución y a las Leyes del Estado, ahora hay que consolidarla en el ánimo de los hombres, en el espíritu. Hemos elegido las tres grandes banderas en contra de las cuales hoy no puede estar ningún argentino; nadie puede estar en contra de la independencia económica, de la justicia social, ni de la soberanía nacional.
Hemos tomado para nosotros, para nuestro movimiento, las verdaderas causas, los verdaderos objetivos sobre los cuales se fundamenta nuestra doctrina".