La necesidad organizativa aparecía cada vez más imperiosa -y Perón multiplicaría esfuerzos en procura de ello- sobre todo en momentos en que el gobierno afrontaba dificultades económicas, y sufría el creciente jaqueo de los planes conspirativos de una oposición minoritaria, pero irreductible y peligrosa, dispuesta a aprovechar el más mínimo signo de debilidad.
Debe tenerse en cuenta, además, la inevitable fatiga propia de un hombre que llevaba cumplido un intenso período de gobierno. No obstante su energía vital y su capacidad de trabajo, Perón no podía menos que experimentar el agobio del exceso de responsabilidades acumuladas sobre sus espaldas.
Responsabilidades que -si bien no rehuía- podría ir descargando en la medida en que su constante prédica en procura de una creciente organización política hallara eco. "Espero que en este año gubernativo que iniciamos hoy- diría tiempo después, al inaugurarse el período parlamentario en mayo de 1954- la organización comunitaria se desarrolle al máximo posible. Deseo, como si se tratara de un sueño largamente acariciado, que el tan mentado 'personalismo de Perón' sea sustituido cuanto antes por el personalismo del pueblo argentino ... "
El rápido desmantelamiento del intento golpista de Menéndez no había desalentado a las fuerzas comprometidas en la conspiración. Por el contrario, tal vez se sintieron estimuladas por la relativa indulgencia con que el gobierno trató a los responsables, que lo tomarían como una muestra de debilidad. Con razón diría Perón al general Lucero:" ... es mucho más fácil acceder a los numerosos pedidos que se me han hecho de que los haga fusilar, que no hacerlo como ya lo tengo resuelto".
El lugar de Menéndez como cabeza de la conspiración no tardaría en ser ocupado por el coronel retirado José Francisco Suárez, quien urdiría un nuevo plan que sería descubierto a principios de febrero de 1952. Suárez contaba con el concurso de militares y civiles de filiación liberal.
Hacía tiempo que elaboraban un plan tremebundo, consistente en asaltar con vehículos blindados la residencia presidencial, el Departamento de Policía y el Correo. Darían muerte a Perón y Eva -que se encontraba ya muy enferma- y actuarían coordinadamente con fuerzas militares que avanzarían desde Campo de Mayo y Ciudadela, al tiempo que entrarían en operaciones grupos de civiles armados. La ocupación de los objetivos estratégicos y el asesinato de Perón y su esposa, pondrían al resto de las fuerzas armadas ante el hecho consumado.
El carácter delirante del proyecto se correspondió con el poco tino de que hicieron gala los conjurados. Un par de oficiales de inteligencia de la Aeronáutica, infiltrados en sus filas, desbarataron el complot el 3 de febrero. Hubo numerosas detenciones de militares y civiles implicados, además de la del jefe de la conspiración. La opinión pública recién seria informada en el mes de mayo, y aunque el número de los apresados fue elevado, una parte del grupo permaneció en la sombra y pudo seguir actuando. A partir de ese hecho, el gobierno endurecería su actitud sobre los sospechosos.
Las líneas de la conspiración - aparentemente acalladas- volverían a manifestarse en el mes de abril de 1953, particularmente aciago para el gobierno peronista.
Desde hacía algún tiempo causaba preocupación el rápido aumento del costo de los alimentos, así como la notoria escasez de carne en Buenos Aires. En el marco del congelamiento de salarios dispuesto a partir del plan estabilizador de 1952, el fenómeno afectaba particularmente a los trabajadores, deteriorando sus ingresos. La creciente inquietud popular condujo a una iniciativa de la Federación de Trabajadores de Luz y Fuerza, que propuso reunir un congreso para tratar el tema. Si bien la iniciativa no prosperó, a fines de marzo el gobierno suspendió los embarques de carne al exterior.
Pero el 1º de abril, Perón convoca a una reunión conjunta del gabinete económico, el comité nacional de precios y salarios, la CGT y la CGE. Allí, el presidente se refiere al tema: " ... La Central Obrera ha exigido la intervención del gobierno ante el desmesurado aumento de precios, dando cuenta de la existencia de un plan concertado de maniobras de agio y especulación, destinadas a deteriorar la capacidad de compra de la población y generar descontento.
"Es la primera vez que la confederación me ha puesto el cuchillo en la barriga, pero con verdad y justicia" -dice Perón- y explica las causas del problema: "Todo el problema incide, especialmente en la especulación en la Capital federal y el Gran Buenos Aires ( ... ). Podríamos decir que en este momento ( ... ) el productor recibe más o menos dos pesos por kilogramo vivo y el carnicero minorista llega a vender el kilogramo de carne hasta a veinte pesos. De manera que el que hace llegar el novillo cobra dos pesos, es decir que hay dieciocho pesos en el medio. ¿Quién es el que gana esos dieciocho pesos? ( ... ). Ahí esta el cáncer, en esa intermediación que no tiene límite (... ).
Para solucionar este problema, vamos a declaramos, tanto el gobierno como la comisión consultiva económica y la comisión de precios y salarios en sesión ( ... ). Vamos a declarar que cada comprador debe ser un inspector del gobierno para mandar preso al comerciante que no cumpla con los precios que ha comprometido con nosotros ( ... ). Y de los sectores que incidan en el no abastecimiento, de esos me encargo yo, porque ya he dicho que aunque sea voy a carnear en la avenida General Paz y voy a repartir carne gratis si es necesario ... "
El 4 de abril Perón se reunirá con el gabinete económico decidiéndose una serie de drásticas medidas: se racionalizaría la venta de productos, se obligaría a los almaceneros a vender harina de trigo, se fijarían precios máximos para la carne y otros productos de primera necesidad. De allí en más se intensificará la represión contra las maniobras especulativas; muchos comerciantes serán detenidos y sus negocios clausurados.
Paralelamente, Perón debe afrontar otra situación difícil. Algunos de sus colaboradores militares más cercanos le han hecho llegar una seria denuncia, que implica a Juan Duarte -secretario privado de la presidencia y hermano de Eva- y al cuñado de aquel, Orlando Bertolini, en maniobras dolosas.
El presidente, ante el carácter de las denuncias, designa al general León Bengoa, con plenos poderes para llevar a cabo una investigación hasta las últimas consecuencias.
Al parecer, las pruebas reunidas por Bengoa dejan a Duarte, Bertolini y otros funcionarios, en situación muy comprometida. Mientras tanto, los rumores acerca de la corrupción en esferas gubernamentales crecen alcanzando ribetes de escándalo.
El 8 de abril Perón habla por radio a todo el país. El discurso del mandatario no oculta su disgusto: “El gobierno se encuentra frente a un plan de acción que no es nuevo entre nosotros. Desde que estamos en el gobierno venimos enfrentando todos los años acciones que responden a un plan de ejecución opositora, tanto de las fuerzas internas como de las fuerzas foráneas ( ... ). Pero me resulta sugestivo el hecho de que en esta ocasión coincida en el tiempo y en el espacio una acción concentrada en medidas adversas a la acción del gobierno ( ... ).
El gobierno no puede resolver solo este problema; ni el de los ladrones ni el de los coimeros. El de los ladrones, porque si hay tontos que se dejan robar, yo no puedo tener policías para cuidar a millones de estúpidos que no saben comprar y se dejan robar. Y segundo, porque si en la administración pública hay coimeros y no hay hombres decentes que sepan denunciarlos y hacerse responsables de la denuncia que hacen, ellos son los culpables de la existencia de los coimeros ( ... ). Y a los señores que se encargan de repartir rumores, sean éstos enemigos del gobierno o partidarios del gobierno (que también los hay), que se cuiden mucho ( ... ). Hace diez años que vengo poniendo el pecho a los enemigos de adentro y a los enemigos de afuera, y lo he de poner mientras tenga un hálito de vida, aunque no me acompañe nadie, porque sé que cumplo con mi deber".
Luego afirma el presidente que "se ha ordenado una investigación para establecer la responsabilidad de cada uno de los funcionarios, empezando por mí". Nadie será perdonado, asegura.
Esa misma noche, Juan Duarte se quita la vida de un disparo, dejando una carta para Perón. Pero el asunto alimenta la campaña de agitación pública, pues no tarda en difundirse la versión de que ha sido asesinado. Una investigación posterior a la caída del gobierno peronista, no aportaría probanza alguna en tal sentido, pero el silencio oficial sobre los hechos serviría para fortalecer la poco fundada hipótesis.