Los cursos para delegados obreros como para agregados obreros en las embajadas argentinas eran sumamente ricos e intensivos: uno de los cursos más importantes eran los de capacitación técnica —comenta Espejo—, más tarde con la Universidad Obrera (Hoy Universidad Tecnológica Nacional), se completó la educación técnica profesional de los trabajadores en el más alto nivel”.
Pronto se advirtieron los frutos de la enseñanza sistemática cuando los trabajadores que ya participaban en el gabinete y en el Parlamento comienzan a estar cada vez más en la cosa pública: ahora le toca también a la diplomacia.
Espejo comenta que “los delegados obreros cumplieron con una gran misión en el extranjero, principalmente en los países americanos. Cuando murió Evita, hasta en los más apartados pueblos del Ecuador se encendieron velas por su eterno descanso; había fructificado la tarea de los agregados obreros, que consistía en difundir los aspectos más significativos de nuestra realidad y los rasgos de la personalidad de nuestros conductores entre los humildes de cada país. La diplomacia siempre había sido carrera de oligarcas, y ellos sólo se ponían en contacto con gobernantes, militares, empresarios e intelectuales.
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Discurso de Juan Perón Duración: 30 minutos |
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En cambio los delegados obreros se relacionaban con sindicalistas, con gente del pueblo. Eso no les gustaba a los funcionarios de carrera; lo veían con malos ojos y constantemente estaban moviéndoles el piso a los agregados obreros, pues sabían que éstos eran nuestro control sobre todo lo que ellos hacían”.
Hay enfrentamientos: son dos tipos de actitudes que se enfrentan, tal es así que Espejo comenta una graciosa anécdota que nos ilustra el panorama: “Recuerdo que en una recepción ofrecida por nuestro embajador en Inglaterra, éste se sintió molesto por la actitud de uno de los integrantes de la delegación obrera, que tocaba muy bien el piano a cuatro manos con su esposa.
Vieron un hermoso piano al cual nadie le prestaba atención, se entusiasmaron
y al rato tocaron el Himno Nacional a todo lo que da. El embajador se quedó
duro: se estaba tocando el Himno fuera de protocolo y los delegados se pusieron
a cantarlo. No bien terminó el Himno, empezaron con la marcha peronista, y
ahí todo el mundo volvió a cantar con entusiasmo; después siguieron con polcas,
rancheras y tangos y se armó un baile lindísimo, algunas señoras del cuerpo
diplomático salieron a bailar muy contentas. El embajador, molesto, no atinaba
a hacer nada, estaba paralizado. Finalmente, tomó una heroica resolución:
salió a paso firme se cambió y volvió a la fiesta”.
La dinámica que el movimiento obrero llegó a tener fue el logro más importante, pues fue más trascendente que los aumentos cuantitativos, innegables por cierto, como la afiliación masiva y las mejoras logradas en el campo sindical. Es a partir de 1943 y más intensamente desde 1946 donde puede apreciarse, más allá de marchas y contramarchas propias de una joven organización, la gran dinámica.
Perón, en el exilio explicaría: “nosotros apoyamos nuestro gobierno en los trabajadores, que actuaron en el poder ejecutivo y en el Congreso Nacional, además de participar en todas las ramas de las administraciones provinciales. Más de tres mil dirigentes obreros participaron permanentemente en el gobierno y los cuerpos legislativos argentinos, durante el régimen justicialista”.
Perón concreta su relación con su pueblo por medio de las CGT. Cuando menos en dos ó tres ocasiones mensuales se llega a la Central Obrera para pronunciar un discurso que también es transmitido, generalmente, por radio. Estos discursos también son análisis que comprenden la situación mundial, un enfoque histórico y la situación coyuntural nacional para finalizar marcando la línea económica, política o social a seguir.
El hecho de estar en contacto directo y permanente con los trabajadores le permite tener un panorama vasto de la realidad nacional. Así, veinticuatro horas antes del discurso, es Perón quien se reúne con los dirigentes sindicales para discutir la situación político-económica así como también el curso del plan quinquenal y las obras de gobierno. A su vez los dirigentes sindicales otorgaban al presidente la información que le permitía estar actualizado sobre los acontecimientos nacionales.
Aquí también Perón no deja de inculcarles la organización recurriendo a veces a la ironía o al humor para insistir en su objetivo: “Me paso aquí el día entero, que ya es mucho —le dice a los gremialistas en oportunidad que es visitado en casa de gobierno—, por eso digo, señores, tenemos que trabajar, no descansar, porque los enemigos no descansan y cuando levantan la cabeza dicen: “Ya se va a ir este loco, y entonces vamos a arreglar cuentas”. Por eso, cuando el loco se vaya, tienen que quedar muchos locos detrás de él”.
La organización es de prioridad vital. Perón recurre a ejemplos del enemigo en pos de demostrar su imperiosa necesidad. “Observen ustedes —dice Perón— el capitalismo que dominó al mundo durante cinco siglos, porque esa es la realidad, lo dominó con suma inteligencia, no podemos negarlo.
Si no hubiera empleado una gran inteligencia en sus sistemas y métodos no podría haber esclavizado al 90% del mundo durante cinco siglos. Sin tener una gran fuerza no lo hubieran conseguido. Ellos eran numéricamente reducidos, pero ¿cómo dominaron? Por la organización. Lo único que vence es la organización. Ellos organizaron sus empresas, organizaron alrededor de las mismas sus gobiernos, organizaron alrededor de los gobiernos las fuerzas para sustentarlos, le inculcaron su doctrina, los mantuvieron mientras lo necesitaban, y con eso dominaron al mundo. Primero dominaron con su dinero y luego con los gobiernos que compraron con su dinero y con la fuerza que pagaron con dinero y que ejercieron a través del gobierno. Esa es la historia del capitalismo. Por eso dominó cinco siglos el mundo”.
Su pensamiento apunta a las organizaciones libres del pueblo todo en su conjunto, aunque es plenamente consciente que hay sectores que ofrecen mayores inconvenientes que otros. Así es el caso de los productores agrarios al que Perón se refirió: “¿Cómo he procedido yo como justicialista, para solucionar el problema de la organización del agro? Para poder abarcar ese problema, que es simple en su conjunto pero complejo en la realización, debemos retroceder y pensar cómo estaba el agro en la República en el año 1943.
Los agricultores recibían una mísera paga por su producción (…) Estaba esa maravillosa organización de que he hablado: el monopolio. Ellos eran los que acopiaban, es decir los que compraban al chacarero en la chacra y le pagaban seis, cinco o cuatro pesos. Transportaban el cereal en los ferrocarriles y lo cargaban en los puertos, lo llevaban a Europa y lo vendían al precio que querían, pero el pobre productor recibía seis pesos y este pulpo intermediario recibía treinta o cuarenta con lo que el otro había producido, a la par que el que lo comía pagaba cuarenta o cincuenta”.
Perón explicaría que con el IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio) se nacionalizó el comercio exterior y que con las cooperativas conjuntamente se allanó el camino para la organización de los productores agrarios. “Un ejemplo —dice Perón— es la Provincia de Buenos Aires, con sus cooperativas organizadas. El gobierno de Buenos Aires no necesitó oírme hablar, porque él lo hizo pensando como pienso yo. Se anticipó y organizó un magnífico servicio cooperativo de producción”.