Las organizaciones que conformaban el Movimiento Nacional tendrían que dar respuesta funcional a dos aspectos: uno de carácter específico a sus intereses (generalmente de orden coyuntural) y otro estratégico.
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Perón y Evita en la fiesta de la Vendimia en la provincia de Mendoza en el año 1947. |
Cuando hablamos de coyuntural nos referimos a amoldarse a las distintas circunstancias que la acción política requería. Por ejemplo la creación de los Partidos Peronistas Masculino y Femenino, o la unificación de la CGT.
Sin embargo para el peronismo todo sentido orgánico esta al servicio de un proceso de autodeterminación popular, por lo tanto la soberanía de su decisión estratégica se encuentra afuera de la organización y reside en el pueblo.
Este concepto revolucionario es difícil de comprender desde una estructura de pensamiento demoliberal donde existe una especie de autonomía en las decisiones políticas y una soberanía cerrada sobre las organizaciones y dirigentes. Esto, producto de que la política es creada, propuesta y organizada por la clase política profesional.
El pueblo sólo es un elector y no un creador.
En un proceso como plantea el peronismo las organizaciones tienen una función dada a sus intereses específicos, pero además políticamente están en función de sostener un proceso de autodeterminación popular que es lo que da sustento y fuerza al movimiento en su conjunto.
Sin acompañar un proceso de Autodeterminación Popular el sentido orgánico del justicialismo desaparece y las organizaciones pasan a tener una funcionalidad liberal entrando en contradicción con su esencia doctrinaria, transformándose en estructuras vacías de contenido y sin mística revolucionaria.
Sin embargo en la etapa fundacional del peronismo que estamos relatando, sus organizaciones crecerían geométricamente respondiendo a la necesidad histórica de representar en el sistema político tradicional al nuevo protagonista: la clase trabajadora.
A mediados de 1945 eran aproximadamente medio millón de trabajadores que bregaban por organizarse, en 1947, el número se había triplicado y a la caída del peronismo, en 1955, la Confederación General del Trabajo llegaba a contener a seis millones de trabajadores.
La paulatina organización del sindicalismo argentino, iniciada en los principios de la Secretaría de Trabajo y Previsión, ha de ser uno de los signos más sobresalientes de la revolución peronista en esta etapa.
En la C.G.T., día a día más poderosa, más fuerte, los trabajadores han de encuadrarse encontrando así el adecuado camino para apoyar la acción de quien los ha reconocido como realidad nacional. Perón cuenta con ellos y ellos cuentan con Perón.
La Secretaría de Trabajo y Previsión, ahora a cargo de José Freire, sindicalista de la industria del vidrio, continúa afanosamente desarrollando el proceso que años antes había comenzado el tándem Perón-Mercante. Con una legislación laboral, iniciada desde 1943, da el sustento para que Perón y su gabinete puedan implementar planes político-económicos contando con una fuerza organizada de trabajo.
Cuando la celebración del primer aniversario de las elecciones del 24 de febrero de 1946, el presidente Perón proclama los derechos del trabajador desde el Teatro Colón: “Los derechos naturales del hombre, originados en su trabajo surgen del simple análisis de sus necesidades y de las necesidades de la comunidad. Reducida a estos términos la cuestión se comprende que no son indispensables complicadas concepciones ideológicas que pretenden reformar todo lo existente, al perseguir el bienestar de los individuos”. En este acto el presidente Perón garantiza el derecho a trabajar, a una justa distribución, a la capacitación, a las condiciones dignas en el trabajo, a la preservación de la salud, al bienestar, a la seguridad social, a la protección de la familia, al mejoramiento económico y a la defensa de los intereses profesionales.
Derechos del Trabajador Discurso del General Perón del 24 de febrero de 1947. |
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Veinticuatro meses después, estos derechos mencionados, conjuntamente con los de la familia, la ancianidad, la educación y la cultura serán incorporados a la Constitución.
Sobre la base del estatuto legal de las asociaciones profesionales y mediante la actuación del fuero laboral, va siendo consolidado un sistema de verdadera protección de los trabajadores, cuyos intereses nunca estuvieron garantizados.
Así, Perón, al finalizar su primer mandato diría con razón: “Durante mi gobierno, y siguiendo con la política iniciada ya en 1943 en la Secretaría de Trabajo y Previsión, se celebraron 1330 convenios colectivos de trabajo, y en lo que va de 1952 se han firmado prácticamente convenios para todos los gremios del país, beneficiándose con ellos todos los trabajadores de la República. La intervención del Estado presidiendo las comisiones paritarias ha permitido mantener durante casi todo mi gobierno el equilibrio de bienestar entre precios y salarios”.
Es que Perón cuenta con las organizaciones sindicales que van nucleándose en la Confederación General del Trabajo: en 1946 y 1947, ejercen la Secretaría General de la CGT, Silverio Pontieri, de los trabajadores de la madera; Luis F. Gay, telefónico; y Aurelio Hernàndez, de los trabajadores de la Sanidad.
En diciembre de 1947 asume Gerónimo Espejo del Sindicato de la Alimentación quien rememora: “cuando asumí la Secretaría nos encontramos con que ni siquiera teníamos plata para pagarle al personal de la CGT. Económicamente la situación no podía ser peor. Políticamente el cuadro no era mucho mejor: Las federaciones agrupaban muchos gremios y sindicatos, y constituían pequeñas centrales que siempre podrían disentir fuera del Comité Central Confederal y del Congreso cualquier medida que quisiera adoptar la Central Obrera.
A su vez, los dirigentes de las federaciones eran una valla entre la CGT y los sindicatos. Ellos podían manejar el juego político de las delegaciones sin dar cuenta a la CGT; en una palabra: descentralizaban tanto el control como el poder. Incluso las finanzas de la Central se podían llegar a resentir, como de hecho ocurrió. Había que buscarle una solución a tal estado de cosas y fui a verlo a Perón. El me dijo de entrada crudamente: “Pero ¿lo pensó bien? Mire que se le van a echar encima”.
Le expliqué que para que se pudieran llevar adelante los planes de gobierno era indispensable la colaboración de los trabajadores, que en el estado de cosas vigente en ese momento sería negociada constantemente por las dichosas federaciones”.
Otro argumento que esgrime Espejo reforzando su posición es que por aquel entonces muchas de las federaciones mantenían relaciones con las centrales internacionales, y en algunos casos estaban directamente relacionadas con entidades norteamericanas. Así por ejemplo la Federación Marítima: si las centrales internacionales resolvían un paro, nos debían parar las actividades aunque eso perjudicara al comercio argentino.
En tales circunstancias la independencia de los trabajadores argentinos era vulnerada por decisiones tomadas en lejanas centrales que respondían, muchas veces a intereses contrapuestos a los argentinos. Perón conoce el panorama y reforzando la postura de Espejo le recuerda lo mal tratados que fueron los trabajadores argentinos en las distintas asambleas en Europa durante 1945.
El entonces secretario de la CGT propone que una comisión arbitral sea la encargada de decidir a qué sector concreto pertenecía cada gremio. Entiende Espejo que: “iba a ser una tarea política muy delicada. Algunos sindicatos saldrían fortalecidos y otros, en cambio, perderían algunas posiciones en el nuevo encuadramiento. Así se fueron estudiando muchísimos casos; se discutía, por ejemplo, si los botoneros eran de la industria del vestido o de tal otra rama.
El asunto también era analizado políticamente; la comisión arbitral decidía algunas veces y se levantaban grandes tormentas… En muchos casos se me vinieron encima, pero cada día que pasaba la CGT era más monolítica y más poderosa. Nuestra colaboración con los planes de gobierno era más eficaz y nuestro aporte a la obra de la Fundación era el más importante. La afiliación crecía en forma notable; los edificios sindicales se levantaban en todo el país”.