El primero de mayo, ambas CGT emitieron duras declaraciones, condenando la política económica del gobierno. Otra célula guerrillera fue detectada en Tucumán, y fue atacado a tiros el comando del Segundo Cuerpo de Ejército en Rosario. La inquietud se extendía, pese a las palabras pronunciadas días antes por el ministro Borda, según las cuales esos hechos "no han vulnerado en modo alguno la imagen de orden y tranquilidad que emana del gobierno de la Revolución Argentina".
En tanto, en la provincia de Corrientes, los estudiantes de la Universidad Nacional del Nordeste se lanzaban a la calle a protestar contra el cierre de los comedores estudiantiles. Un alumno, Juan José Cabral, moría a causa de la represión policial.
Eso enciende la chispa. Las manifestaciones de protesta se reproducen en universidades de distintos puntos del país. En Buenos Aires es muerto otro estudiante, al ser disuelta una de ellas. En Tucumán hay un paro estudiantil, seguido de marchas.
Lo mismo ocurre en Rosario -donde se produce otra muerte-, La Plata y Salta. El 23 de mayo, la ciudad de Rosario será declarada "zona de emergencia" y el Poder Ejecutivo pone las fuerzas de seguridad a disposición de los gobernadores, porque la violencia empieza a crecer hasta límites incontrolables.
Pero el epicentro fue Córdoba. Al promediar el mes de mayo, los trabajadores del SMATA -injustamente despojados de algunas conquistas- llevan a cabo una asamblea y deciden un paro de 48 horas.
La policía procura disolver la reunión y se produce un cruento enfrentamiento, con heridos y destrucción de patrulleros.
El día 21, fuerzas policiales reprimen una marcha universitaria de protesta por la muerte del estudiante correntino, y una joven pierde un ojo a raíz del estallido de una bomba de gases. Los alumnos de la Universidad Católica se pliegan al movimiento huelguístico.
El 23, los estudiantes ocupan el Barrio Clínicas, colocan barricadas y cortan los cables de energía eléctrica. Al día siguiente, las fuerzas de seguridad logran retomar el control de la zona. El 26, al arribar a Córdoba, es detenido "preventivamente" Raimundo Ongaro, secretario general de la CGT de los Argentinos.
Simultáneamente, la CGT provincial dispone un paro general de 37 horas, a partir de las once de la mañana del 29 de mayo, con concentración frente al edificio de la central obrera. El movimiento estudiantil adhiere a la medida.
Mientras la policía local hace advertencias a la población, las delegaciones locales de la CGT Azopardo y CGT de los Argentinos manifiestan su apoyo a las medidas de protesta. En la mañana del 29, los trabajadores abandonan las fábricas para dirigirse al centro de la ciudad. En diversos barrios se producen manifestaciones. La policía, que ha tomado posiciones estratégicas, las reprime y un obrero del SMATA resulta muerto.
Ante la gravedad de los hechos, el gobernador se dirige por radio a la población y el jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, general Sánchez Lahoz, pide autorización al comandante en jefe para alistar las tropas. Ya hay otro estudiante muerto hacia el mediodía, y la policía, desbordada, comienza a replegarse de sus posiciones. Los manifestantes, a los que se va plegando toda la población en forma espontánea, atacan a las fuerzas de seguridad con palos, piedras y toda clase de objetos.
En las primeras horas de la tarde la policía se ha replegado en el Cabildo, mientras en la zona céntrica se incendian automóviles y se rompen vidrieras de comercios. Se calcula que hay unas cincuenta mil personas en la calle y los esfuerzos policiales por controlar la situación son vanos.
Duración: 2,30 minutos |
|
El Cordobazo. |
Los agentes son hostilizados desde las viviendas. Aviones de la aeronáutica efectúan vuelos rasantes y las tropas del Ejército, al mando del general Carcagno, reciben órdenes de avanzar sobre el centro de la ciudad.
Mientras la policía busca a los dirigentes sindicales Agustín Tosco (Luz y Fuerza), Atilio López (Unión Tranviarios Automotor), Alejo Simó (UOM) y Elpidio Torres (SMATA), considerados responsables de los desórdenes, las tropas del Ejército comienzan a ingresar en la capital provincial alrededor de las cinco de la tarde.
Duración: 10 segundos |
|
El Cordobazo. |
El grueso de los manifestantes se ha retirado, aunque persisten focos de resistencia y también francotiradores en algunos barrios, en especial en Clínicas. Al anochecer, Carcagno informa que la situación está dominada, se produce un corte de luz y se implanta el toque de queda.
Pero las tropas demoraron un día más en desalojar a todos los grupos que aún resistían en Clínicas y Alberdi. El saldo inicial era de catorce muertos, cerca de un centenar de heridos y más de quinientos detenidos.
Tosco y Elpidio Torres, que fueron apresados y juzgados por Consejo de Guerra, recibieron penas de ocho años y tres meses de prisión el primero, y cuatro años y ocho meses el segundo.
El gobierno atribuiría lo ocurrido a la acción concentrada de elementos subversivos. Era la lectura esperable pero también la más torpe, porque hacía caso omiso de un dato esencial.
La acción planificada de grupos políticos y sindicales, tanto de la izquierda como del peronismo combativo, ciertamente había existido. Pero ningún "agitador profesional" puede poner cincuenta mil personas en la calle si la protesta no cuenta con la adhesión espontánea de la población. Si no existe un clima que la favorezca.
Y el Cordobazo -como se le llamaría desde entonces- fue una auténtica pueblada, donde -sobre todo en los momentos iniciales- la gente se lanzó a las calles para repudiar la acción del gobierno y de las fuerzas de seguridad, con una furia sin precedentes. Hay testimonios insospechables de parcialidad en tal sentido.
El entonces comandante del Ejército, general Lanusse, escribiría años después: "Columnas de eufóricos manifestantes, que parecían ir inventando nuevos cantos para cada momento, eran aplaudidas tanto en los barrios populares como en las zonas residenciales de la ciudad.”
“Había, sin duda, mucha simpatía espontánea de la población, pero yo no tengo dudas que el episodio contó con organizadores tan hábiles como precisos (...) Todos los observadores reconocían después, que esos manifestantes, al menos en las primeras horas, contaron con el apoyo de casi la totalidad de la población. Los piquetes subversivos mostraron una gran eficacia, pero también se apreciaba la movilización de grupos ajenos a la subversión."
Y el general Carcagno, jefe de la Cuarta Brigada de Infantería que actuó en Córdoba, diría a su vez: "yo veía, sobre todo, una significativa presencia de los radicales. A mediodía, la salida de las tropas ya era totalmente imposible. No podía haber disuasión con todo el mundo afuera: solamente podía haber represión. Y, desde el punto de vista estrictamente cuantitativo, los elementos subversivos eran una pequeña minoría. Cuando los subversivos comenzaron a operar, el pueblo, muy rápidamente, se replegó. Apenas quedaron solos los subversivos, entró en operaciones la brigada".
Pero, ¿qué había pasado? ¿Cómo explicar esa súbita rebeldía que parecía capaz de incendiar el país, y que ganaba a los jóvenes estudiantes de clase media y a los obreros especializados bien pagos? Había, sin duda, aspectos irritativos en la política de Krieger, que desnacionalizaba la economía y no era equitativa en la distribución de esfuerzos y beneficios.
Pero esa explicación no era suficiente. Hay que entender esos estallidos a través del clima contestatario de esa época, signada por los alzamientos libertarios del mayo francés y el acelerado desprestigio del imperialismo norteamericano en el Tercer Mundo. En ese contexto, donde todo un sistema y sus pautas culturales parecían impugnados, la paz social impuesta a la fuerza por Onganía no era sino un intento anacrónico.
Pero también tenía prevalente importancia en la interpretación de los hechos, la consideración de la historia reciente. Los intentos de supresión del peronismo desde 1955, habían desnaturalizado el, sistema político, instaurando la inestabilidad como factor permanente y privándolo de toda credibilidad.
La democracia no podía funcionar ni tener sentido alguno sin el concurso del movimiento político que canalizaba a los sectores populares, obreros y de voluntad de las mayorías. Así lo habían demostrado los remedios de Frondizi e Illia, y el descrédito del sistema demoliberal era total a los ojos de las generaciones jóvenes, porque funcionaba sobre la base de una mentira.
El Cordobazo tendría dos efectos, la quiebra del orden impuesto a la fuerza y la integración de los sectores populares, obreros y de clase media. Esa integración iría fluyendo necesariamente hacia el peronismo, decretando así el agotamiento de todas las alternativas políticas del gorilismo.
Perón se convertiría en el centro de esa confluencia porque el peronismo -el gran excluído- sería visto como la alternativa concreta al sistema. La revalorización del peronismo desde la izquierda así lo evidenciaba.
Pero por otro lado, el Cordobazo haría crecer la convicción de la legitimidad de la violencia política como medio de lucha contra un régimen que no dejaba otros caminos. En ciertos grupos de la izquierda se asentaría la teoría del foquismo: existía un clima revolucionario y los actos de violencia aislada bastarían para provocar el incendio de todo el edificio social. La guerrilla, que ya había tenido manifestaciones incipientes, crecería y se desarrollaría a partir del Cordobazo.