En el mes de enero de 1963, se había reunido por fin un Congreso Normalizador de la CGT. De él surgió una conducción mixta, encarnada por el Secretario General José Alonso -dirigente textil e integrante de las 62 Organizaciones- y el adjunto Riego Ribas, del sector independiente. Lo integraban también otros hombres de las 62, como Juan Racchini y Avelino Fernández, e independientes como Pérez Leirós y Armando March.
Los objetivos del congreso se sintetizaron en un programa avanzado, que incluía reivindicaciones políticas, sociales, económicas y laborales. Las mismas se impulsarían a través de un plan de lucha que contemplaba distintas etapas.
Al asumir Illia, la CGT solicitó una entrevista al ministro de Trabajo para hacer entrega del citado programa, como así también de un memorial con reivindicaciones mínimas, cuya copia se hizo llegar al Congreso.
A comienzos de 1964, ante la falta de respuestas, la CGT puso en acción la primera etapa del plan, que contemplaba una intensa campaña propagandística: diversas marchas de protesta y una suelta de tortugas en Plaza de Mayo, que servirían para graficar el inmovilismo que el movimiento obrero imputaba al gobierno.
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Asunción de Illia, ocupaciones fabriles y plan de lucha de 1964 La Hora de los Hornos. |
Si bien los orígenes de la administración radical hacían prever conflictos con el sindicalismo peronista, debe tenerse en cuenta que la elaboración del programa y el plan de lucha eran anteriores a las elecciones y surgían de una conducción cegetista en la que también participaba el sector independiente. No obstante, el conflicto iría creciendo hasta convertirse en una ofensiva gremial de vastas porciones, y cuyo sentido político nadie pretendía ocultar.
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Tomas de plantas fabriles. |
En el mes de mayo se produce el lanzamiento de la segunda etapa del plan de lucha, con la realización de tomas masivas de fábricas, previa realización de asambleas en las mismas. Los hechos se desarrollan en forma incruenta -aunque incluyen a veces la toma de rehenes patronales- y evidenciando una gran capacidad organizativa. Hasta el 24 de junio son tomados cerca de 11.000 establecimientos, con participación de cuatro millones de trabajadores.
La respuesta oficial consiste en ofrecer la Ley de Salario Mínimo, Vital y Móvil (una de las reivindicaciones solicitadas).
Pero el plan de lucha continúa. En el mes de junio se lanza la tercera etapa, convocándose a la movilización de los trabajadores y a la realización de cabildos abiertos en todo el país, con la participación del peronismo y otras fuerzas políticas.
Se propone la realización de una concentración de trabajadores frente a la Casa de Gobierno y se habla de ocupar centros de venta de alimentos, para entregarlos a la población a menores costos.
Sin embargo, el recrudecimiento de las acciones obreras provoca una ruptura en el seno de la CGT: se alejan los independientes (Riego Ribas, Almonzny, Armando March), haciendo abandono de sus cargos y acusando a las 62 Organizaciones de perseguir la creación de un clima de perturbación.
La renuncia de los dirigentes del sector independiente hará posible que las 62 Organizaciones ocupen los cargos vacantes. El plan de lucha de la CGT ha significado el empinamiento de una corriente interna de creciente gravitación en el sindicalismo peronista: el vandorismo.
Con esa ofensiva, dicha tendencia ha alcanzado un significativo éxito, que abrirá el camino a una jugada compleja y difícil de Perón: el "operativo retorno".
Augusto Timoteo Vandor, secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica, participará de esa maniobra estratégica procurando afirmar su propia influencia, con creciente autonomía de las directivas de Perón. Pero el resultado de la misma implicará, para el dirigente metalúrgico, una derrota política que marcará su posterior destino. Otro sindicalista, Miguel Gazzera, ha escrito: "... luego se inició un declive por el cual, progresiva e inevitablemente, el vandorismo comenzó a desintegrarse hasta alcanzar el grado de compromiso y de descomposición que luego evidenció. La "debacle" comenzó con la recordada "Operación Retorno", el primer paso hacia un destino cruel que Augusto Vandor no pudo eludir, y al cual fue empujado por el vandorismo, que comenzó a adquirir características de secta".