A poco andar, se plantearía una cuestión conflictiva, que dividiría las opiniones en el país. El radicalismo del Pueblo había impugnado con severidad -en su momento- la firma de los contratos por parte del gobierno de Frondizi. Y había hecho de la anulación de los mismos una bandera electoral.
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Anulación de contratos petroleros, discurso de Arturo Illia. |
Illia estaba dispuesto a cumplir con la promesa efectuada durante la campaña, y el 15 de noviembre anunció que se procedería a la anulación de los convenios suscriptos por YPF con diversas compañías extranjeras. El ministro Alconada Aramburú fundaría la anulación en vicios de forma, por cuanto los contratos no habían sido aprobados por el Congreso.
El presidente de YPF, Facundo Suárez, tenía interés en que no se produjera el alejamiento de las compañías más importantes.
Lo que se procuraba en verdad, era renegociar los convenios en términos más favorables. Sin embargo, existía el fundado temor de que se produjeran represalias económicas por parte del gobierno norteamericano. Este temor se hacía extensivo a los mandos de las Fuerzas Armadas, que preveían la suspensión de la asistencia militar.
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Mensaje de Juan Perón a la resistencia. |
Efectivamente, al difundirse la noticia, el embajador de los Estados Unidos hizo saber al presidente que su gobierno suspendería la ayuda financiera a la Argentina. Sin embargo, Illia tuvo oportunidad de entrevistarse poco más tarde con Averell Harriman, enviado especial del presidente Kennedy, para explicarle personalmente los motivos de la medida adoptada por la Argentina.
La explicación pareció aceptable, porque el propio Kennedy -en momentos de partir hacia la ciudad de Dallas, en el viaje que lo llevaría a la muerte- manifestó que se trataba de "un acto de soberanía económica ejercida por el gobierno argentino y si este reembolsa la justa inversión, el asunto está terminado".
Sin embargo, la decisión produciría severas críticas en el país. Aunque las conclusiones de una comisión investigadora parlamentaria estimarían en 400 millones de dólares los perjuicios ocasionados a la nación por los citados convenios, fue preciso abonar la mitad de esa suma en concepto de indemnizaciones a las compañías afectadas. La producción petrolera descendió y hubo que importar volúmenes importantes del hidrocarburo.
Perón -que en las postrimerías de su gobierno había intentado un acuerdo petrolero con la California Argentina, aunque también impugnaría numerosos aspectos de la política frondizista en la materia- criticaría duramente la decisión adoptada por el gobierno de Illia: "...antes de que los echen, los radicales, se ocuparon de hacer un daño realmente grande. Atrasaron el proceso de explotación petrolera del país en veinte años, por lo menos. Si no fuese por esa estupidez, la Argentina podría integrar, para estos días, la O.P.E.P. y tener completamente solucionados todos sus problemas comerciales".
Las relaciones entre el gobierno radical y las fuerzas armadas constituirían un tema especialmente delicado. En realidad, las mejores relaciones de la UCR del Pueblo en el terreno militar, debían buscarse entre los colorados -partidarios de la democracia liberal- bien vinculados al sector unionista. Pero, paradojalmente, los colorados habían sido desplazados de los mandos, ocupados por los azules.
Los militares azules partidarios del frentismo -con contactos en la UCRI, sectores de nacionalismo católico y del sindicalismo- sentían poco entusiasmo por el presidente Illia. Los "violetas", que desarticularon el Frente para allanar el camino a Aramburu, solamente aceptaron el triunfo de los radicales del pueblo como un mal menor. Pero tanto unos como otros, considerarían al de Illia un gobierno demasiado débil como para evitar la penetración comunista -a esa altura, preocupación, permanente de los militares- y mantener bajo control al peronismo.
Es que los militares azules, junto con un sector del empresariado industrial crecido bajo el gobierno de Frondizi, alentaban la posibilidad de un pacto con los sectores más acuerdistas del sindicalismo, como forma de integrar a un peronismo controlado -y separado de Perón-, preferible para ellos al peronismo insurgente y combativo que resultaba de la actitud intransigente de los gorilas colorados.
En el radicalismo, se barajaba la posibilidad de otorgar la secretaría de las tres armas a oficiales favorables a los colorados, así como de reincorporar a muchos que habían sido desplazados en las crisis recientes. La prudencia del ministro de Defensa evitó esa maniobra riesgosa y se designaron secretario al general Ignacio Ávalos -azul insospechable-, al vicealmirante Pita y al brigadier Cairo. Onganía quedó confirmado como comandante del Ejército, en tanto que el contralmirante Eladio Vázquez y el brigadier Armani continuaban ocupando las jefaturas de la Marina y la Aeronáutica.
Pero el gobierno pudo reservar la Secretaría de Informaciones del Estado a un hombre de confianza: el comodoro Medrano Gallardo Valdéz. Ya en mayo de 1964 se dejaron sentir las primeras presiones militares, que obligaron a firmar un tratado de asistencia militar con los Estados Unidos. De resultas del mismo, la Argentina recibiría materiales por valor de 18 millones de dólares entre ese año y el siguiente.
Poco después, Onganía lograría el desplazamiento del general Jorge Rosas; jefe del II Cuerpo de Ejército, que no formaba parte del grupo afín al nacionalismo católico que se movía en torno al comandante en jefe.
El surgimiento de algunos brotes de guerrilla urbana y rural contribuiría a estimular la inquietud militar. El 29 de agosto de 1963, se producía el asalto al Policlínico Bancario, perpetrado por integrantes del grupo derechista Tacuara que se estaban desplazando hacia la izquierda, y cuyo jefe era Joe Baxter.
En marzo de 1964 era descubierta una célula guerrillera en Orán -provincia de Salta-, comandada por un hombre que había recibido entrenamiento en Cuba. Por los mismos días se detectaba en la localidad de Icho Cruz -Córdoba- otro campamento guerrillero, integrado por siete jóvenes menores de edad. Los hallazgos fueron exagerados por las Fuerzas Armadas. El general Julio Alsogaray, comandante de la Gendarmería Nacional, manifestó que el fenómeno guerrillero era “de una enorme envergadura en el país y con enormes conexiones en el extranjero”.