Tras la amplia confirmación de su popularidad obtenida en las elecciones de noviembre de 1951, Y antes de iniciar su segundo mandato presidencial, Perón consideró llegado el momento oportuno para producir una rectificación -o mas bien un ajuste- en el rumbo de la política económica. No se trataría de una modificación de fondo (se mantendría el objetivo de avanzar hacia una mayor independencia económica, en el marco de la justicia distributiva), sino de una serie de medidas imprescindibles para superar la coyuntura crítica y retomar los grandes lineamientos trazados.
Los últimos tiempos habían estado signados por el rápido incremento de los precios y las frecuentes demandas gremiales en procura de aumentos salariales. EI 12 de febrero, el presidente de la Nación hizo pública su decisión de imponer su mediación en el tema.
Serían rebajados obligatoriamente los precios máximos que hubieran aumentado sin justificación, estableciéndose precios máximos congelados para los distintos productos. En cuanto a los sueldos, se procuraría su estabilización a través de los convenios colectivos ya pactados o pendientes aún de negociación, cuya duración se extendería a dos años.
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Perón visita la exposición industrial rusa. |
Pocos días mas tarde -e1 18 de febrero- Perón utilizaba la Red Nacional de Radiodifusión para informar a la población acerca de las dificultades que afrontaba el país y la naturaleza de las soluciones propuestas. Ese discurso -pronunciado en el tono coloquial que le era habitual, y al que trató de infundirle el máximo poder de convicción- significó el lanzamiento del llamado "Plan Económico de Austeridad".
En primer lugar, Perón pasó revista a la situación de la economía desde los inicios de su gobierno, destacando las medidas adoptadas a partir de 1949 con la finalidad de estimular la producción agropecuaria, racionalizar obras públicas y gastos, combatir las maniobras especulativas y vincular el crecimiento del salario al incremento de la productividad.
Analizó también los factores determinantes de la crisis externa, tales como la evolución adversa de la situación mundial, las presiones del imperialismo y las sequías, destacando su oposición a recurrir al consabido y "peligroso recurso de los empréstitos extranjeros" para solucionar el problema. En lugar de ello, solicitaba el esfuerzo solidario de los argentinos para superar con la participación de todos la coyuntura adversa.
"Una amplia difusión -dijo el presidente- llevará al pueblo en forma progresiva las informaciones necesarias para que cada uno pueda empeñarse en la realización del plan conjunto y a la vez esté en condiciones de prestar el máximo de cooperación individual a la realización de las medidas correspondientes".
Y agregó que " ... el trabajo y el sacrificio creadores de riqueza, son los factores decisivos de toda solución económica".
Señaló que, aunque durante los últimos cinco años nunca se había requerido de pueblo "ningún esfuerzo extraordinario y menos aún el menor sacrificio para realizar su felicidad y consolidar la grandeza de la patria", había llegado el momento de adoptar una política que incrementara la productividad y redujera los consumos innecesarios, al tiempo que creara las condiciones necesarias para un mayor ahorro.
"En nuestro caso -expresó- la austeridad en el consumo no implica sacrificar lo necesario, significa en cambio: eliminar el derroche, reducir gastos innecesarios, renunciar a lo superfluo y postergar lo que no sea imprescindible. Con ese reajuste a nuestro consumo lograremos: aumentar las exportaciones y reducir las importaciones. Si a la política de austeridad agregamos un aumento sólo del 20 % en la producción solucionaremos el problema de las divisas, parte del problema de la inflación, y consolidaremos la capitalización del país".
En cuanto a la distribución de las responsabilidades para contribuir al éxito del plan, Perón asignó el 50% de las mismas a la acción del gobierno, el 25% a los sindicatos, cooperativas y mutuales y atribuyó el 25% restante a la acción del pueblo en defensa de la economía familiar.
Descendiendo al tono coloquial y simple que le era tan común, detalló las acciones concretas que deberían llevar a cabo las familias: “…economizar en las compras, adquirir lo necesario, consumir lo imprescindible, no derrochar alimentos que llenan los cajones de basura, no abusar en las compras de vestuario, efectuar las compras donde los precios son menores como cooperativas, mutuales y proveedurías gremiales o sociales.
Desechar prejuicios y concurrir a las ferias y proveedurías en vez de hacer traer la mercadería a domicilio a mayor precio; no ser rastacueros y pagar lo que le pidan sino vigilar que no le roben, denunciando en cada caso al comerciante inescrupuloso; evitar gastos superfluos, limitar la concurrencia al hipódromo, los cabarets y salas de juego a los que permitan los medios, después de haber satisfecho las necesidades esenciales".