Según ya se ha visto, la situación económica presentaba obstáculos hacia comienzos de 1952. La inflación venía trepando rápidamente (27,3% en 1950, 33% en los primeros ocho meses de 1951). Y se advertían problemas en el sector externo: a la disminución de exportaciones agropecuarias en razón de las recientes sequías, se agregaba una mayor necesidad de importar.
Era -además del problema meteorológico- el resultado de un cambio estructural en la economía argentina. Y en ese sentido podría calificárselo -como lo haría Cafiero, miembro del gabinete económico de entonces- de crisis de crecimiento.
El país debía acomodarse a una nueva situación, diferente de la que había conocido en el pasado no lejano. El peronismo había alterado la pauta de distribución de la riqueza vigente en la Argentina tradicional: la renta se repartía mas equitativamente, sin haber crecido aún en medida suficiente como para que ese reparto no fuera traumático. Amplios segmentos de la población, otrora marginados (o casi) del consumo, ahora participaban activamente en la vida económica, en tanto otros veían limitados sus réditos.
El equilibrio que la argentina había conocido en el pasado tenía una explicación simple: se basaba en el subconsumo. Era un país que consumía poco, porque sólo una parte de su población vivía dignamente, y entonces sobraba para exportar. También el escaso volumen de sus importaciones contribuían al superávit comercial, porque estas se concentraban en artículos de consumo final.
Una industria poco desarrollada no planteaba necesidades de adquisición externa de insumos o combustibles en medida suficiente como para comprometer el equilibrio del comercio exterior. Al menos, en lo inmediato, porque a mas largo plazo la capacidad de compra de los países agropecuarios se vería erosionada por el deterioro de los términos del intercambio.
Ahora la economía había crecido cualitativamente. Se había vuelto mas compleja, eran mas los que participaban y el crecimiento de la industria exigía reequipamiento, insumos, maquinarias y energía. Como se ha explicado, la necesidad de elevar el nivel de vida había imposibilitado atender armoniosamente esas exigencias. El crecimiento suele ser así, con desajustes, mas aún tratándose de un país semicolonial lanzado a la empresa titánica de superar un atraso secular.
Además, el Estado había ampliado sus funciones, y por lo tanto sus gastos: empleaba mas gente (ya no se trataba del viejo estado liberal, prescindente en la economía y encargado de resguardar el orden de la factoría). La expansión del crédito y el aumento de los salarios generaban crecimiento de la demanda, que a veces superaba el incremento de la oferta de bienes, limitada por el sector externo. Eso producía tensiones inflacionarias.
Era pues, necesario enfrentar esos problemas. En los inmediato, en la coyuntura, era preciso combatir la inflación -que alarmaba a los argentinos acostumbrados a la estabilidad de un país simple-. A mas largo plazo, había que encarar transformaciones estructurales, poniendo el acento en la industria pesada, que afirmara la independencia económica sin lesionar la justicia social.
Esto exigiría también una articulación política: el ajuste inmediato requeriría apelar a la solidaridad y voluntad de los trabajadores y al consenso popular con que contaba el gobierno. A eso recurriría Perón, al anunciar el plan económico implementado desde principios de 1952.
Uno de los pocos planes estabilizadores -en la historia económica reciente- que obtendría éxito. Y justamente, la clave de ese éxito fincó en un respaldo político con el que no contó ninguna otra experiencia afín.
Luego, aquietadas las aguas, vendría el Segundo Plan Quinquenal. Que también tendría -además de sus objetivos económicos- su centro de gravedad en el aspecto político, según lo señalaría repetidamente el presidente al explicitar sus alcances. Desde la perspectiva económica sería el plan de la industria pesada. Desde el ángulo político, sus objetivos se encaminaron a difundir y consolidar la solidaridad social, cimiento de la Comunidad Organizada, según el modelo sociopolítico propuesto por Perón para la Argentina.