(5) El sindicalismo

La situación no era mejor en el seno del sindicalismo. Todavía no se había producido el recambio de dirigencias, que llegaría con el tiempo.

Los que habían arribado al peronismo desde las prácticas sindicales anteriores, debían sufrir un proceso de necesaria adaptación. Antes, el sindicalismo había oscilado entre el enfrentamiento y el diálogo —necesario para subsistir— con el poder de turno. Se había nutrido de luchadores abnegados, consubstanciados con la defensa de los derechos de los trabajadores, pero también de dirigentes venales y acomodaticios. Había revolucionarios y reformistas, que entendían el proceso de diferente modo.

Documentos:
La Nación Argentina, justa, libre y soberana
2da Parte. Educación y vivienda.

Pero ahora eran parte del poder y tenían ante si la responsabilidad de organizar políticamente el mundo del trabajo, para compartir la conducción del proceso revolucionario. Serían pocos los dirigentes capaces de asumir este papel en plenitud. Frente al palpable crecimiento de sus organizaciones y al incremento de su poder personal, la mayoría de ellos se limitaría a actuar como meros administradores de las adhesiones de los trabajadores, ciñéndose al aspecto reivindicativo.

Figura 30:

Mercado en la Capital Federal. A pesar de la crisis económica, la mayoría de los argentinos ratificaría su apoyo al gobierno en las sucesivas elecciones que sobrevendrían. Las sombras de las dudas sólo aparecerían en el plano dirigencial.

De ese modo, la obtención de mayores ventajas para sus gremios era el objetivo último y aquel que consiguiera remuneraciones más altas y mejores condiciones de trabajo, se aseguraría la permanencia al frente de su organización. Esto los llevaría, por un lado, a un peligroso aburguesamiento (más fácil que organizarse políticamente era enfrentar a los patrones, sin mayor riesgo y con un gobierno proclive a laudar favorablemente) y por otro, a una carrera competitiva que —en momentos de tensiones inflacionarias y obstáculos económicos— contribuiría a ahondar la conflictividad social.

Figura 31:

Prensa opositora. Caricatura de Tristán con Perón como Nerón observando el baile de la “CGT” .

Por cierto que no todo estaba logrado con el aumento de la participación de los trabajadores en el ingreso y la sanción de las leyes sociales. Había un ancho campo por donde podía y debía avanzar el movimiento obrero. Pero no solamente en el terreno reivindicativo, sino en el de la organización política, la participación en la gestión empresaria y la organización de la producción.

La inquietud militar

Perón había llegado al gobierno con el sustento del Ejército. Uno de los principales motivos que decidieron ese apoyo había sido la conciencia, difusa pero inquietante, del agotamiento del sistema político fraudulento que los mismos militares habían contribuido a instaurar a partir de 1930. El ejército se lavaba así el fango de la década infame, de la que no había emergido sin salpicaduras.

Figura 32:

Toma de posesión del petrolero Eva Perón por parte de YPF. Junto al general Perón aparecen entre otros, José Constantino Barro y Alfredo Gómez Morales. 

El obrerismo de Perón alarmaría a muchos oficiales, pero después del 17 de octubre del 45, resultó evidente que su candidatura era la única posibilidad de retirada digna, dejando a salvo los objetivos mínimos de la revolución de junio del 43: evitar el retorno del fraude —que los militares encarnaban en la “partidocracia” tradicional— y preservar el prestigio y la unidad de la institución castrense. 

Documentos:
Discursos de Perón.
Año 1946

El nuevo gobierno tenía legitimidad y apoyo popular, y a su cabeza se encontraba un militar. Pero hubo también otro elemento de peso: la política de desarrollo industrial y, en especial, de fomento a la siderurgia (en 1947 había sido sancionada la llamada Ley Savio, que disponía la creación de SOMISA). Muchos eran los oficiales que estaban persuadidos de la estrecha relación existente entre la industria y el potencial bélico. Entendían que la industria pesada era la clave de la soberanía, al asegurar el autoabastecimiento de combustibles y materiales imprescindibles para la defensa nacional.

Figura 33:

Propaganda gubernamental sobre el sistema bancario oficial.

La cuestión los impacientaba y no concebían que se la relegara en aras de la justicia social. No les faltaba razón en cuanto a la importancia de las industrias básicas, pero estaba ausente la comprensión de que la independencia y la soberanía eran inseparables de la justicia social, en el marco de una revolución que tenía en la clase trabajadora su principal protagonista.

Pero además, el nacionalismo militar recelaba del crecimiento del poder sindical que —a su modo de ver— amenazaba trastocar el tradicional orden social. Creían advertir en ello un brote comunisante, atribuían la crisis económica a los desbordes sindicales alentados por el gobierno.

Figura 34:

General de División Manuel Savio. El nacionalismo militar insistiría en la necesidad de fomentar la construcción de las industrias básicas como única forma de garantizar la soberanía del país. Perón retrucaría explicando que la única forma de mantener la soberanía sería logrando la unidad nacional con un grado mayor de conciencia y organización política de la comunidad.

Formados en la disciplina y el respeto al orden, los oficiales se inquietaban. Como la clase media —a la cual pertenecía la mayoría de ellos— se sentían agredidos por la creciente nivelación social: el peronismo había posibilitado el voto de los suboficiales, que antes les estaba vedado por la Ley Saenz Peña y su ascenso a los grados de oficiales mediante un curso especial.

Duración: 1 minuto
 
 
1 de mayo de 1951. Discurso de Eva Perón.
 
 

Las fuerzas Armadas no eran monopolíticas y la adhesión al peronismo nunca había sido total en su seno. Aunque los mandos estuvieran ocupados por hombres adictos, en los niveles inmediatos —y particularmente en la marina— crecía la oposición. Encubierta en un principio, no demoraría en manifestarse.

Así, a las presiones sindicales en procura de mayores salarios, que amenazaban profundizar la crisis económica, se contraponían las provenientes del Ejército —y también de los sectores empresarios— que propugnaban la eliminación del distribucionismo y la justicia social.

Figura 35:

Eva Perón sería la encargada de fortalecer la unión entre el pueblo y su líder. Su actividad constante en la consolidación de la autoridad de Perón supliría la defección política de las dirigencias nacionales.

Ese conjunto de incomprensiones y presiones trazaba las coordinadas de una crisis mas profunda que la que se planteaba en el terreno económico. Se trataba de una crisis política, que amenazaba con empantanar la revolución. Ningún sector dirigente parecía comprender que la única manera de afrontar los obstáculos económicos exitosamente, así como asegurar el futuro, era profundizar la revolución en el terreno político.

Eva Perón: hacia un nuevo 17 de octubre

Frente a la defección de las dirigencias partidarias y gremiales, Perón contaba con un solo elemento capaz de contener las presiones e infundir el dinamismo organizativo y el vigor revolucionario que faltaba.

Era Eva Perón, que desde la Fundación no se limitaba a realizar una mera labor asistencial.

Figura 36:

La crisis acabaría con un nuevo movimiento popular donde como el 17 de octubre el pueblo consolidaría con su propia movilización las desviaciones de obsecuentes y burócratas. En el mismo la figura de Eva Perón sería el actor principal.

Con una capacidad de trabajo y organización difícil de equiparar, con profunda pasión política. Eva articulaba con los gremios los vínculos que la dirigencia partidaria no lograba establecer. Con segura intuición, detectaba a los arribistas y ambiciosos que revoloteaban en torno al presidente, advirtiendo constantemente a Perón sobre esos riesgos.

Figura 37:

Tapa y fotos de una nota de la revista O Globo de Brasi,l de 1949.

Lamentablemente no viviría mucho tiempo y la revolución nacional se encontraría ante un vacío imposible de llenar. Pero aun sería el elemento esencial que permitiría a Perón sortear la crisis, y restablecer su autoridad sobre una dirigencia amenazada por peligrosas tendencias centrífugas.

Las próximas elecciones presidenciales servirían de excusa para provocar una extraordinaria movilización popular que culminaría con el Cabildo Abierto del Justicialismo.

Nuevamente el pueblo trabajador, con su lealtad inconmovible y alejada de burócratas y obsecuentes, brindaría al Gral. Perón la fuerza y el poder necesarios para licuar las actitudes burocráticas y la oposición ciega que atentaban contra su gobierno.

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