El 8 de Junio de 1970, se alejaba Juan Carlos Onganía. La Junta Militar reasumía el poder político y se instalaba en la Casa de Gobierno, dando paso a la segunda etapa de la Revolución Argentina. Era preciso resolver quien desempeñaría la presidencia, según lo revelaría Lanusse más tarde, se barajaban tres posibilidades al respecto: designar a un civil, a un militar retirado o al propio comandante en jefe del Ejército.
La primera solución se desestimó rápidamente, por considerarse que la nominación de un político -cualquiera fuese su extracción partidaria- supondría un compromiso excesivo para las fuerzas armadas. En cuanto a la tercera, Lanusse había manifestado públicamente que "no aspiraba a la presidencia" y además, probablemente, consideraba que no había llegado el momento oportuno.
Pareció afirmarse la alternativa de un oficial en retiro, mencionándose los nombres de Osiris Villegas y Juan Enrique Guglialmelli. Pero ninguno de los dos contaba con el necesario consenso militar, y especialmente Guglialmelli -el candidato más firme- aparecía íntimamente vinculado al desarrollismo.
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La asunción de Levingston. |
Finalmente la cuestión se definió el 11 de junio: el comandante de la marina, almirante Gnavi, propuso al general Roberto Marcelo Levingston, que se desempeñaba como representante argentino ante la Junta Interamericana de Defensa, con sede en Washington.
La idea fue aceptada por los dos otros miembros de la Junta, merituándose especialmente -siempre según la versión de Lanusse- el hecho de que el elegido fuera un hombre que se había mantenido "alejado del territorio donde se desarrollaban los acontecimientos”.
Curiosa virtud para un presidente la que ostentaba este general, bien conocido por los tres electores, pero absolutamente ignoto para la gran mayoría de los argentinos.
De todos modos, debieron enterarse de su existencia el día 13, cuando se anunció públicamente que desempeñaría la presidencia. Levingston asumió su cargo el 18 de Junio, y su gabinete fue un contradictorio reflejo de las circunstancias en que había sido designado.
Los ministros del Interior y Bienestar Social fueron confiados a hombres cercanos a Lanusse y bien vistos por los liberales: el Brigadier Eduardo Mc Loughin y Francisco Manrique, este último oficial de marina, de notoria actuación en la Revolución Libertadora.
José María de Pablo Pardo, ministro de relaciones exteriores, provenía del nacionalismo católico -aunque también tenía vinculaciones liberales-. El ministerio de Economía y Trabajo fue otorgado a Carlos Moyano Llerena, a quien se consideraba uno de los principales inspiradores del plan aplicado por Krieger Vasena.
La nota discordante la daba el ministro de Obras Públicas, Aldo Ferrer, un técnico de orígenes desarrollistas, formado en la Cepal, y de tendencias notoriamente progresistas. El ministerio de Defensa fue confiado al general José Rafael Cáceres Monié.
Cancelada la etapa de Onganía y ante la evidente imposibilidad de un retorno a las condiciones iniciales, parecían abrirse dos caminos para el gobierno militar: una salida política negociada -como la propiciaba Lanusse-, o un intento de ganar nuevas bases de sustentación en sectores gremiales, así como en los pequeños y medianos empresarios nucleados en la CGE, para "profundizar la revolución".
Esto último requeriría, sin embargo, un sustancial cambio en la política económica que no parecía posible por parte de Moyano Llerena. Por lo demás, en las condiciones de creciente violencia imperantes, era dudoso que tal intento fructificara. No obstante, a eso apostaría el presidente.
Por de pronto, Levingston comenzó a efectuar sus propias designaciones, más acordes con sus planes que el gabinete diseñado, en buena medida, por los miembros de la Junta Militar.
Si el ministro del Interior parecía basar su futuro plan político en un acuerdo con los partidos tradicionales, el subsecretario nombrado por el presidente -Ricardo Gilardi Novaro-, pensaba , a la manera de Onganía en un término de unos cinco años de arribar a una "democracia jerarquizada", con otros dirigentes y, tal vez, otros partidos.
Por su parte el subsecretario de Trabajo Francisco Luco -ex diputado peronista- también desentonaría con su ministro al persistir en el intento de aproximación a la dirigencia sindical.
Desde España, Perón se pronuncia acerca de los sucesos que ha concluido con la caída de Onganía. En una declaración del Comando Superior, afirma: "El nuevo golpe militar, que ha conmovido a la vida argentina, no es sino un nuevo paso hacia el caos inevitable y, aunque poco interese que haya fenecido otro gobierno intrascendente e inoperante, forjado al impulso ciego e inconsciente de la usurpación, en cambio importa grandemente por sobre estos acontecimientos de dudosa imparcialidad encontrar una solución que no se entrevé por ninguna parte.
¡Es que nadie en la Argentina se percata que siguiendo este camino sólo se puede desembocar en una violencia generalizada? ¡Es que la dictadura militar no se da cuenta de que está sola y que sus violencias no pueden tener otro efecto que el engendrar otras violencias futuras? (.....). Al cabo de cuatro años de dictadura militar estamos a fojas cero, en tanto han quedado en el camino los muertos, heridos, torturados, que han sufrido en carne propia los efectos de tan imprudente aventura, como asimismo quienes han visto destruidos sus intereses materiales por una inconsulta e irresponsable conducción de la economía nacional.".
Por esos mismos días, se difunde en Buenos Aires un reportaje efectuado al General por un periodista argentino, en el que aquel caracteriza con precisión el régimen de Onganía:
"Onganía constituyó su gobierno con cuatro sectores: uno, el cursillista, en el que estaban sus compañeros de ejercicios espirituales; otro perteneciente al Ateneo de la República, esos muchachos que vienen macaneando desde hace cuarenta años sin haber hecho nunca nada; un tercer grupo, agroexportador, interesado en arreglar sus problemas personales, con Salimei y sus fábricas de aceite; y en fin, un sector remanente de gorilas que viene de arrastre desde 1955.”
“Estos cuatro factores no entran a gobernar, sino a pelearse entre sí. Ante eso el Fondo Monetario Internacional cierra el crédito de la República en todas partes. El ministerio de Economía se ve obligado a recorrer el mundo para mendigar 5 millones de dólares por aquí, 4 por allá: esa es la mejor manera de liquidar todo crédito. Ante esta situación- sigue explicando Perón-, el Fondo Monetario Internacional exigió que se designara a un ministro de economía de su total confianza.
“Cuando una juventud sabe morir por sus ideales es que a aprendido todo lo que debe saber una juventud... |
Audio Mensaje a la Juventud. Juan Domingo Perón. Madrid, mayo de 1968. |
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Así fue elegido Krieger Vasena, un empleado de las empresas norteamericanas.. Su primera medida fue la estabilización de la moneda, para lo cual no se le ocurrió nada más peregrino que bajar el peso a 350 por dólar. A renglón seguido, nuestros bancos empezaron a ser comprados por moneditas. ¡En un mes compraron 25 bancos! Desde entonces la Argentina es gobernada por el Fondo Monetario".