I
El retorno definitivo de Perón al País quedó asociado a un desenlace que el análisis meditado de las condiciones de la época ha reconocido como inevitable y trágico. En una analogía por demás oportuna, cuando se planificaba en Madrid el primer regreso del líder justicialista, Carlos Funes imaginó el proyecto insurreccional que muchos asociaban a la llegada de Perón como un juego de ajedrez que provocaría el sacrificio del Rey (Perón) destinado a salvar a la Dama (Cámpora).14 Con el sacrificio de Perón, el nuevo emergente capaz de condicionar a Cámpora sería una dirección política nacida de la misma insurrección.
El 2 de junio de 1973, mediante una nota oficial con la firma de López Rega y según directivas del Consejo Superior Peronista, se comunicó a Cámpora la designación de los miembros de la Comisión del Regreso. Éstos serían Abal Medina, Osinde, Kennedy, Rucci y Miguel.15 Años más tarde, el ex miembro de la dirección de Montoneros, Roberto Perdía, afirmaba que el perfil de esa comisión mostraba claramente a los sectores de izquierda y a las organizaciones armadas que no tendrían ningún protagonismo en la preparación del acto.16 El mismo Funes dijo haber colaborado inicialmente con la Comisión organizadora pero luego se retiró de ella al plantearse la cuestión de la seguridad, dejando sentado que tanto él como Abal Medina opinaron que era necesaria la colaboración de las Fuerzas Armadas y policiales.17 En efecto, hasta hoy se desconocen las razones que llevaron a excluir de la custodia a aquellas. El norteamericano Page, cuyo análisis de los hechos de Ezeiza muestra un gran equilibrio, ensaya una explicación que no carece de lógica: los responsables de la organización habían temido que, tal como aconteció el 25 de mayo al asumir Cámpora, la presencia de uniformados provocara una reacción violenta por parte de los sectores más combativos. Por consiguiente, sólo habría policías de civil con órdenes de no intervenir.18
En los días previos al esperado acontecimiento se percibía un clima de tensión. Como un presagio de lo que sobrevendría, los actos recordatorios del levantamiento del 9 de junio de 1956 se habían desarrollado en un marco caracterizado por la confrontación entre los sectores del peronismo ortodoxo y los que representaban a las organizaciones armadas, cada cual con su propia comisión de homenaje. En el acto central, que se llevó a cabo el día 9 en el sitio donde se había levantado la Penitenciaría de Las Heras, con la presencia mayoritaria de manifestantes pertenecientes a la Tendencia Revolucionaria, Montoneros, FAR y FAP, pudieron conciliarse la pretensiones de ambos sectores. Los principales oradores fueron Abal Medina y el general Tanco. Hubo algunos excesos, pero no pasaron del terreno verbal. l9 En cambio, en el acto que tuvo lugar al día siguiente en la localidad de José León Suárez, al que asistieron el gobernador Bidegain, el intendente Gavino, el subjefe de la policía bonaerense Troxler y el general Tanco, con un escenario semejante al anterior, luego de un duelo de consignas entre grupos de distinto signo ideológico, hubo forcejeos, cadenazos, corridas y disparos de armas de fuego que dejaron el saldo de un muerto y varios heridos, la mayoría de ellos sindicalistas.20
Como en noviembre de 1972, el área de Ezeiza nuevamente se convirtió en el teatro elegido para lograr el mismo resultado con distintos procedimientos. Los preparativos contemplaban recibir a Perón con una gran concentración popular en el puente que cruza la autopista General Riccheri a la altura del acceso a la ruta 205.21 Los acontecimientos se precipitaron. Poco después de conocerse que el arribo del avión tenía una hora de retraso se desencadenó la tragedia. El ataque hizo punta con una gruesa columna de aproximadamente dos mil quinientos manifestantes enarbolando carteles y consignas de organizaciones armadas que avanzó desde el sur precedida por un ómnibus. El hecho de forzar una posición de espaldas al palco, un lugar vedado por los organizadores, tal vez pudo interpretarse como la señal de un asalto inminente sobre el lugar reservado para Perón y su comitiva.22
II
Según la versión difundida por los organizadores, al acercarse la columna, desde el interior del vehículo y desde los grupos que lo seguían se comenzó a disparar sobre el palco. Al mismo tiempo, por el frente, otros manifestantes igualmente armados, tomaron a los ocupantes de la plataforma entre dos fuegos.23 También se denunció la presencia de francotiradores sobre los árboles del bosque que se hallaba a la derecha de las instalaciones.24 Luis Vicens escribió en 1978 que delante de la columna que buscaba ubicarse detrás del puente algunos vieron un jeep cubierto con banderas argentinas con el sol rojo y otras del ERP-22 de Agosto. Dice Vicens que desde el palco se los intima por los parlantes para que se detuvieran. Tras una ráfaga de ametralladora, el tiroteo se generalizó.25 Jorge Abelardo Ramos escribe que la custodia, integrada por suboficiales retirados de las Fuerzas Armadas, debía proteger el lugar de todo posible atentado. "Pero, al parecer -agrega el dirigente de la izquierda nacional- existían fuertes dudas acerca de las intenciones de los grupos de Montoneros en ocasión de la llegada de Perón". También Ramos considera que la columna procedente del sur que intentó rodear el palco, arrolló a sus custodios y al público que cubría el sector, generándose así el caos.26 Lo cierto es que la seguridad del palco era compartida por hombres de la Unión Obrera Metalúrgica, el sindicato de mecánicos (SMATA), el Comando de Organización, la Concentración Nacional Universitaria y la "Central de Operaciones de la Resistencia" (COR) del general Miguel Angel Iñíguez. En cuanto a los militares retirados, se ha afirmado que no todos obedecían a Osinde.27
Las organizaciones armadas sostuvieron que la agresión partió del palco y, por lo tanto, que abrieron fuego sólo para defenderse. También Abal Medina, en un testimonio recogido en la década del noventa, afirma esto último. Pero admite que una columna de Montoneros precedida por un camión blindado en el que se encontraba Galimberti, buscó forzar el paso y disputar el control del acto.28 Merece leerse uno de los primeros ensayos de crítica a la percepción que la izquierda tenía de esa circunstancia. Su autor, Carlos Alberto Brocato, describe el patetismo de la situación: "Entonces llegaron las columnas montoneras. ¿Adonde fue a ubicarse este pequeño sector del pueblo peronista que aguardaba a su líder? ¿Qué lugar le correspondía a este reciente destacamento de vanguardia que existía desde hace poco tiempo, entre las masas que hacía 18 años venían luchando en la Argentina, desde los «tiempos de la resistencia» (1955-1958) por recuperar al jefe de su movimiento? Fueron a ocupar con su prepotencia organizada y armada, el lugar de privilegio, la primera fila, al pie del palco desde donde hablaría el líder. Las masas detrás de ellos". 29
El intercambio de disparos entre las facciones antagónicas se prolongó durante varias horas y los tres millones de personas allí congregadas -sin duda la mayor concentración política que se haya conocido en la Argentina- fueron mudos testigos de ese trágico acontecimiento. El vicepresidente Vicente Solano Lima, en ejercicio provisional del Poder Ejecutivo, ordenó que el avión se dirigiese a la Base Aérea Militar de Morón. Allí el líder justicialista recibió seguridades del general Carcagno de que las Fuerzas Armadas estaban en condiciones de garantizar el orden en la Capital Federal y sus alrededores. Cuando Carcagno ofreció resguardo a Perón en la guarnición de Campo de Mayo, este último rechazó el ofrecimiento alegando que se iba a decir que los militares lo tenían preso.30
Al caer la tarde cesaron los enfrentamientos y desde ese momento hasta hoy mucho se ha debatido sobre el número de víctimas. El periodista Eugenio Méndez habla de trescientos treinta y dos muertos.3l Por su parte, para el frondicista Antonio Pereira hubo más de cien bajas fatales.32 El investigador británico Gillespie acepta evidencias que mencionan veinticinco muertos y más de cuatrocientos lesionados, mientras que Osinde, en un borrador de memorias, consignó dieciséis muertos: tres de ellos entre el personal bajo sus órdenes y trece en las filas de sus contrincantes.33 A su vez, Ramos menciona setenta muertos y quinientos heridos, en tanto que Taiana se refiere a trece o catorce muertos y trescientos heridos.34 Horacio Verbitsky apunta trece muertos y trescientos sesenta y cinco heridos.35 También trece fueron los muertos para Maristella Svampa, profesora de historia de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Esta última fuente contabilizó además trescientos ochenta heridos.36 María José Moyano, una investigadora universitaria de California, dice que la refriega dejó un saldo de dieciséis muertos y cuatrocientos treinta y tres heridos.37 La prensa escrita difundió en los días inmediatamente posteriores a los sucesos cifras de bajas e incluso la identidad de los fallecidos.38 En una palabra, el número de víctimas de esa jornada no ha podido determinarse.39
De Perón, la unidad nacional entre el conflicto y la reconstrucción
(1971-1974)
14 FUNES, 1996: 52.
15 Asimismo, en funciones de coordinación específica, el periodista Jorge Napp debía ocuparse de los medios de comunicación y los transportes, Leonardo Favio de los artistas, el funcionario Jorge Llampart representaría al Ministerio de Bienestar Social, y Mariano Martín a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. BONASSO, 1997: 494.
16 PERDÍA, 1997: 167. Refiere el autor que Montoneros se movilizó para lograr una presencia multitudinaria de la militancia en el acto, con el objeto de definir el equilibrio interno inestable del gobierno de Cámpora y lograr un apoyo plebiscitario a la línea política de la organización armada.
17 FUNES, 1996: 131-132. En un reciente testimonio ofrecido a los autores, Abal Medina señaló su creencia de que la Comisión organizadora no llegó nunca a reunirse. Dice que desde un principio sostuvo la conveniencia de que el acto se realizase en el Autódromo Municipal con custodia policial, pero no fue atendido. Tampoco fue escuchado cuando trasladó su inquietud al Gobierno. Entrevistas a Juan Manuel Abal Medina realizadas los días 30 de mayo y 2 de junio de 2003.
18 PAGE, 1984: II, 252.
19 La Nación, Buenos Aires, 10 de junio de 1973.
20 La Nación, Buenos Aires, 11 de junio de 1973. El muerto fue identificado como Alda Rubén Romano, secretario de prensa y propaganda de la seccional San Martín del gremio textil.
21 En cuanto al lugar en que se desarrollaría el acto, la Comisión había desechado dos propuestas: una era el Autódromo Municipal y la otra era la Plaza de Mayo. La Nación, Buenos Aires, 12 de junio de 1973.
22 FLASKAMP, 2002: 105-106. Según este antigüo cuadro de las FAR, la columna Sur de Montoneros no logró penetrar integramente en el escenario de la concentración debido a la densidad humana existente. Para acercarse se desplazó entonces en semicírculo por detrás del palco. "Este movimiento parece haber sido mal interpretado por la custodia, que aparentemente supuso que la columna Sur se aproximaba al palco con la intención de tomarlo por asalto y abrió el fuego sin verificar la verosimilitud de esta suposición" .
23 DEHEZA, 1981: 25. Otras fuentes consignan la presencia en el lugar de dos ómnibus Leyland blindados. Esto lo reitera Luis Vicens, quien señala que "transportaban gente armada [y] tenían a su disposición fotografías ampliadas de distintas personas que eran objetivos a eliminar. Se trataba de profesionales". VICENS, 1978: 78. También se han mencionado otros dos vehículos acompañando la columna de Montoneros: un automóvil Torino y un jeep. BURZACO, 1997: 39.
24 Es la versión de Osinde que también recoge el informe titulado "La agresión al pueblo" y publicado en la revista Las Bases, N° 49, Buenos Aires, 28 de junio de 1973. Este órgano oficial del Movimiento Justicialista responsabilizaba por los hechos a "células de agitación subversiva, al servicio de repudiables intereses, infiltradas con audacia y temeridad entre la multitud desprevenida" y comparaba lo ocurrido con el bombardeo a la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955.
25 VICENS, 1978: 78.
26 RAMOS, 1999: II, 408-409. Concluye el autor afirmando que como símbolo de los tiempos, tres acontecimientos triunfales para el pueblo se vieron frustrados: la primera llegada de Perón el 17 de noviembre de 1972, por las tropas de Lanusse; el 20 de junio "por una masacre provocada, según todos los testimonios, por las organizaciones terroristas mencionadas" y las elecciones del 23 de septiembre por el posterior asesinato de Rucci.
27 Algunos análisis de los episodios de Ezeiza evidencian que en el lugar no había unidad de dirección. Se ha señalado que, en los días anteriores al acto, el capitán retirado Roberto Chavarri -quien según el testimonio de sus allegados fue abatido por un francotirador- había cuestionado a Osinde el lugar de emplazamiento de las instalaciones. Chavarri -según esta fuente- se instaló por su cuenta en el palco desde la tarde anterior. En el año 1983, su viuda, Amelia Bed, desmintió públicamente declaraciones formuladas por Osinde a un semanario en el sentido de que el ex oficial muerto en el tiroteo del 20 de junio de 1973 se hallaba bajo sus órdenes. POGGI, 1995: 61-66 ) y 91-92. Conf. asimismo revista Siete Días, N° 384, Buenos Aires, 8 de junio de 1983.
28 "En mi opinión -dice Abal Medina- era
una disputa suicida para todos.
Pero bueno, era el clima de efervescencia que se vivía". JAURETCHE,
1997: 198. Otro testimonio, el de Julio Bárbaro, refiere que dos noches
antes de la llegada de Perón se reunió con Francisco Urondo
y Rodolfo Galimberti, acordando con ellos que ningún grupo juvenil
debería interponerse en el histórico reencuentro entre el líder
justicialista y su pueblo esa mañana, dice Bárbaro, Galimberti
condujo "una columna con carteles, que sin duda jugaba al enfrentamiento.
No logré convencerlo de que evitara la provocación". BÁRBARO,
2003: 40.
29 BROCATO, 1985: 47.
30 PEREIRA, 1997: 164.
31 MÉNDEZ, 2001: 95. Este autor alude también a "centenares de heridos, mutilados y torturados de ambos bandos".
32 PEREIRA, 1997: 164.
33 GILLESPIE, 1998: 191; OSINDE, Papeles, 10.
34 RAMOS, 1999: II, 409; TAlANA, 2000: 105.
35 VERBITSKY, 1985: 119.
36 SVAMPA, 2003: IX, 402.
37 MOYANO, 1999: 237.
38 El diario Clarín, Buenos Aires, 21 de Junio de 1973, menciona trece muertos y alrededor de trescientos ochenta heridos. Por su parte, el diario Crónica de esa misma fecha habla de trece muertos y más de cien heridos. El matutino La Prensa, en su edición del 22 de junio, reproduce información de varias fuentes que detallan entre trece y veintiún muertos y cuatrocientos treinta heridos. Por fin, también el 22 de junio La Opinión publica información de diversas fuentes según las cuales el número de muertos oscilaba entre trece y sesenta y ocho. Este diario calcula que los heridos y contusos eran entre cuatrocientos y quinientos.
39 TERRAGNO, 1974: 43.