La aplicación y el cumplimiento del Plan Económico 1952 han
determinado la creación de nuevas situaciones particulares que configuran
también una nueva situación general.
A partir de esta nueva situación general nosotros debemos iniciar una
etapa de realizaciones extraordinarias: las del 2º Plan Quinquenal, que
no significa -tal como alguien ha dicho sin conocerlo- un plan de inflación.
Tampoco pensamos que sea un plan deflacionista y ni siquiera aceptamos que
pueda considerarse que perseguimos, mediante su aplicación, el antiguo
ideal de los economistas liberales: un equilibrio estático o permanente,
de precios y salarios; de ofertas y demandas en bienes y en mano de obra;
de consumo y producción, etcétera.
Muchas veces he dicho que no somos ni inflacionistas ni deflacionistas....
La inflación y la deflación son fenómenos financieros
y económicos que no deben tener directa relación con el bienestar
del pueblo.
En épocas de deflación corno la de 1930-1932 el pueblo sufrió
de hambre y de miseria lo mismo que en el período de deflación
ostensible en lo que llevamos del siglo: en los años 1919-1922.
Otras épocas de deflación, sin embargo, hubiesen determinado
tal vez el bienestar del pueblo, si sus hechos o fenómenos económicos
y financieros hubieran sido conducidos no con criterio capitalista, sino con
criterio eminentemente social.
Con las épocas de la inflación sucede lo mismo.
Nunca hemos tenido mayor bienestar en nuestro pueblo que en los momentos del
optimismo inflatorio que nosotros provocamos en la primera mitad del 1er.
Plan Quinquenal.
Sin embargo reconocemos que la inflación en otros países, y
aun en el nuestro durante las épocas que nos precedieron, provoca habitualmente
desequilibrios peligrosos para el bienestar del pueblo.
Lo mismo sucede con el equilibrio estático de las relaciones económicas
entre precios y salarios, oferta y demanda, producción y consumo, etcétera.
Se trata de un equilibrio económico que puede o no ser beneficioso
para el pueblo y ya veremos claramente cuál es el valor real que le
asignamos en el terreno de la economía justicialista.
Estas tres posiciones son exclusivamente económicas. Nosotros, al decidirnos
siempre por el pueblo, subordinamos lo económico a lo social mediante
la aplicación del sistema que denominamos de economía social
y frente a nuestra doctrina pierden valor, como es lógico, las tres
posiciones de los “economistas exclusivamente economistas".
De allí que no nos preocupen la inflación, la deflación
o el equilibrio económico.... sino el bienestar social o sea la felicidad
del pueblo.
Sí el pueblo es feliz con deflación nos decidimos por ella,
del mismo modo que fuimos o seremos inflacionistas o partidarios del equilibrio
económico cuando estas otras dos posiciones nos conduzcan fehacientemente
al bienestar social.
También sabemos que no hay un sistema permanentemente eficaz que, aplicado,
produzca el bienestar material de la población y su consecuente tranquilidad
política, y social.
Hay momentos económicos que deben ser resueltos con inflación
o deflación así como hay momentos económicos que deben
ser resueltos mediante el equilibrio económico.
Por eso siempre he dicho que en economía la única posición
es la que se deduce de la realidad y de su exacta apreciación.
También pensamos que no ha de ser permanente como ideal el desequilibrio
económico, o sea la inflación o la deflación; pero eso
no significa tampoco que nos decidamos por el equilibrio estático ideal
del liberalismo económico, que sólo puede ser una solución
momentánea y para una situación determinada.
Nosotros creemos que el proceso económico -por lo menos en nuestro
país- es un proceso de creación permanente de riquezas y que
ellas deben ser concomitantemente, distribuidas a fin de que la economía
sirva al bienestar social.
Vale decir que si crecen las riquezas debe crecer el bienestar del pueblo.
El ideal del equilibrio económico del justicialismo no puede ser, entonces,
estático o permanente, sino dinámico.
Si crecen las riquezas, o sea la renta nacional, como inmediata consecuencia
debe crecer la renta individual o, mejor aún, la renta familiar.
Si creciese la renta nacional y no se incrementase la renta familiar, deberíamos
pensar que la economía no es social, o sea que la economía se
ha constituido en un fin, como en el sistema capitalista, y no en un medio
que sirve al bienestar común mediante la redistribución de bienes
que se efectúa por una eficiente justicia social.
Si aumentan los precios es porque en alguna forma han sido aumentados los
beneficios del capital, con la sola excepción de los aumentos de precios
derivados de mejores salarios en la actividad económica afectada; pero
en este caso, de cualquier manera, los salarios deben seguir al índice
general de precios, o sea al costo de la vida.
Negar la relación de precios y salarios es política de netos
principios capitalistas, cuyos resultados desastrosos está viendo el
mundo contemporáneo con angustiosa claridad.
Nosotros no sólo consideramos que deben relacionarse mutuamente, sino
que el ritmo de los salarios debe seguir el ritmo de los precios.
Si aumentan los precios deben aumentar los salarios, y aquí aplicamos
una vez más nuestro principio básico y fundamental: la economía
(en este caso los precios) debe servir al bienestar social (en este caso los
salarios).
Lo mismo sucede en cuanto respecta al equilibrio entre la oferta y la demanda.
Los economistas del capitalismo sostienen que es preferible que la demanda
exceda o supere a la oferta...
Si se trata de bienes de consumo o de bienes imperecederos -en una palabra:
de bienes económicos-, ellos dicen: ¡mejor...., así aumentan
los precios y se beneficia el capital!
Nosotros pensamos que la oferta debe subordinarse a la demanda, dentro de
un orden que llamamos de equilibrio dinámico.... o sea que la oferta
debe seguir bien de cerca a la demanda, a fin de no provocar el desequilibrio
que es la inflación.
Si se trata de mano de obra, también los economistas del capitalismo
se alegran pensando que si la oferta es mayor que la demanda, la mano de obra
baja de precio, con evidente beneficio para el capital. Por eso sostienen
que la desocupación es beneficiosa.... ¡sin pensar que toda desocupación
es inhumana y que afecta al bienestar del pueblo!
La demanda de mano de obra debe exceder a la oferta; pero, en este caso, también
la demanda debe seguir a un paso de la oferta, a fin de no crear aumentos
en los costos por demanda injustificada de mayores salarios.
Cuando los economistas liberales se refieren a la relación entre lo
que se consume y lo que se produce, entienden que el equilibrio está
en la subordinación del consumo respecto a la producción, y
aplican aquí la vieja teoría capitalista del punto óptimo
-ganar más con menos esfuerzo-, fundada en el principio hedónico,
hondamente egoísta, aunque a la postre el pueblo, consumiendo a media
ración, termine por reaccionar violentamente.
Nosotros pensamos que la producción debe subordinarse al consumo, pero
siguiéndolo de cerca, a fin de no provocar la especulación y
el agiotismo.
Persiguiendo el equilibrio económico estático de que nos hablan,
los economistas del capitalismo subordinan en el orden internacional la situación
de los países agropecuarios a la que tienen los países industriales,
y con tal motivo someten económicamente a los primeros, a los que consideran
"poco desarrollados".
El sometimiento económico -y nosotros lo sabemos por experiencia- es
la etapa fundamental de la explotación social y la coerción
política.
Nosotros pensamos que este equilibrio económico estático es
injusto y contraproducente también en el orden internacional, y nos
decidimos por un equilibrio económico dinámico que vaya creando
en cada país o grupo de países una armonía lo más
perfecta posible entre la producción agropecuaria y la producción
industrial.
Todos estos hechos y ejemplos señalan las diferencias fundamentales
que median entre el nunca alcanzado equilibrio estático del capitalismo
liberal y nuestro equilibrio dinámico, que subordina siempre lo económico
a lo social y lo social a lo político, entendiendo que lo político
es -en su más alta acepción- realizar la felicidad de un pueblo
y la grandeza de una nación.
Nosotros tenemos que afrontar ahora una etapa de expansión económica
tal como la prevé el 2° Plan Quinquenal.
El proceso económico más lógico, si queremos llegar al
equilibrio económico dinámico -que nos parece el ideal más
aceptable en general-, es, partiendo de la inflación simple, pasando
por el punto de equilibrio estático, entrar por el ancho camino del
equilibrio dinámico, que en síntesis no es otra cosa que una
permanente creación de riqueza acompañada por una permanente
creación concomitante de bienestar social. .
Hasta 1951 estuvimos en pleno período de inflación. En 1952,
mediante el Plan Económico, llegamos o estamos llegando a un relativo
equilibrio estático. Lo que debemos crear ahora es un estado de cosas
que nos permitan avanzar durante todo el 2° plan Quinquenal, mediante
el desarrollo del equilibrio económico dinámico, hacia las grandes
metas de la patria: "la felicidad del pueblo y la grandeza nacional,
afianzando la independencia económica para consolidar la justicia social
y mantener la soberanía política".
El equilibrio dinámico a que aspira el justicialismo tiene mayor trascendencia
que la del simple terreno económico. No es sólo un equilibrio
económico, ni exclusivamente social, ni exclusivamente político.
Queremos una economía en permanente y progresivo desarrollo, porque
nadie podrá negar que el mundo entero -y en especial nuestro país-
tiene ingentes reservas de producción.
Pero el progreso económico no puede desenvolverse sin el consecuente
progreso social.... Tiene una eminente función social que cumplir....
En estos días el desarrollo económico en algunos países
ha determinado la acumulación de enormes cantidades de alimentos....
¡Pero los chinos siguen muriéndose de hambre! La economía
capitalista del mundo, basada en su principio de egoísmo fundamental,
ignora el hambre de los chinos, que acaso termine por destruir la propia economía
del capitalismo.... y a los propios capitalistas.
Queremos una situación social que mejore progresiva y paralelamente
con la situación económica...., y ello sólo puede alcanzarse
mediante la justicia social, que da como resultado una mejor distribución
de la riqueza.
La justicia social es el medio de conciliación entre la economía
y la sociedad, y en último análisis pone las riquezas del hombre
al servicio del hombre.
Por fin aspiramos a que la situación política del país
y aún del mundo siga su desarrollo progresivo, mejorando, sobre bases
económicas y sociales en permanente superación, el grado de
felicidad de los hombres y de los pueblos.
En síntesis, y para terminar con esta exposición de motivos
fundamentales que orientará nuestra acción general durante el
2° Plan Quinquenal, podemos decir:
1) Que el desequilibrio económico puede coexistir con el bienestar
social y la felicidad del pueblo.
2) Que el equilibrio económico es preferible al desequilibrio, pero
el ideal no es el equilibrio estático que detiene la producción
de la riqueza y su distribución, sino el equilibrio dinámico
que aumenta la riqueza, pero al mismo tiempo incrementa el bienestar social.
3) Que no hay métodos uniformes y permanentes para la solución
de los problemas económicos, sino momentos económicos, y aunque
lo ideal es el equilibrio dinámico, puede ser en ciertas circunstancias
conveniente la inflación o conveniente la deflación.
4) Que el equilibrio dinámico que auspicia como ideal nuestra doctrina
no es solamente económico, sino social y aun político, y nos
permitirá afianzar la independencia económica, consolidar la
justicia social y mantener nuestra soberanía política.
Estos son, en esencia, los principios básicos que informan nuestro
2° Plan Quinquenal de gobierno.
Sobre ellos debemos hacer el análisis de la situación actual
y sobre ellos habrán de estructurarse los planes anuales que en 1953
darán por iniciado nuestro plan y que echarán los cimientos
de su total y absoluta realización.
Una vez más me permito recordar, como en los primeros tiempos del 1er.
Plan Quinquenal: es necesario no empequeñecer el horizonte mirándolo
con lentes oscuros o con anteojos que limitan el panorama general.
Hay que pensar en grande, para sentir en grande, y para poner después
nuestra voluntad al servicio de las grandes empresas de la patria.
Por más que hayamos hecho, yo no tengo temor en afirmar que en esta
tierra todo está por hacerse.
La potencialidad económica del país es casi infinita. Es necesario
convertirla en riqueza y luego transformar la riqueza en bienestar social
y el bienestar social en felicidad.
Es la inmensa tarea que nos espera.
Solamente pensando con rotunda insensatez o con excesiva y enfermiza prudencia
puede hablarse de pequeñas cosas y de realizaciones mínimas
con el tono de un pesimismo inconfesable que sólo puede ser compatible
con un pueblo pequeño y vencido definitivamente.
Tenemos un pueblo nuevo y pujante que recién conoce la dignidad de
la justicia, de la soberanía y de la libertad.... ¿Podemos ofrecerle
como programa de su acción una tarea restringida y mediocre? ¿No
será mejor abrir todas las compuertas de su optimismo y encauzarlo
hacia el porvenir? Nada le falta para vencer en todos los frentes de su lucha.
Por todo ello, yo creo que es necesario avanzar por el camino ascendente del
equilibrio dinámico en lo económico, en lo social y en lo político,
y siguiendo al pie de la letra las normas del 2° Pian Quinquenal, realizar,
conjuntamente todos, gobierno, Estado y pueblo, la gran tarea que espera de
nosotros la patria y que nosotros debemos a las generaciones futuras.
En mi conversación de ayer dije que no había sistemas económicos,
sino momentos económicos, y que cada momento de un país debe
resolverse sólo mediante un buen análisis y la adopción
de las medidas que la situación del momento imponga.
Si algún sistema puede haber en relación con la solución
de los problemas que presenta la economía, no es nunca un sistema exclusivamente
económico.
La economía pura puede existir como ciencia, pero no puede existir
como realidad en la vida de los hombres ni de las naciones.
Esta verdad nos la está probando el mundo contemporáneo.
Hay quienes afirman que todo el problema del mundo actual es exclusivamente
social, y pretenden resolverlo con soluciones también exclusivamente
sociales.
Otros consideran que se trata de un problema exclusivamente político,
y quieren arreglarlo con medidas políticas.
Y la mayoría de los hombres y particularmente de los gobiernos creen
que "todo el problema" reside en arreglar la economía.
* * *
Nosotros venimos sosteniendo, desde hace casi diez años, que los problemas
sociales, económicos o políticos son como todas las cosas de
la vida: problemas complejos que se vinculan estrechamente unos con otros
y que no pueden ser analizados ni resueltos separadamente.
Cualquiera de los tres grandes aspectos de la vida de la comunidad que se
presente mal afectará a los otros dos.
El grave error de los sistemas que actualmente luchan por el dominio del mundo
reside sólo en esto: no abarcar lo social, lo económico y lo
político como una sola cosa, como un solo problema. . .
El individualismo capitalista ve el problema de mundo con un criterio económicopolítico
o políticoeconómico, según el caso.
El colectivismo comunista lo aprecia como un problema económicosocial
o socialeconómico.
Nosotros pensamos que la solución está en armonizar los tres
elementos fundamentales de la comunidad humana: lo social, lo económico
y lo político.
Por eso, frente a cada momento del país, nosotros ya hemos adoptado,
como una costumbre de buen gobierno, realizar un análisis de la situación
social, económica y política, y resolver los problemas de manera
conjunta y armónica.
Otra cosa importante en nuestro sistema es que tenemos siempre frente a nosotros
los grandes objetivos que nos hemos fijado y que hemos establecido como una
ley de la República:
1º) La felicidad del pueblo.
2º) La grandeza de la Nación.
Y nunca perderemos de vista las tres banderas que nos conducen a esos grandes
objetivos:
1º) La independencia económica.
2º) La justicia social.
3º) La soberanía política.
Así, por ejemplo, frente a cada situación, nosotros nos preguntamos:
¿ Cómo está el pueblo? ¿ Cómo han repercutido
en sus posibilidades de felicidad las medidas tomadas por el gobierno?
Y, una vez analizada la situación y conocido el problema, tratamos
de darle una solución que no nos desvíe de la marcha hacia nuestra
grandeza nacional y que no afecte la independencia económica, la justicia
social y la soberanía política.
* * *
Hoy he de referirme a la actual situación tal como nosotros la apreciamos
en sus diferentes y fundamentales aspectos.
En el orden político, la situación del país no ha sido
nunca, quizás, desde los comienzos de mi gobierno, tan definidamente
favorable al movimiento peronista, cuya bandera ha tomado decididamente el
pueblo.
Poco a poco, diversos sectores de la enconada oposición política
al primer gobierno peronista empiezan a comprender que no son los caminos
de la insidia, de la calumnia, del rumor, del encono, de la subversión
o del motín los que conducen al gobierno y benefician al pueblo.
Van reconociendo, explícita o implícitamente, la necesidad de
realizar aquello que tantas veces y casi hasta los límites del cansancio
he reclamado con insistencia: una colaboración eficiente y constructiva.
Frente a cada desborde de la oposición apasionada que tuvimos que soportar,
el gobierno, que tiene a su cargo una responsabilidad ineludible con respecto
al ejercicio de la libertad y de los derechos del pueblo, cuya voluntad abrumadoramente
mayoritaria representa, debió adoptar aquellas medidas que encauzasen
las actividades políticas de una composición delictuosa que
llegó a la insensatez de intentar la conquista del poder dos meses
antes de una elección general, como para impedir que se expresase libremente
la ciudadanía, incluso el sector que ellos decían representar.
Nosotros sabemos que en las campañas delictuosas de la oposición
no sólo se han movido intereses políticos partidarios de orden
interno, y muchas veces he denunciado que respondían a planes de origen
foráneo y particularmente provenientes de la mala voluntad y de la
mala fe con que siempre procedió, desde Braden para acá, un
"desgobierno" yanqui que será inolvidable para el mundo como
causa de muchas desventuras y desgracias.
A tal punto ha resultado probada nuestra acusación, que, a partir del
momento de la derrota del gobierno que pretendió agredirnos por todos
los medios confesados e inconfesables, el país vive políticamente
tranquilo y se van presentando todos los días signos evidentes de que
la oposición trata de rectificar sus yerros realizando una verdadera
purga de los hombres que sirvieron, mediante abundantes pagos en moneda "fuerte",
a los intereses extraños que pretendían volver a sojuzgarnos,
olvidándose de algo que es muy criollo: que por las buenas nos llevan
a cualquier parte; por las malas, "ni a misa".
Las actitudes de colaboración que van tomando poco a poco los sectores
políticos de la oposición han determinado, por nuestra parte,
un cambio progresivo de actitudes, y esperamos que esta noble actitud peronista
provoque una saludable reacción en las minorías políticas
que nos son adversas y comprendan de una vez por todas que sobre los intereses
personales y políticos están los grandes ideales de la doctrina
nacional.
Así, por ejemplo, yo debo informar al pueblo que, haciendo uso de mis
derechos como presidente de la República, he dispuesto la reducción
de condenas por los sucesos del 28 de septiembre de 1951, y que, en mi condición
de jefe del movimiento peronista, he solicitado a los diversos sectores del
mismo que depongan, en los debates en que suelen enfrentarse con la minoría,
toda actitud que no sea compatible con la dignidad y que acepten aquellas
actitudes de la oposición que tengan sentido constructivo.
La discusión total del 2° Plan Quinquenal en el Congreso Nacional
y en las legislaturas provinciales prueba, una vez más, la buena voluntad
del movimiento peronista, que, sintiéndose y sabiéndose fuerte,
puede permitirse el lujo de estas "debilidades", que si son bien
interpretadas es posible que nos permitan una convivencia política
más armónica y constructiva. De lo contrario, no nos quedará
otro camino que cumplir la voluntad del pueblo, y yo debo informar precisamente
a mi pueblo que ante cualquier amago de subversión delictuosa que pretenda
intentar la oposición, abusando de nuestra nobleza, yo cumpliré
también en esto con mi pueblo, que lo único que quiere es trabajar
en paz.
Tenemos demasiado que hacer como para ocuparnos de las maniobras rastreras
de la antipatria. Si alguna vez nos obligan a luchar, aceptaremos la lucha
hasta que en esta tierra se cumpla inexorablemente la voluntad del pueblo
soberano.
* * *
En el orden social la situación no puede ser tampoco más estable
ni promisoria en sus aspectos generales.
Los índices de conflictos gremiales de 1952 son otra vez los más
bajos que registra la historia sindical de la República.
El país ofrece hoy al mundo el extraordinario ejemplo de una organización
de sus trabajadores que nadie puede tachar en lo más mínimo
y que ha adquirido ya prestigio y renombre universal por su independencia
de criterio y de acción frente a las demás organizaciones sindicales
del mundo manejadas por los intereses del capitalismo o del colectivismo.
La Confederación General del Trabajo de la República Argentina
desenvuelve sus actividades sindicales en un régimen de plena libertad
y los trabajadores viven tranquilos al amparo de la justicia.
No sucede lo mismo en el resto del panorama sindical del mundo.
Por un lado, los gobiernos que sólo ven el problema actual del mundo
como un problema económicopolítico no advierten que la tranquilidad
social se funda en la justicia, en la justicia social, que todavía
sigue siendo una mala palabra en el diccionario del capitalismo.... que no
entiende -ni quiere entender- que ella es el último salvavidas que
le queda.
Por otro lado, los gobiernos que sólo ven el problema del mundo contemporáneo
en sus aspectos económicosociales olvidan que el equilibrio económicosocial
no tiene valor para los hombres que carecen de libertad...., otra palabra
destituida del diccionario del colectivismo tanto en el orden internacional
cuanto en el orden interno.
La República Argentina, armonizando en su acción los tres aspectos
fundamentales de la vida de la comunidad, ha logrado también, mediante
la aplicación de la doctrina peronista, el equilibrio estable de la
justicia con la libertad, y ello nos permite afirmar hoy sin ninguna duda
que somos prácticamente el único país del mundo que no
tiene problemas generales de naturaleza social.
* * *
Yo sé que hay problemas parciales derivados de limitadas situaciones
como consecuencia de momentáneos desequilibrios también parciales,
y que serán subsanados durante el año 1953 por la acción
conjunta del gobierno y del pueblo con la colaboración eficaz de las
organizaciones representativas del trabajo y de la economía recientemente
constituídas en la Comisión Económica Consultiva, que
actuará como medio de enlace entre las respectivas organizaciones del
pueblo y del Estado con el gobierno.
Yo sé también, tal como lo expresara en mi primera conversación,
que la deficiente y tardía aplicación de algunas medidas del
Plan Económico de 1952 ha determinado un cierto desequilibrio entre
precios y salarios, de poca importancia, pero evidentemente injusto si tenemos
en cuenta la cooperación y el sacrificio de los trabajadores en la
ejecución del mencionado plan.
Yo espero que la Comisión Económica Consultiva nos señale
el camino de las soluciones, sobrentendiendo que es principio fundamental
del peronismo subordinar los salarios al costo de la vida. Y que los salarios
serán aumentados si se mantienen o no se reducen los índices
del costo de la vida.
Considero, sin embargo, que se pueden adoptar medidas eficaces, ya que el
desequilibrio actual no es de mayor intensidad y responde a causas más
bien ficticias que reales.
El problema de algunos sectores pequeños en desocupación parcial
y el reducido porcentaje de desocupación total ha de ser rápidamente
resuelto por la gravitación de nuestro propio mecanismo económico.
Durante dos años la población agraria ha vivido a media ración....
La buena cosecha realizada promoverá una reactivación indudable
de la economía rural y a través de ella serán movilizados
algunos sectores industriales semiparalizados.
El proceso es simple y puede preverse que no será de larga duración.
Así, el campo devolverá a la ciudad y especialmente a sus industrias
el bienestar que la industria dió al país cuando el campo, por
causas ajenas a su voluntad, no pudo aportar su producción en beneficio
de la riqueza común de la Nación.
Una vez más se prueba que teníamos razón cuando, en 1946,
al presentar nuestro 1er. plan de gobierno, propugnábamos el equilibrio
agrario-industrial como solución de todos los problemas futuros en
el orden económicosocial y en sus repercusiones políticas.
Así se nos presenta la situación política y social de
la República en los comienzos del 2° Plan Quinquenal.
El análisis de la situación social orilla ya las fronteras de
nuestra situación económica.
Sobre ello quiero hablar de manera especial en mí próxima conversación.
Vuelvo a repetir una vez más: en todo este análisis nuestra
primera pregunta se refiere a la felicidad del pueblo.
El 2.° Plan Quinquenal está dirigido hacia ese gran objetivo.
Es lógico, pues, que en los umbrales de sus realizaciones se lo tenga
fundamentalmente en cuenta.
Nosotros seguimos fieles al pueblo, porque el pueblo nos ha probado a todas
luces su indudable lealtad y porque nosotros no sólo decimos, sino
creemos que "lo mejor que tenemos es el pueblo".
En mi conversación de ayer me referí particularmente a la situación
política y social de la República. Hoy he de hacerlo con respecto
a la situación económica en su más absoluta realidad.
En mi segunda conversación señalé ya cómo en 1951
habíamos llegado al punto máximo de inflación interna
y cómo el Plan Económico de 1952 nos había posibilitado
obtener, con los inconvenientes derivados de la aplicación tardía
de alguna de sus normas básicas, un cierto equilibrio estático.
Este equilibrio estático que se logró mediante la contención
de los gastos en general, ante la imposibilidad de obtener por nuestros propios
medios los recursos que habitualmente nos daba la producción agropecuaria,
no es, lógicamente, el ideal o el desiderátum de un país
que se siente y se sabe en posesión de una inmensa potencialidad económica
y de un pueblo que aprecia claramente sus posibilidades y que tiene la más
absoluta conciencia de sus condiciones y de su capacidad realizadora.
El momento económico puede definirse como un período de transición
entre un relativo equilibrio estático, ya alcanzado en su mayor parte,
y el comienzo de una marcha ascendente. pero no de inflación (que es
la forma positiva del desequilibrio. así como la deflación es
su forma negativa), sino de equilibrio dinámico.
El equilibrio estático consiste en acomodar las cargas sin cargar más....,
equilibrando los precios y los salarios, la producción y el consumo,
la oferta y la demanda, y estabilizando el crédito, la circulación
monetaria, etcétera.
El equilibrio dinámico, en cambio, consiste fundamentalmente en cargar
más, aumentando la riqueza y distribuyéndola lo mejor posible
mediante la economía social, primero, y la justicia social, después.
El 2.° Plan Quinquenal quiere precisamente desarrollarse dentro de ese
concepto de equilibrio dinámico, y el cumplimiento de sus previsiones,
medidas con toda precaución, nos ha de dar en términos generales,
al final del quinquenio, una mayor riqueza económica y un mayor bienestar
del pueblo.
Decía recién que el equilibrio estático alcanzado hasta
la fecha, y merced al cumplimiento del año económico, no es
absoluto sino relativo.
Algunos problemas sociales que fueron objeto de mi particular atención
en la conversación de ayer prueban precisamente lo que acabo de decir.
Los beneficios generales del Plan Económico, que nos han permitido
alcanzar la orilla de 1953 sin entregamos en nuestra lucha por la justicia
social, la independencia económica y la soberania politica, han tenido,
en algunos casos, como contrapartida, resultados parciales que han perjudicado
a algunos sectores del pueblo.
Nosotros nunca lo ignoramos, y aparte de las medidas especiales ya tomadas
hemos de adoptar otras que podrán, sin duda, remediar tales situaciones.
Así, por ejemplo, en el Plan Económico 1952 pedí al pueblo
que adquiriese menos artículos de vestir.....
Lo hice:
1º) En previsión de la crisis textil por sobreproducción
que amenazaba al mundo entero y, por lo tanto, al país.
2º) Para contrarrestar el desusado aumento de los precios provocado por
el espíritu especulador de algunos industriales textiles que, no contentos
con estafar al Estado a costa de las divisas del país, estafaban al
pueblo desvalorizando sus salarios con extraordinarios incrementos en los
precios del vestuario.
Las medidas adoptadas lograron en parte su objetivo. Prácticamente,
el país no ha tenido la profunda crisis textil que sigue afectando
a los grandes países productores del mundo.
La desocupación textil ha llegado a ser real en muy contados casos,
ya que la mayor parte de las fábricas ha seguido trabajando, aunque
con turnos rotativos.
Esta solución, que nos ha permitido capear el temporal –aunque
con lógico sacrificio-, tiene sus causas eficientes:
1º) En la actuación orgánica del sindicalismo, que ha defendido
lealmente los intereses profesionales de sus afiliados.
2º) En el seguro de nuestras leyes sociales, que, mediante la imposición
de altas indemnizaciones por despido, ha evitado muchas veces el cierre de
las fábricas.
En la actualidad se estudian por los organismos auxiliares del Estado los
casos particulares, a fin de ir solucionando los problemas de cada industria
de manera satisfactoria. Y las metas y objetivos del 2.° Plan Quinquenal
abren nuevos horizontes a las fábricas textiles bien organizadas.
No quiero terminar este tema sin señalar que tales han sido las previsiones
de mi gobierno en relación con el problema de la industria textil que
ya en 1947, previniendo el actual desequilibrio de su desarrollo, prohibimos
la importación de husos, a fin de evitar una mayor paralización
que la actual.
* * *
Otro ejemplo en la materia que vengo destacando es el de la industria metalúrgica.
La metalurgia argentina está -por su condición actual de industria
pequeña o mediana- prácticamente subordinada en su evolución
al índice de la industria de la construcción.
El Estado, en virtud del Plan Económico 1952, detuvo su plan de construcciones
de carácter oficial y desalentó las suntuarias y de lujo, y
aunque se mantuvo el nivel de los créditos bancarios para la construcción
privada de viviendas, la contención de la industria de la construcción
determinó como causa básica o principal una paralela contención
de la industria metalúrgica.
El beneficio general -menores costos de la construcción en general
y restablecimiento del equilibrio necesario entre construcciones oficiales
y privadas- produjo también el efecto negativo particular que acabo
de señalar sobre una de nuestras industrias más extendidas,
como es la metalúrgica.
No obstante ello, debo destacar también en este caso la cooperación
de las organizaciones sindicales y económicas, pues no promovieron
situaciones de fuerza, conciliando en la mayor parte de los casos los intereses
del capital y del trabajo, que conjuntamente realizaron un evidente sacrificio
en aras del bienestar general.
En los últimos tiempos del año económico 1952 la industria
de la construcción recibió ya el impulso del crédito
hipotecario planificado, y con ello la actividad de la construcción
y las actividades metalúrgicas empezaron a recobrar nuevamente su ritmo,
que irá creciendo de manera progresiva durante este año, según
nuestras previsiones.
* * *
He de permitirme citar algunas cifras que prueban cómo ha cumplido
también el Estado con el Plan Económico particularmente en cuanto
se refiere al problema de la vivienda.
El 18 de febrero de 1952 anuncié que el Estado estimularía la
construcción privada de viviendas.
Las cifras del crédito hipotecario nacional son concluyentes.
En 1950 se otorgaron 23.000 créditos, por valor de 1.200 millones de
pesos; en 1951, 25.000 créditos, por valor de 1.029 millones de pesos,
y en 1952, 34.700 créditos, por valor de 1.700 millones de pesos.
Por otra parte, el crédito ha sido planificado orientándolo
hacia aquellas zonas del país en que las restricciones impuestas en
materia de obras públicas habían determinado una menor actividad
obrera e industrial de la construcción.
* * *
Tampoco ignoramos que las restricciones crediticias y del consumo en general
determinaron como consecuencia una disminución de algunos índices
en la actividad económica del país, especialmente en las de
orden industrial, que he mencionado expresamente, y en el comercio en general,
como consecuencia lógica de las restricciones aconsejadas y efectivamente
cumplidas por el pueblo y por los organismos del Estado.
Algunos industriales o comerciantes que no creyeron en los efectos del Plan
Económico y no tomaron las previsiones consecuentes han creado, por
cuenta de ellos, toda una organización financiera privada que, mediante
préstamos a elevados intereses, ha neutralizado en parte la disminución
en los costos que debió producirse con mayor intensidad ante el retraimiento
general de la demanda o del consumo.
Esta situación, felizmente, no fue generalizada y se desarrolló
en el terreno de las empresas industriales o comerciales de escasa responsabilidad.
En cambio, las empresas responsables, ante la imposibilidad de acudir al sistema
financiero usurario, prefirieron demorar el cumplimiento de sus obligaciones
comerciales y aún de sus pagos en materia de impuestos y aportes jubilatorios.
* * *
Todos estos aspectos "aparentemente negativos" del Plan Económico
no hacen otra cosa que confirmar la necesidad que teníamos de tomar
las previsiones que lo integraban.
Si hubiésemos otorgado mayores créditos a la industria ello
hubiera perjudicado el campo, que sólo pudo trabajar en 1952 -¡después
de tres años de sequía!- en base al crédito de los bancos
oficiales, y' no tendríamos hoy la cosecha que estamos convirtiendo
en divisas y, más que en divisas, en materias primas y maquinarias
para la industria y para el campo.
Si no hubiésemos aconsejado disminuir el consumo tendríamos
hoy necesidades mucho mayores en materia de importaciones, con el consiguiente
gasto de divisas, y no dispondríamos de los saldos exportables que
nos proveen de combustible y materiales indispensables para la marcha económica
nacional.
Cada medida por nosotros prevista y por nosotros cumplida o por el pueblo
ha tenido, tal vez, algunas repercusiones negativas, porque es necesario apreciar
que se trataba de un plan de contención; pero yo me pregunto: ¿cómo
estaríamos hoy si no lo hubiésemos concebido, adoptado y cumplido?
¿Y cuál sería nuestra situación nacional si el
esfuerzo de los agricultores no hubiese sido premiado con las cosechas prodigiosas
que estamos comercializando?
La única solución hubiese sido, sin duda, la que cité
en mi primera conversación: el empréstito, el sometimiento solapado,
mucho más doloroso e indigno que el sometimiento franco de la derrota.
Por eso, con todos sus efectos aparentemente negativos, el Plan Económico
tiene un mérito fundamental en la historia de estos últimos
años: haber salvado al país de su entrega acaso incondicional
y con todas las consecuencias sociales y políticas que soportan los
países que deben agachar la cabeza.
* * *
En otro orden de cosas, y para reseñar los resultados indudablemente
positivos del Plan Económico en sus aspectos parciales, quiero señalarlos
de manera especial.
Ellos son:
1º) La eliminación casi total del derroche y de los gastos innecesarios
en materia de consumo.
2º) El extraordinario aumento de las áreas sembradas, superiores
en más de 2.000.000 de hectáreas a las de 1951.
3º) El restablecimiento del equilibrio agroindustrial, imprescindible
para el progreso armónico de la economía que nosotros propugnamos.
4º) La racionalización general iniciada en todas las actividades
económicas, determinada por la escasez de medios disponibles: materiales,
maquinarias, dinero, etcétera.
5º) La mecanización agraria y la creación de una verdadera
conciencia nacional que nos impone trabajar por nuestra propia industria mecánica
rural y, en consecuencia, por toda nuestra industria pesada y por la siderurgia
argentina.
6º) El desarrollo de nuevas actividades económicas y la explotación
de nuevas riquezas, tales como la que constituye nuestra infinita riqueza
pesquera.
7º) La planificación crediticia, que vino a terminar definitivamente
con la discrecionalidad que facilitaba la especulación en todas sus
formas o bien las explotaciones absolutamente irracionales y antieconómicas.
8º) Un control más realista de nuestras importaciones creó
en el ambiente económico una consigna que no deberá olvidarse:
las divisas del país, como el capital de una empresa, no deben invertirse,
como regla general, sino en aquellas importaciones que sean útiles
al bienestar común, produciendo bienes de consumo interno o de exportación
conveniente.
9º) Un balance de pagos mucho más favorable que el que podíamos
prever en febrero de 1952 haciendo los cálculos más optimistas.
10º) La disminución en el ritmo del crecimiento en los medios
de pago, que prácticamente ha correspondido a las disponibilidades
de bienes que podía adquirir realmente la población.
11º) Una reducción evidente en el ritmo de los precios mayoristas.
En 1951 el costo de la vida elevó su nivel en un 51 %, mientras que
en 1952, pese a los aumentos de un 80 % registrados en los salarios en casi
todos los convenios colectivos celebrados, sólo llegó al 14
%.
Este 14 % significa todavía un saldo negativo para los trabajadores
que deberá ser conjurado mediante la acción conjunta de las
organizaciones económicas y sindicales, además de las medidas
que el gobierno ha de tomar en defensa del poder adquisitivo de los salarios.
Esta es la situación general del país en los comienzos del 2º
Plan Quinquenal de la República.
El cumplimiento de sus objetivos deberá realizarse plenamente y en
forma armónica a partir de este momento y de las situaciones que he
querido analizar ante el propio pueblo, que es el primer interesado y el primer
beneficiario del Plan Quinquenal.
Cómo habrán de cumplir el Estado y el pueblo su gran misión
en estos años, y particularmente en 1953, será el tema de la
última conversación de esta serie destinada a la información
de todos los argentinos.
La aplicación del 2º Plan Quinquenal en 1953 ha de ser realizada
teniendo en cuenta la situación que hemos venido analizando y en base
a los principios generales enunciados en mi segunda conversación.
En sus aspectos generales, la ejecución del plan durante el año
1953 se desprende de sus mismos objetivos; pero, si en algún aspecto
deseo insistir particularmente, es en todo cuanto se refiere a la organización
del pueblo. .
La organización integral de la comunidad es básica, absolutamente
básica, para que el 2º Plan Quinquenal sea totalmente realizado
en los objetivos que competen al pueblo.
No solamente me refiero a la organización social, que es, acaso, la
más eficiente en su desarrollo.
Deben desarrollarse al máximo y en orden al bien común de la
Nación las organizaciones económicas y aun las organizaciones
políticas.
Desde hace muchos años vengo bregando por la organización del
pueblo en estos tres aspectos fundamentales de su vida.
No se puede pensar en el progreso equilibrado y armónico de un país
cuyas fuerzas populares no han logrado nuclearse en organizaciones representativas
-¡auténticamente representativas!- de la voluntad, de los sentimientos
y de los ideales que sustenta la comunidad.
El desarrollo armónico de las organizaciones sociales, económicas
y políticas crea el equilibrio necesario que posibilita:
1º) La defensa de los intereses correspondientes del pueblo.
2º) La acción del Estado, cuya tarea se ve así facilitada
por la concurrencia de un asesoramiento responsable que le permite al gobierno
hacer de manera efectiva lo que el pueblo quiere.
Por todo ello deseo que este primer año del 2° Plan Quinquenal
sea orientado por una gran finalidad: la que encabeza, por así decirlo,
todo el plan y que está contenida en sus primeros objetivos.
El gobierno de un país ya no puede ejercerse eficientemente con el
solo auxilio de los organismos estatales y no puede tampoco realizarse mediante
su propia organización político-administrativa. Requiere que
participen en sus tareas de conducción las organizaciones del pueblo.
Insisto particularmente en que el pueblo se organice racionalmente en sus
actividades básicas o fundamentales, porque es el único camino
que nos posibilitará la total realización de nuestro plan.
El Estado también deberá racionalizar sus cuadros administrativos,
a fin de lograr el más alto grado de eficiencia orgánico-funcional.
En este aspecto confío también en la propia acción de
las organizaciones del pueblo. Ellas, mediante su acción permanente,
obligarán al Estado a que afine su sensibilidad ante los problemas
del pueblo, coordine sus funciones racionalmente y las ejerza con eficiencia
y prontitud.
En otro orden de cosas, es fundamental que en la primera etapa de este 2°
Plan Quinquenal de gobierno cada argentino conozca en general todos los objetivos
que nos proponemos cumplir y en particular aquellos que sean propios de su
tarea en la vida.
Para hacer algo -aunque parezca una perogrullada-, lo primero es saber lo
que se quiere hacer, y estar convencido de que es necesario hacerlo.
Lógicamente, el 2° Plan Quinquenal no tiene objetivos individuales....
no determina metas egoístas.... Es -como lo he dicho otras veces- el
plan de todos y para todos, el plan del pueblo y para el pueblo.
Por eso, para realizarlo no basta con conocer -así sea de memoria-
los 880 objetivos que lo componen.
Es necesario tener un profundo sentimiento de solidaridad, una clara conciencia
social que ha de estar golpeando todos los días sobre la voluntad de
cada argentino.
Es la suma de 18.000.000 de voluntades puestas sobre los 880 objetivos del
plan el gran secreto de su realización.
Por eso también acabo de insistir en la organización de la comunidad.
.. porque no es el espíritu gregario o individualista el que crea la
felicidad del pueblo y la grandeza de la nación, sino el espíritu
de solidaridad, el sentido exacto de la responsabilidad social que todos tenemos
y que se obtiene solamente en las organizaciones populares.
* * *
En orden a los problemas predominantemente sociales que he señalado
anteriormente, considero que las distintas medidas de carácter económico
que prevemos tomar en común acuerdo con la Comisión Económica
Consultiva, que representa a la central de los trabajadores y de los empresarios,
han de ser la solución adecuada de los mismos.
Los problemas generales de gravitación social dependen del propio esfuerzo
de todos.
La felicidad de los pueblos, como la de los hombres, no se consigue sin esfuerzo,
y a veces el esfuerzo demanda sacrificios.
En este año 1953 es necesario, como siempre, producir más.
Hay una sola manera de vivir mejor, de obtener un mayor bienestar social,
y es aumentando las riquezas efectivas de la comunidad.
Nosotros no aspiramos a ser ricos con la ayuda de nadie.... porque es muy
difícil que alguien nos dé dinero sin que l0 considere una limosna,
y nosotros ya estamos escamados de que se nos lleven después la limosna
con el santo a cuestas.
Podemos ser un pueblo rico, pero eso sólo l0 lograremos trabajando,
sacando con nuestro trabajo los bienes que la naturaleza nos está ofreciendo
y convirtiéndolos después, mediante una justa distribución,
en bienestar social o, mediante buenos negocios, en una mayor riqueza, fuente,
a su vez, de mayor bienestar.
* * *
En el orden económico propiamente dicho, el plan anual de 1953 ha de
fundarse en los siguientes principios básicos, que habrán de
convertirse en realidad mediante los planes discriminados en los organismos
del Estado y de las organizaciones del pueblo:
1º) 1953 debe presentar el comienzo de una nueva etapa en la economía
nacional, etapa que desde ya podemos caracterizar diciendo que no ha de ser
de contención sino de progreso, que no será de desequilibrio
inflatorio o deflatorio sino de equilibrio económico, pero no estático
sino dinámico.
2º) El desarrollo dinámico de la economía nacional deberá
realizarse mediante el equilibrio de la producción agropecuaria con
la producción industrial que ya poseemos. Sobre este equilibrio armónico
se iniciará en 1953 el desenvolvimiento moderado de la industria pesada
que exige el desarrollo pleno de la siderurgia nacional.
3º) La producción agraria deberá tener siempre a la vista
los objetivos fijados en el Plan Quinquenal (Capítulo "Acción
Agraria"). El Estado concurrirá a su ejecución mediante:
a) Precios remuneradores y anticipados para cereales y oleaginosos;
b) Crédito agrario planificado, que se integrará por el Banco
de la Nación Argentina con las nuevas determinaciones del 2° Plan
Quinquenal en materia de vivienda rural y propiedad de la tierra;
c) Desarrollo de la mecanización rural mediante el auspicio total de
la industria agrícola argentina y el mantenimiento del tipo de cambio
actual de $ 7,50 o su equivalente en otras monedas para las máquinas
que deban importarse;
d) La asistencia técnica del gobierno a los agricultores, a fin de
procurar mayores rendimientos de las áreas sembradas y una mayor resistencia
de los granos frente a la acción destructora de las plagas;
e) Organización total de los productores en un sistema nacional de
cooperativas, sistema que será responsable del cumplimiento de los
derechos y obligaciones que el propio Plan Quinquenal les otorga y establece.
4º) La producción ganadera seguirá siendo objeto de las
normas del Plan Económico en cuanto a su estímulo en general
y las restricciones del consumo de carne vacuna, que será substituida
por otros tipos de alimento y en especial por carne de pescado y de cerdo,
cuyos índices de producción conviene mantener.
5º) La actividad ganadera destinada a la producción de leche de
consumo y de leche industrial podrá ser desarrollada sin limitaciones
de ninguna naturaleza, puesto que no sólo existe en algunas zonas del
país un apreciable déficit en el consumo, sino que, aun más,
la producción industrial de origen lácteo es de fácil
y conveniente colocación en el mercado exterior, particularmente para
la República Argentina, que no ha necesitado subvencionar esta actividad.
6º) La producción industrial, teniendo siempre en vista los objetivos
del 2° Plan Quinquenal, deberá retomar en 1953 el ritmo normal
de sus actividades y tratar de recuperar en este año los índices
de 1951. Esta reactivación habrá de ser obtenida mediante:
a) El incremento del poder adquisitivo de la población, particularmente
de la población agraria, que ha soportado tres años de escasez
y que está recibiendo ya el fruto de los esfuerzos de producción
realizados en 1952;
b) El aumento de bienes de importación, como resultado de las buenas
perspectivas que ofrece el balance de pagos;
c) La influencia reactivadora inicial del 2° Plan Quinquenal;
d) El incremento planificado del crédito bancario industrial destinado
a reducir los endeudamientos excesivos de las empresas; disminuir los atrasos
en los pagos comerciales, de impuestos y de aportes al sistema de previsión
social;
racionalizar las industrias de manera progresiva, a fin de evitar las consecuencias
económico-sociales de una racionalización a corto plazo;
e) Estas medidas, así como la planificación en la distribución
de divisas para las necesidades industriales, serán realizadas con
el asesoramiento de la Comisión Económica Consultiva, que representa
a los intereses económicos y a los trabajadores, en cuanto ellos cumplen
no sólo una función social, sino también una eminente
función económica.
Las empresas deberán cooperar, a su vez, con el gobierno y con la población,
mejorando, en lo posible, los procesos de producción y racionalizando
eficientemente el proceso de comercialización, utilizando en lo posible
el sistema de cooperativas de consumo y de proveedurías oficiales o
sindicales. De esta manera, sin perjuicio de sus ganancias, podrán
reducir los costos. La Comisión de Precios y Salarios ha probado fehacientemente
que el costo de la vida —cuyo aumento, según las cifras obtenidas
por la misma, fue de un 9,9 % en 1952, aunque las estadísticas oficiales
señalan un 14 %— se reduce a un 2 % cuando las compras se efectúan
en mercados, proveedurías o cooperativas de consumo.
7º) La industria de la construcción, particularmente, que ya ha
iniciado su reactivación en el segundo semestre de 1952, seguirá
en ascenso, a pesar de las restricciones que el Estado se ha impuesto en el
primer año del Plan Quinquenal en cuanto se refiere a las obras públicas.
La reactivación aludida será determinada por el cumplimiento
del 2.° Plan Quinquenal en materia de vivienda mediante su incidencia
en la actividad privada y el apoyo crediticio hipotecario.
La actividad privada deberá responder al apoyo del Estado reduciendo
al máximo los costos de la edificación.
Las construcciones de viviendas rurales serán alentadas al máximo
con los siguientes fines:
a) Convertir el producido de las cosechas en bienes inmuebles que habrán
de valorizarse;
b) Solucionar en parte el problema de la vivienda rural;
c) Arraigar la población agraria;
d) Descongestionar las grandes ciudades, contribuyendo así a disminuir
la incidencia de alquileres o gastos de vivienda en el costo de la vida y
a la solución de los problemas de desocupación inaparente o
parcial a que aludí en el análisis general de la situación;
e) Aumentar las áreas de explotación que fueron abandonadas
en el momento de la reactivación industrial que se realizó en
los comienzos del 1er Plan Quinquenal.
8º) El comercio interno -mayorista y minorista- retornará progresivamente
su actividad de 1952, pero deberá orientarse hacia la satisfacción
de las demandas rurales de la zona beneficiada por la producción agraria.
Es conveniente que el comercio mayorista, lo mismo que las fábricas,
procure abaratar los precios de sus productos mediante la creación
de enlaces directos con las entidades comerciales sin fines de lucro (proveedurías,
cooperativas de consumo, etc.).
Esta acción ha de ser progresivamente aplicada, pero no significa la
supresión del comercio minorista, que sólo será limitado
en forma natural cuando no colabore con el Estado en su lucha por suprimir
alzas injustificadas en los precios.
Es aconsejable que las propias fábricas y comercios mayoristas fijen
los precios máximos en todos aquellos casos en que no los fije el Estado,
defendiendo el poder adquisitivo de los ingresos del pueblo.
El Estado cooperará mediante créditos adecuados con las industrias
y comercios que cumplan con estas normas y consejos, que tienden a promover
el saneamiento y la consolidación financiera de las empresas honestas
y bien organizadas.
9º) El comercio exterior será indudablemente activo en 1953, y
las exportaciones ya comprometidas o de fácil colocación nos
permitirán realizar las adquisiciones de los elementos que necesita
el país y particularmente la industria actual y la actividad agropecuaria.
a) El gobierno no deja de tener en cuenta las posibilidades de realizar adquisiciones
que se financien como aporte de capitales.
La actividad económica privada vinculada al comercio exterior deberá
tener en cuenta estas posibilidades, cuidando siempre de que se trate de reales
importaciones de capital. El capital honrado y los hombres de empresa que
acepten sin reservas la política social de nuestra doctrina y los principios
que acerca de la función social del capital se establecen en el 2°
Plan Quinquenal tendrán el apoyo total y decidido del Estado;
b) Las importaciones serán realizadas con criterio selectivo, y particularmente
serán alentadas las que nos proveen de materias primas, combustibles
y bienes de capital, así como las importaciones de aquellos países
que acepten los principios de nuestra posición internacional en materia
de comercio exterior, incluída como objetivo en el 2.° Plan Quinquenal
de la Nación;
c) Las exportaciones recibirán el estímulo necesario que contribuya
a la consolidación de la producción nacional.
Con tal motivo hemos creado la Comisión Nacional de Fomento de las
Exportaciones en el Ministerio de Comercio Exterior, y con el asesoramiento
de la misma se dispondrán aquellas medidas de tipo cambiario que se
juzguen indispensables para la solución de los problemas económicos
y sociales de cada actividad.
10º) La economía popular y familiar ha de regirse por los principios
y consejos generales que diera en el Plan Económico. La regla sigue
siendo:
a) No derrochar;
b) Comprar donde se vendan productos de mejor calidad y de mejores precios;
c) Adquirir preferentemente artículos de fabricación nacional,
particularmente los que provengan de la industria textil y metalúrgica
y de toda la industria manufacturera nacional, siempre que mantengan por lo
menos los precios actuales;
d) El consejo del Plan Económico relacionado con la huerta familiar
queda en pie, ya consolidado por una franca experiencia favorable;
e) El consumo de pescado debe ser mantenido y aun incrementado no sólo
por razones económicas, sino por razonas vinculadas a la salud del
pueblo;
f) Las proveedurías sindicales y las cooperativas de consumo siguen
contando con el apoyo total del gobierno, tal como se establece en el Plan
Quinquenal.
* * *
El Plan Económico ha creado ya evidentemente en el pueblo argentino
un verdadero ordenamiento de su propia conducta en relación con las
inversiones que realiza.
Yo me alegro profundamente de que así sea, porque ello significa que
el pueblo argentino no sólo es lo mejor que tenemos por sus sentimientos
y por sus ideales, sino también por su carácter, evidenciado
con creces en el cumplimiento de tan pequeños detalles como el que
acabo de señalar en relación con la economía familiar
y popular.
Solamente los pueblos de carácter que saben ser sobrios tienen vigencia
en la historia. El carácter se manifiesta no sólo por las grandes
realizaciones de la voluntad, sino por la tenacidad y el heroísmo que
significa el simple y prosaico deber de cada día.
Lo que yo quiero de los argentinos, lo que yo les pido en nombre de la patria
(que es la unión fraterna y solidaria de los 18.000.000 de habitantes
que la integran), es que cada uno sepa cumplir con su propio deber, en el
lugar en que Dios lo haya puesto en la vida, por humilde que sea; pero con
profundo sentido de la responsabilidad nacional, ¡como si en su banco
de clase, en su condición de ama de casa, en sus tareas de obrero,
en sus funciones de dirigente social, económico o político,
tuviese todas las responsabilidades que hoy pesan sobre mis propias espaldas
de presidente de la República!
Cuando cada argentino cumpla su deber social como si tuviese tanta responsabilidad
sobre sus hombros, la República Argentina y el pueblo argentino serán
lo que tienen que ser, lo que América y aun el mundo espera de nosotros:
que cumplamos la misión histórica que la Providencia nos ha
asignado en esta hora difícil de la humanidad.
Yo sé que mañana la minoría opositora -que por ello se
llama minoria- dirá que estamos enfermos de megalomanía. Nosotros
debemos aceptar con orgullo la acusación.
Preferimos ser un pueblo de hombres enfermos de grandeza que una masa -como
la que ellos representan- enferma de pequeñez y de mediocridad.
Así, con la plenitud de mi optimismo, que permanece de pie; erguido
sobre todas las dificultades -y acaso por eso mismo más erguido aún-
y sobre todas las amarguras que golpean y golpearon sobre mi corazón,
yo pido a cada argentino que realice nuestro 2º Plan Quinquenal pensando
que en el origen de todas nuestras realizaciones siempre hay una finalidad
esencial, que es la felicidad común, y que en las raíces de
nuestras acciones hay siempre una causa.... una sola razón: la que
nosotros tantas veces hemos dado como fundamento de todo cuanto llevamos hecho
y que se expresa en la doctrina peronista mediante una frase muy breve pero
muy fecunda: el amor es el único que construye.
Si cada argentino se dedica a trabajar con este lema a la vista, el 2°
Plan Quinquenal será realizado en menos de cinco años.
Yo espero que así sea porque confío en el pueblo, y en este
caso confío plenamente. Con los hombres tal vez se pueda seguir el
consejo de Ruyard Kipling: "confía en los hombres, pero nunca
demasiado"; mas en un pueblo, y en particular en un pueblo como el nuestro,
se puede confiar, y yo confío sin ninguna limitación.
Sobre estas bases de absoluta confianza hago este llamado final a todos los
argentinos: ¡es necesario tener fe. .. porque el porvenir es nuestro!
La palabra del general Perón al presentar al Congreso Nacional su proyecto
de ley para la aprobación del 2.0 Plan Quinquenal, ha sido suficientemente
ilustrativa, en sus líneas generales, y tanto en la exposición
del ministro de Asuntos Técnicos, como en la de los legisladores peronistas
que intervinieron en la discusión del mismo, ha quedado perfectamente
establecida la significación fundamental del plan para la consolidación
de los postulados básicos de nuestro movimiento y para el porvenir
de los argentinos.
Quizá con el tiempo quede perfectamente establecido que ha sido una
característica de este siglo XX esa tendencia hacia la planificación
que nos permite afirmar que ningún Estado contemporáneo puede
permanecer ajeno a ella.
Ya están lejanos los idílicos días en que los teóricos
de la economía libre, con evidente abstracción de los hondos
problemas que perturban la s9ciedad de su época y con una absoluta
falta de comprensión sobre ciertos fenómenos, sostenían
los principios del más puro individualismo en todos los órdenes
de la vida.
Se necesitó llegar a la cuarta década del siglo XX, para que
aun aquellos países que por su ideología tradicional parecían
más alejados de un tipo de concepción como el que informa la
planificación, comprendieran que ella era indispensable para poder
desempeñarse con acierto en un mundo terriblemente crítico.
La experiencia de dos guerras mostró las ventajas de la misma, pero
en esta novedad había un error de perspectiva histórica, porque
la ordenación de las actividades no es un fenómeno exclusivamente
contemporáneo, sino que ha existido en otros momentos de la evolución
humana, aunque no con el cuidado y el perfeccionamiento con que lo hacemos
en la hora actual.
Podríamos afirmar que la planificación es un fenómeno
vinculado con la esencia del individuo. No en vano los psicólogos han
insistido en esa característica de la prospección que nos hace
elaborar a nosotros nuestro propio destino. Seymour E. Harris señala
en su obra La planificación económica, lo siguiente: "La
planeación es parte de la vida de todos. El ama de casa planea su presupuesto
y distribuye su tiempo; y los hombres de negocios, del mismo modo presupuestan
su tiempo y sus recursos. La planeación no es una novedad en la vida
pública norteamericana. Ciertamente, el plan de Hamilton para el desarrollo
de las manufacturas, fue una primera proposición para una economía
planificada; y ha habido numerosos planes en la historia norteamericana, aun
antes de que el New Deal, por la introducción de{ Consejo Nacional
de la Planificación de los recursos, acelerase el movimiento hacia
un plan."
Señalo este aspecto con referencia a un país, que a juicio de
muchos ha seguido dentro del viejo régimen de la economía libre,
porque evidentemente el debate sobre la planificación se ha convertido
en el tema del momento.
Existe una gran confusión que impide la clara comprensión del
problema. Pero es evidente que en este debate la victoria se inclina hacia
los partidarios de los planes porque existe una serie de circunstancias nuevas
que obligan a los países a tomar una posición definida.
Mannheim ha insistido, y no es el único, en la significación
que adquieren las nuevas técnicas sociales. Por eso la sociedad no
puede moverse hoy y determinarse por idénticos procedimientos que hace
cien años. Frente a quienes insisten en vincularla con determinado
tipo de gobierno o de Estado, ha- insistido en que no es mala la planificación
sino el espíritu que la informa. Y así como hay una que puede
llevar a la autodestrucción por el olvido de valores fundamentales
referente a la persona humana, también puede existir una planificación
para la libertad.
En segundo lugar nosotros hablamos muchas veces de la revolución industrial
como un fenómeno que pertenece al pasado; pero nada más inexacto,
porque la revolución industrial se está realizando día
a día, con las nuevas conquistas en el campo científico y con
la incorporación de nuevas naciones que han puesto su meta en la industrialización
del país. Ello obliga a una defensa de sus propios intereses frente
a fuerzas más poderosas y a una educación integral de los pueblos
para que comprendan el sentido de la obra que quiere realizarse. El autodesarrollo
técnico obliga, asimismo, a la intervención del Estado en una
multitud de actividades que por su carácter riesgoso no puede realizar
la iniciativa privada.
Pero aún existen otras razones entre las cuales la inestabilidad económica.
El Estado contemporáneo que ... masas, obliga a considerar a todos
los componentes de los pueblos no quieren volver a la crítica situación
.... las dos grandes guerras en que el paro en masa fue la única perspectiva
que tenían las clases más humildes de la sociedad.
Así, ha pasado a ser tema de las aspiraciones colectivas la insistencia
en la seguridad económica y en que el hombre, en la misma forma en
que quiere realizar su destino en el plano individual, cultural y político,
también quiere realizarlo en el terreno económico.
Ya no puede existir una disociación incomprensible entre la economía,
la política y la ética, porque los valores morales ocupan un
rango superior en el orden jerárquico. El sistema de economía
libre no pudo resolver ese problema, y, por ello, la filosofía del
siglo XX no admite que un Estado pueda ser prescindente en el orden social,
porque ello significa el conflicto, la lucha permanente ante la no solución
de problemas que afectan a lo esencial del ser humano. El Estado del siglo
XX debe ser un Estado justo, no un Estado injusto, ni prescindente ante los
problemas que plantea la realidad social. Y como el pueblo espera que realice
los fines que él desea, la función del Estado por sus organismos
típicos es la de prever el futuro para que éste se mueva dentro
de líneas que aseguren el bienestar social, y para asegurarlo se convierte
en indispensable la planificación. Frente a ella, en el orden de la
producción, por ejemplo, sólo hay una alternativa: o ésta
es dirigida por los monopolios que responden a un sector pequeño de
la sociedad, o es dirigida por el gobierno, que, dentro del régimen
democrático, es el intérprete de la voluntad de la mayoría.
El individualismo pudo sostenerse teóricamente mientras amplios sectores
de la población permanecieron alejados de la vida política.
Las clases gobernantes estaban de acuerdo en los fines que para ellos eran
esenciales, y así el siglo pasado conformó doctrinariamente
lo que se ha llamado la democracia liberal. Pero ésa no es la situación
presente, porque al intervenir todos en la vida política, hay una inmensa
mayoría que no está de acuerdo con los sectores privilegiados.
Hay divergencias fundamentales que afectan el mantenimiento del viejo orden
social. Resulta así evidente, porque lo prueba la experiencia histórica,
que la justicia social no se hace efectiva dentro de los principios de la
economía libre y de la antigua filosofía liberal.
Por eso dice acertadamente Landauer, en su Teoría de la Planificación
Económica, lo siguiente : "Una vez establecida la democracia política,
el movimiento hacia una mayor igualdad económica llegó a ser
tan irresistible como el ímpetu de la marea. No tiene sentido lógico
reconocer la responsabilidad y valor de toda persona como ciudadano,
y obligarla, al mismo tiempo, a depender para su subsistencia de la decisión
arbitraria de otros. Es prácticamente imposible impedir que las masas
empleen el voto para conseguir tantas mejoras económicas como les sea
posible y es siempre probable que aspiren a realizar tales mejoras empeorando
la posición de los pocos privilegiados. Desde mediados del siglo XIX
nos hemos visto siempre obligados a enfrentarnos al problema de reconciliar
un orden de vida económica esencialmente aristocrático, en el
que la desigualdad tiene una función definida, con la democracia política.
"La planificación ayuda a resolver este problema de dos maneras.
La primera ya la conocemos: la planificación hace que sea más
fácil impedir, o al menos contrarrestar, los efectos indeseables de
las medidas igualitarias. Pero la planificación disminuye también
la urgencia con que se desea la igualdad, dando satisfacción a algunos
de los motivos que están detrás de ésta. Los pobres no
sólo se oponen a la existencia de gentes que pueden consumir muchos
más bienes que ellos; se oponen más todavía a la facultad
de los privilegiados de decir quién conservará su empleo en
épocas de depresión industrial y quién se elevará
sobre el rango del obrero común. Más de la mitad del problema
de la igualdad se resolvería si pudiese lograrse la estabilización
de tal forma que no hubiera más épocas en que escasearan los
empleos, y si un hombre o una mujer de capacidad media, cuando su patrón
habitual tiene algún prejuicio contra él, lograse encontrar
siempre un puesto con otro patrón.
"El principal motivo de disgusto de la persona de tipo medio, en su actitud
frente a las cuestiones sociales, ha sido el poder que pueden ejercer los
miembros de la clase de los empresarios o los gerentes sobre otros individuos.
Pero la vanguardia intelectual de los pobres también se ha preocupado
mucho por las decisiones que puede adoptar el grupo privilegiado en asuntos
vitales para la sociedad como un todo. Este poder se reducirá en forma
considerable en un sistema planificado que opere bajo un régimen democrático.
La planificación hecha por un gobierno con el consentimiento de los
gobernados es el único medio de que un pueblo moderno controle por
completo sus propios asuntos económicos.
Si existe algún método que haga compatible la existencia de
la iniciativa privada con la democracia política, es evidente que ese
método incluirá la planificación."
¿ Qué quiere decir planificación? Quiere decir la coordinación
consciente de todas las actividades en donde cobran importancia los organismos
de la comunidad. Pero el plan no es sólo un programa de acción,
sino que añade la determinación de realizar un tipo de política
y todos los medios posibles para que se pueda hacer efectivo ese mismo plan.
Por eso es fundamental el aspecto que el mismo tiene como proyecto y las formas
de ejecución. Pero el plan en su existencia no debe confundirse con
la intervención del Estado en la vida de la sociedad, o con la absorción
por el Estado de todas las actividades, porque el plan puede ser una orientación
para la labor de todos los componentes sociales, y si bien algunos críticos
confundiendo lo anterior insisten en que significa la eliminación de
la actividad privada, sirvan las propias palabras -del general Perón,
las que muestran el error de este planteo: "La actividad privada es muy
difícil de planificar. Lo que podemos hacer allí es dar una
idea de la conducción general para que todos marchen en una misma dirección,
con unidad de acción, sin lo cual todo se traduciría en una
lucha negativa y destructiva en vez de constructiva.
"En lo privado, sólo establecemos normas de conducta con los objetivos
nacionales, pues la actividad privada tiene sus objetivos privados; pero en
conjunto también tiene objetivos generales que no puede dejar de tener.
Nosotros no planificamos detalles, ni obligamos a la actividad privada a cumplir
esos objetivos: los cumplirá el que quiera, pero el Estado ayudará
a los que cumplen esos objetivos y no ayudará a los que no quieran
cumplirlos. Ahí radica la concepción de nuestra planificación,
que es también, como nuestra posición ideológica, una
tercera posición dentro de la planificación. Planificamos lo
estatal en forma centralizada y ejecutamos descentralizadamente.
"En lo privado decimos: los objetivos generales, a nuestro juicio, son
éstos y éstos. Los que quieran seguir, que sigan, y los que
no quieren, allá ellos. Más claro no puede ser."
Todo plan debe tener un objetivo, objetivo que debe ser realizable con determinados
medios dentro de un plazo también determinado.
A veces se ha insistido, en las críticas, en que los planificadores
son excesivamente ambiguos en el planteo del objetivo fundamental y hablan,
entre otras cosas, del bienestar del pueblo, sin entrar en la debida aclaración
de lo que entienden por el mismo. No es seguramente ésta la característica
del 2.° Plan Quinquenal, porque los objetivos están perfectamente
definidos, y en especial, el fundamental, cuya realidad no puede ser más
terminante para quienes hemos asistido a otras horas azarosas de la vida de
la República: consolidar la independencia económica para asegurar
la justicia social y mantener la soberanía política.
Estas consideraciones nos permiten sostener que nuestro acuerdo con la planificación
responde a un imperativo doctrinario afín a las tendencias modernas.
Un elemento importantísimo en la elaboración de un plan es la
información. El nuestro es el resultado de una adecuada información,
no sólo de los ministerios de la Nación y de los gobiernos provinciales,
sino también de entidades privadas que recogieron la invitación
formulada el 3 de diciembre de 1951 por el general Perón en su mensaje
sobre el 2.° Plan Quinquenal: "Hago, por fin, un llamado a todos
los argentinos de bien a fin de que pongan el apoyo de su idea y de su esfuerzo
a nuestros trabajos actuales de planeamiento, a fin de que el 2.° Plan
Quinquenal sea el plan de todos y para todos." .
Dice el mismo general Perón: "Los hombres proceden tan bien o
tan mal como tan bien o tan mal estén informados", y aclara este
principio sentando lo siguiente: "Información, base para distinguir;
distinguir, base para apreciar; apreciar, base para resolver; resolver, base
para planificar; planificar, base para accionar con unidad."
Todo el país, por medio de sus organismos representativos, respondió
a aquella invitación del general Perón, y por eso fué
enorme la información recogida, agregándose a ello las visitas
de delegados gubernamentales por todo el territorio de la Nación.
Quiero destacar que dentro de un orden planificado no existen perjuicios para
el individuo en el orden espiritual y cultural. Sirva para ello la demostración
que realiza Bárbara Wootton en su obra Libertad con planificaciones
y la magnífica realidad que hoy ofrece en el orden cultural la República
Argentina.
Sin embargo, resulta necesario señalar que quizá en la técnica
sea semejante a otros planes, pero el espíritu es distinto, porque
el nuestro está informado, además, por esa pasión por
la República y por el pueblo que siente el general Perón, y
por esa voluntad no desmentida de los argentinos de integrarse con jerarquía
en el orden universal.
"Solamente un plan de gran envergadura -dice el general Perón
corresponde a una gran nación, como es la República Argentina.
Las naciones grandes como la nuestra, con grandes aspiraciones e ilusiones,
deben tener también grandes planes. Nada grande puede hacerse proyectando
pequeñeces."
Nosotros tenemos una doctrina y no en vano el conductor ha insistido en el
valor de la doctrina como base de sustentación del plan. A ese respecto,
quisiera hacer algunas breves consideraciones. .
Hay quienes parecen sorprendidos porque el articulado de la ley habla en su
tercera parte de la definición de la doctrina nacional y de su identificación
con el peronismo. Yo no voy a insistir en que el pueblo, supremo juez dentro
del régimen democrático, ha decidido cuál es su pensamiento
en reiteradas oportunidades. Pero sí quiero señalar un hecho
fundamental: no hay en la historia de los pueblos ninguna época en
que no haya existido una doctrina dominante que orientara su política
general. No en vano hemos distinguido distintos modos de vida y hemos consubstanciado
ciertas modalidades con determinados pueblos.
Voy a referirme concretamente a la historia de nuestro país. ¿No
hubo acaso un pensamiento conductor en la época de la emancipación
política de 1810 y 1816? Podrán discutir los historiadores y
los filósofos sobre los orígenes y los rasgos dominantes, pero
ninguno lo ha negado.
¿No tuvieron, acaso, un pensamiento los hombres que constituyeron el
país en 1853, que los nucleó y que informó el espíritu
de nuestra primera Constitución realizada?
¿No fué tema en nuestra enseñanza y en nuestros hombres
de gobierno un positivismo acentuado que quiso transformar el país
en virtud de principios aprendidos en el pensamiento dominante en Europa?
¿No se fundó, acaso, en una concepción especial del Estado
aquel proceso que enajenó el patrimonio argentino?
Siempre ha habido en la historia del país y en sus gobernantes un pensamiento
dirigente que no siempre era la voluntad de la mayoría, y coexistiendo
con él, el de otros hombres que se oponían. Nadie fundó
sus decisiones en la arbitrariedad humana, sino que pensó en base a
un principio rector, aunque a veces fuera contrario a los supremos intereses
de la nacionalidad y permaneciera ajeno a él el pueblo argentino.
Por eso nosotros afirmamos hoy que tenemos una doctrina, que podrá
tener contradictores, pero cuyos objetivos están consubstanciados con
la patria, y por lo tanto no pueden ser negados por nadie. Quizá la
diferencia profunda con el pasado radique en que es auténticamente
argentina y por eso defiende los intereses fundamentales de la Nación.
Nuestra decisión. es trascendental y nos damos cuenta de que asistimos
a un acto solemne de la historia de la Nación. Con el pensamiento puesto
en Perón y Eva Perón, vemos el norte que nos proponemos y estamos
seguros del juicio de la historia.
No nos guían ni intereses mezquinos ni aspiraciones innobles. Estamos
de acuerdo con la vocación que tiene la Argentina en este siglo XX
para ser integralmente libre, y por eso, con serenidad y con firmeza, decidimos
nuestro destino.
La oposición a la planificación sólo puede ser sostenida
por aquellos que aun creen en las bondades del sistema económico liberal
o de la libre concurrencia -que en lo político significa individualismo-
para resolver los complejos problemas económicos del presente y sus
secuelas sociales, políticas, etcétera.
Hay quienes temen que por el camino de la planificación pueda llegarse
a la abrogación de todas las libertades y derechos autopersonales,
entendiendo que a un régimen de libertad política debe corresponder
necesariamente un régimen de libertad económica e, inversamente,
que la intromisión gubernamental en el mundo de la economía
termina con las libertades ciudadanas y determina un sistema dictatorial en
lo político.
Las críticas al sistema de la concurrencia no son nuevas ni corresponden
íntegramente a nuestro siglo. Apenas se estableció el régimen
económico moderno; nacido de la revolución industrial, surgió
la oposición a las bases del sistema.
En general, las causas de esta oposición se concentraron en la injusta
distribución de las riquezas que resulta de la economía de conurrencia,
aunque no faltaron también las críticas dirigidas a los desórdenes
que se producen en las diversas fases del movimiento económico, desde
producción a consumo, en razón de la independencia y arbitrariedad
que caracteriza a la voluntad individual.
Los supuestos del mercado en el régimen de la libre concurrencia descansan
sobre el principio esencial de que los precios y el tipo de interés
dirigen la actividad económica. La producción marginal distribuye
los factores de la producción porque afluyen donde se obtiene una eficacia
mayor y se retiran de los empleos en que es menor, para obtener las combinaciones
más ventajosas que rindan el máximo de producción. Los
consumidores, que dividen su renta en consumo y ahorro, orientan la producción
sobre la clase y cantidad de lo que se debe producir y hacia la inversión
mejor de los capitales disponibles.
"Pero -dice Qual Villalbí, en Política Económica
Contemporánea - este encanto y este equilibrio armónico, que
la teoría describe, se desvanecen pronto ante la realidad."
En efecto, en el terreno de la práctica vemos que en lugar del presunto
equilibrio del precio y del interés que produciría una equitativa
distribución de la renta entre las fuerzas económicas, el problema
queda en pie con un reparto desigual de la riqueza, cuya resonancia más
evidente es la insatisfacción social y, por ende, el descontento o
la miseria para los grupos más numerosos.
Así es como el individualismo y el sistema liberal llegan a amenazar
la organización social en sus manifestaciones más simples, tanto
como las más complejas y elevadas.
Es claro que en el sistema de la libre concurrencia, la demanda de los consumidores
en su mayor parte, cuando no por completo, debiera determinar lo' que se debe
producir. La soberanía del consumidor es la piedra angular del sistema;
y es tarea del productor anticiparse a las necesidades y a los deseos del
consumidor.
Seymour Harris, en Planeación Económica, expresa que en algunos
aspectos la soberanía del consumidor es un espejismo; que "los
productores, en procura de grandes mercados aptos para rendir bajos costos
por unidad; y por la diferencia del producto que les permita ganarse para
sí una parte importante del mercado, privarán muy a menudo al
consumidor de su libertad de escoger, y en cambio éste tendrá
que adquirir una de las medias docenas de marcas de cigarrillos, automóviles
o jabones. En realidad, el consumidor paga más porque el productor
y el comerciante, al imponerle una limitación de 10 que es la diferenciación,
reduce la producción a niveles por debajo del más
alto posible, elevando así el costo por unidad".
Por otra parte, la soberanía o la elección de los consumidores
está limitada por la renta disponible. El consumidor no puede obtener
en el mercado todo aquello de que tiene necesidad, sino sólo aquello
que puede conseguir a cambio de la riqueza que puede gastar. Siendo ésta
limitada, es evidente que para poder adquirir ciertos productos debe renunciar
a otros. Y, por lo tanto, cuanto más acentuada es la desigualdad en
la distribución de las riquezas, tanto más pierde significado
la afirmación de que en la concurrencia, la producción se dirige
en la dirección que exigen los consumidores.
Indudablemente, muy relativa ha de ser la influencia ejercida en el mercado
por quienes sólo disponen de un rédito apenas suficiente para
conservar un tenor de vida poco menos que miserable.
La desigualdad de la distribución de la riqueza está entonces
indisolublemente ligada al sistema de la concurrencia y tiene efectos, sobre
todo, en los diversos factores que impiden la nivelación entre el precio
y el costo, y asignan ganancias no ganadas a los empresarios y capitalistas
.
También debemos consignar que la supuesta libre elección de
los consumidores está limitada y dirigida por la propaganda que hacen
los vendedores. No siempre los gastos de propaganda están justificados
económicamente y, por ello, con frecuencia gravan inútilmente
el costo de los productos. En otro aspecto la propaganda perturba la adaptación
de los términos básicos de la concurrencia, "oferta y demanda",
anulando el auténtico deseo del consumidor.
En fin; aunque se montan observatorios de economía y se perfecciona
la estadística para los cálculos que establezcan previsiones
que sirvan para dar, en determinados casos, una orientación, se producen
los ciclos económicos y las fases diversas de la coyuntura, con grandes
perturbaciones, períodos de depresión y otros de hipertrofia
económica tan sensibles que ocasionan verdaderas catástrofes,
ante las cuales la esperada reacción del mercado no se presenta, falta
del todo el mecanismo automático tan perfectamente delineado por la
teoría y cunden el malestar y el descontento, cuando no la ruina y
la miseria.
Cuando la situación se presenta en esta forma, la intervención
del Estado es requerida por los mismos intereses económicos, que solicitan
la ayuda para salir de la situación difícil 6 simplemente para
obtener el logro de sus apetencias de lucro en la forma establecida en los
períodos normales. Y así el Estado comienza su sistema de "paternalismo"
o de proteccionismo, por medio de tarifas arancelarias, primas,
subsidios, compras directas, garantías mínimas del interés,
etcétera; y los propios consumidores recurren también al Estado
exigiendo un mejor contralor de los precios y de las mercaderías que
permita una vida digna, en consonancia con la carestía de las épocas
de depresión.
Por supuesto, que en todos estos casos los sostenedores de la libre concurrencia
manifiestan o explican que se trata de medidas de emergencia determinadas
por ciertas necesidades, medidas temporarias que habrán de desaparecer
juntamente con la necesidad que las motivara; pero la verdad es que una vez
asumida esta potestad de la intervención de los poderes públicos
en los países llamados liberales, no se ha dado ejemplo alguno de que
la abandonasen, lo que motiva que, en el terreno teórico, deban los
propugnadores del sistema individualista corregir casi a diario su teoría
del Estado, para hacer concesiones a la parte socialista o intervencionista
que modifica' en mucho la primigenia teoría sobre el Estado en el régimen
liberal.
Por otra parte, las guerras traen inexcusablemente la secuela del intervencionismo.
Por esto hemos visto que al mismo tiempo que Inglaterra y Estados Unidos de
América clamaban por las libertades y la adhesión a los principios
democráticos, haciendo de ellos la base principal de su lucha de la
guerra y de sus sacrificios en la pugna contra los países totalitarios,
aplicaban en sus propios países medidas de carácter intervencionista
y en cierta forma de planificación que para los sostenedores de la
libre concurrencia hubiesen parecido antinómicas, contrarias y lesivas
de los principios que se sustentaban en la prédica y en la propaganda
internacional.
La verdad es que el sistema que propugna la intervención del Estado
para obtener el equilibrio económico, ha hecho camino en la práctica
y en la teoría en casi todos los países, y aun dentro de esos
mismos sistemas o de sistemas paralelos, hay quienes sostienen que la libertad
debe dejar primada a la autoridad en los momentos de crisis que, como ya he
dicho, luego se mantiene por los poderes públicos a lo largo de la
vida institucional del país. Es muy elocuente que tales ideas se hayan
abierto paso casualmente en un Estado de organización capitalista,
que se autotitula campeón del régimen liberal e individualista,
como son los Estados U nidos de América. Lo demuestra una encuesta,
realizada en amplios sectores de dirigentes de empresas, en la que sólo
un diez por ciento previó la restauración del sistema de libre
iniciativa de la preguerra y el noventa por ciento restante tuvo la convicción
de que se mantendría o aumentaría la ingerencia del Estado en
la propulsión de los objetivos económicos y sociales. Un elevado
porcentaje de estos últimos se pronunció en el sentido de que
el intervencionismo continuaría su avance para equilibrar el sistema
económico y financiero del país.
E1 sistema intervencionista presenta ejemplos corrientes en casi todos los
países denominados liberales. La doctrina primera del sistema liberal
en la lucidez con que inicialmente fué expuesta, casi ha sido abandonada.
.. .. ..
En el plano de las relaciones entre el capital y el trabajo, como elementos
armónicos indispensables a la actividad económica, también
ha fracasado en forma lastimosa el sistema liberal, que sólo ha servido
para agudizar el viejo problema de la industria en la distribución
de la riqueza y transformar, con la avidez de los poderosos y el quietismo
cómplice del Estado, la injusticia múltiple en otro más
grande que se ha dado en llamar por antonomasia la cuestión social.
Considero innecesarias otras argumentaciones relacionadas con este tema tan
conocido como debatido, y sólo me limitaré a recordar que también
en esto, y por imperio de circunstancias de fuerza -emergentes de la lucha
denodada y solidaria de los perjudicados-, ha debido batirse en retirada el
sistema liberal y admitir como única solución la intervención
activa y progresiva del Estado. Recordaré que nuestro país no
ha sido ajeno a la intervención del Estado con respecto a los conflictos
entre el capital y el trabajo. En él hubo leyes de carácter
protector -que se cumplieron mal- desde el año 1906 en adelante, como
ocurrió con la ley del descanso dominical, que demostraron la ingerencia
del Estado en procura de un equilibrio social.
Debemos concluir, entonces, que en las colectividades, aparte de los individuos
que las componen, de las voluntades individuales, de los intereses y apetencias
de cada uno, hay algo más que exige consideración y estudio.
Que aunque el hombre como ser individual sea el sujeto de dignidad de la creación,
existe también un sujeto capaz de voluntad, con alma y apetencias propias,
distintas a las de aquellos, y que es la sociedad.
Los liberales atienden exclusivamente a la voluntad, a las apetencias, al
afán de lucro, como calidades del individuo, y olvidan las manifestaciones
propias de las necesidades del grupo, que determinan la insatisfacción
y la intranquilidad social.
La otra cara de la medalla está constituida por los regímenes
totalitarios, donde la intervención integral del Estado se liga directamente
con la tendencia de la política general, que es consecuencia natural
del régimen o sistema político o doctrinario a que están
aferrados.
Así, por ejemplo, en su último análisis, el comunismo,
que significa la atribución integral al Estado de la propiedad y del
ordenamiento de los medios de producción y de distribución de
la riqueza para fines políticos del propio Estado impuesto coactivamente,
con esfuerzos y privaciones, a los individuos, está muy lejos del ideal
de felicidad que se prometiera.
La fuerza del comunismo está, casualmente, en su idea de Estado con
el convencimiento de que hay que hacer todos los sacrificios para mejorarlo,
afirmarlo y robustecerlo; y precisamente por esto, el individuo, como ser,
como sujeto de dignidad y de voluntad propia, no cuenta para nada. Realiza
un trabajo determinado por el Estado y en retribución es alimentado,
vestido y alojado por cuenta de éste. Bajo un régimen de esta
naturaleza, el Estado económico se lleva al último extremo y
provoca la esclavitud de todos con la privación y la miseria.
Por lo demás, tanto en lo económico como en lo político,
el comunismo es el sistema más absolutista que se conoce. La concentración
de atribuciones en el Estado no tiene límites y constituye la negación
más terminante de las libertades individuales. Fuerte régimen
en el hombre, no es más que una pieza insignificante del gran mecanismo
de la entidad política, una especie de muñeco mecánico,
cuyas partes no tienen libre movimiento y son conducidas rigurosamente por
la fuerza exclusiva del Estado.
Es un sistema, en mi concepto, que sólo puede ser aceptado por pueblos
de mansedumbre y resignados a la adopción de todos los sacrificios
en aras de un mito abstracto, utópico e inalcanzable.
. . .
Concentrada de manera tan absoluta y en manos del Estado la total vida económica
y política de la Nación, la política económica
y la política de distribución deben tomar también por
implicancia una amplitud y una responsabilidad inconmensurables. El Estado
debe estar revestido de una portentosa capacidad para conocer, por medio de
exactas y precisas revelaciones estadísticas, cuál es la potencialidad
productiva del país en cada momento y cuáles son las necesidades
del consumo. Sobre la base de los datos recogidos debe ordenarse la producción
para que, en el tiempo oportuno, se disponga de los bienes necesarios en cantidad
y calidad; determinar lo que se puede vender y comprar, tanto en el ámbito
nacional como internacional y tratar de superar los efectos de las carestías
o de las variaciones estacionales. De la misma manera, y con igual pretendida
precisión matemática, debe definir las necesidades de los ciudadanos,
tasarlas y proveer a satisfacerlas. Es decir, que el comunismo debe preverlo
todo, absolutamente todo, con vista a un solo interés: el del Estado.
De la misma manera que por motivos teóricos los liberales desprecian
la planificación, provocando la miseria de los pueblos en provecho
de los poderosos, el comunismo prevé y planifica todo, decretando la
infelicidad y la miseria del pueblo en aras de un Estado poderoso. En ambos
casos extremos, la teoría económica que los informa falla por
defectos en la concepción ética, que es la esencia motriz de
todos los actos del hombre, que, por ser tales, en última instancia
deben serio porque están referidos a Dios.
Está demostrado que es ilusorio pretender construir un sistema económico
"neutral" con respecto a la organización social, es decir,
un sistema pensado para aplicarse en cualquier tipo de sociedad, sin tener
en cuenta la concepción que se tenga de la sociedad a que habrá
de aplicarse el estudio de la ciencia económica.
Francisco Vito, en La economía al servicio del hombre, expresa: "Cualquier
manera de entender el fin de la vida civil acaba siempre por entrar, aunque
sea subrepticiamente, en la construcción científica de toda
ciencia que tenga por objeto el obrar humano. Evidentemente, es procedimiento
correcto y fecundo el establecer de antemano con la claridad debida, la noción
del fin social en función del cual se considera la economía."
Consecuentemente, para establecer si debe aceptarse una planificación
general de gobierno en nuestro país, antes de determinar las necesidades
que puedan exigido, en el orden práctico, y el carácter de las
soluciones que a las mismas deba proponerse, es preciso expresar con claridad
la finalidad que se propugna y el principio ético que lo informa. La
finalidad del 2.0 Plan Quinquenal está señalada en el artículo
2.0 del proyecto: consolidar la independencia económica para asegurar
la justicia social y mantener la soberanía política.
Por supuesto, que a esta finalidad no puede ser ajeno ningún argentino,
cualquiera sea su preferencia en orden a las doctrinas políticas o
económicas que sustente, salvo aquellos que en razón de su propia
militancia tengan comprometida ya su acción y su voluntad en fines
supranacionales o simplemente antiargentinos, y ya sabemos cuál es
el término exacto con que en nuestra lengua se los designa.
El principio ético que lo informa surge con claridad de las palabras
pronunciadas por el excelentísimo señor presidente de la República
en el H. Congreso de la Nación: "La felicidad del pueblo por medio
de la justicia social", es decir, que la determinación del contenido,
del alcance y de los límites del plan están señalados
por un motivo ético de respeto a la personalidad humana, a la dignidad
del hombre -sin caer en la abstracción del individuo aislado, porque
pensar en el hombre aislado es una abstracción inconcebible, y el caso
de Robinson Crusoe, solo en su isla, es una novela-, del hombre tal cual se
nos presenta en la realidad: actuante de un grupo social, miembro de una colectividad
y, como tal, sujeto de derechos y de obligaciones, siempre único ser
provisto de dignidad y, por lo tanto, con vocación natural a participar
en la felicidad conjunta con los demás miembros de la comunidad.
El fundamento ético de respeto a la personalidad humana está
expresado en el 2.0 Plan Quinquenal con una concepción real del hombre,
vale decir, en interacción en relación con los otros hombres,
como realmente vive ese animal gregario, como diría Aristóteles,
en la realidad humana, en el medio propio en que actúa como ente social.
La idea de planificar nació como resultante de la necesidad de formar
un programa nacional, extendiéndose sobre un lapso más o menos
largo para obtener determinados fines que se estiman imprescindibles para
el progreso de los países, y que habrán de desarrollarse en
la ciencia que tenga por objeto el obrar humano. Evidentemente, es procedimiento
correcto y fecundo el establecer de antemano con la claridad debida, la noción
del fin social en función del cual se considera la economía."
Consecuentemente, para establecer sí debe aceptarse una planificación
general de gobierno en nuestro país, antes de determinar las necesidades
que puedan exigirlo, en el orden práctico, y el carácter de
las soluciones que a las mismas deba proponerse, es preciso expresar con claridad
la finalidad que se propugna y el principio ético que lo informa. La
finalidad del 2.° Plan Quinquenal está señalada en el artículo
2.° del proyecto: consolidar la independencia económica para asegurar
la justicia social y mantener la soberanía política.
Por supuesto, que a esta finalidad no puede ser ajeno ningún argentino,
cualquiera sea su preferencia en orden a las doctrinas políticas o
económicas que sustente, salvo aquellos que en razón de su propia
militancia tengan comprometida ya su acción y su voluntad en fines
supranacionales o simplemente antiargentinos, y ya sabemos cuál es
el término exacto con que en nuestra lengua se los designa.
El principio ético que lo informa surge con claridad de las palabras
pronunciadas por el excelentísimo señor presidente de la República
en el H. Congreso de la Nación: "La felicidad del pueblo por medio
de la justicia social", es decir, que la determinación del contenido,
del alcance y de los límites del plan están señalados
por un motivo ético de respeto a la personalidad humana, a la dignidad
del hombre -sin caer en la abstracción del individuo aislado, porque
pensar en el hombre aislado es una abstracción inconcebible, y el caso
de Robinson Crusoe, solo en su isla, es una novela-, del hombre tal cual se
nos presenta en la realidad: actuante de un grupo social, miembro de una colectividad
y, como tal, sujeto de derechos y de obligaciones, siempre único ser
provisto de dignidad y, por lo tanto, con vocación natural a participar
en la felicidad conjunta con los demás miembros de la comunidad.
El fundamento ético de respeto a la personalidad humana está
expresado en el 2.° Plan Quinquenal con una concepción real del
hombre, vale decir, en interacción en relación con los otros
hombres, como realmente vive ese animal gregario, como diría Aristóteles,
en la realidad humana, en el medio propio en que actúa como ente social.
.. .. ..
La idea de planificar nació como resultante de la necesidad de formar
un programa nacional, extendiéndose sobre un lapso más o menos
largo para obtener determinados fines que se estiman imprescindibles para
el progreso de los países, y que habrán de desarrollarse de
acuerdo con objetivos generales que imponen la necesidad de establecer una
prelación de los objetivos concretos, según su urgencia e intensidad.
Una política económica previsora, clara en sus finalidades,
y ordenada en sus medios, debe establecer un programa de actividad nacional,
no sólo en la parte que incumbe al Estado, sino también a los
grupos menores y a los individuos.
Históricamente, pueden darse ejemplos de planificación teórica
a partir de Platón; pero en un sentido actual tendremos que reconocer
que los planes polienales fueron iniciados efectivamente por los rusos, aunque
no sea más que en cuanto a amplitud y a decisión en la ejecución.
Tal es la causa por la cual en un primer instante se los miró con toda
prevención, como algo resultante y propio del sistema colectivista
o dictatorial del Estado.
Más tarde, lo incorporaron a sus regímenes países fuertemente
autocráticos, como la Alemania nazi y la Italia fascista. Y entonces
la desconfianza provino de la aversión que por esos sistemas totalitarios
sentían los países liberales, que, en evidente reacción,
pretendieron aferrarse aún más al concepto de que el Estado
no ha de definir fines económicos propios, sino que ha de limitar su
actividad a garantizar la libertad de las partes en lucha de intereses.
Pero las crisis posteriores y consecuentes de la guerra de 1914 hicieron que
hasta Estados Unidos de América -autoproclamado campeón del
sistema liberal- se viese constreñido a concebir formas especiales
de planificación como el New Deal y la NIRA. Posteriormente, las necesidades
de la guerra y las de la reconstrucción de un mundo devastado han impuesto
imperativamente la necesidad de planificar, como único medio de reorganizar
las economías o de obtener los fines prácticos que demandaban
esas circunstancias.
Es cierto que en casi todos los casos la planificación sólo
se refiere a aspectos parciales de la actividad nacional, pero también
es cierto que esta particularización de los planes se debe, en gran
parte, a factores negativos de intereses creados, a los que no serían
ajenos los plutócratas capitalistas temerosos de disimular sus cuantiosos
ingresos en beneficio de las clases menos poderosas, o de perder el control
internacional de los valores, o el sojuzgamiento de los pueblos con las crecidas
ganancias que son su consecuencia.
Creo interesante hacer una breve reseña de la planificación
en los pueblos en que ha tenido su aplicación.
. . .
Ya he dicho que el primer intento de esta naturaleza corresponde al Soviet.
Luego de un estudio que duró de 1921 a 1927 y que fué aprobado
en 1929, la Conferencia de la Unión Soviética afirmó
el primer plan quinquenal ruso.
El objeto principal de ese plan era impulsar el desarrollo industrial, especialmente
en lo que respecta a la industria pesada, de las Repúblicas Socialistas
Soviéticas, a la vez que salir de una difícil situación
económica proveniente de un despilfarro y de un desorden sin precedentes.
Los propósitos del plan se concentraron principalmente en el desarrollo
de la electrificación, de la producción de combustible, de las
industrias metalúrgicas, de maquinarias, de productos químicos
y de transportes, aunque tangencialmente se propuso también la organización
de la industria agraria. Se gastaron más de 60.000.000.000 de rubios
y se obtuvieron sorprendentes resultados al colocar a una nación atrasada,
en lapso más o menos breve, entre las primeras potencias del mundo.
Pero sería el caso de preguntarse, a costa de qué han alcanzado
por medio de sus planes quinquenales ese tan alto potencial las Repúblicas
Soviéticas. Y no podemos menos de contestar, que lo obtuvieron a costa
de grandes sacrificios materiales, mala vivienda, alimentación deficiente,
falta de vestidos, racionamiento riguroso y toda clase de restricciones que
hicieron del pueblo ruso el más sacrificado y el menos feliz de la
tierra.
Es claro que en el sistema comunista se tuvieron exclusivamente en cuenta
las necesidades del Estado, para consolidarlo, enriquecerlo y fortalecerlo,
y no las necesidades del pueblo. Por eso los planes rusos significan una restringida
producción de bienes de consumo, para dar preferencia al desarrollo
de la industria pesada y, muy especialmente, a la de agresión.
Grinko escribia en el "Pravda": "Este plan es una importante
parte de la ofensiva del proletariado contra el capitalismo; es un plan encaminado
a minar la actividad capitalista; es un plan de revolución comunista
para el mundo."
Un autor expresa: "Los planes rusos y de la Alemania nazista se hicieron
bajo el signo de Marte, y la evaluación del costo estaba dominada por
la preocupación fundamental de prepararse para la guerra y no por consideraciones
de tipo económico." Nosotros podemos acotar a este juicio que
tampoco se formularon para satisfacer las necesidades del pueblo ni para labrar
su felicidad.
Es bueno señalar que los planes argentinos se formulan en tiempos de
bonanza, en tiempos de paz, y procurando mantener siempre, dentro de sus ideales
y de su objetivo, los mismos tiempos de bonanza, los mismos tiempos de paz,
que se consideran en nuestra patria clima indispensable para la felicidad
del pueblo.
En el Reino U nido se han propuesto diferentes sistemas de planificación,
pero no en un conjunto coordinados, sino que pueden considerarse como un ejemplo
tipo de lo que puede llamarse planificación parcelaria o parcial. Se
proponen planes especiales con respecto a vivienda, a transportes, a producción
de ciertos elementos considerados básicos. En múltiples casos
no es el propio Estado quien los formula y realiza, sino que son los empresarios
o conglomerados de empresarios, y hasta en algunos casos los propios teorizadores
o personas que tienen prevalencia dentro del comercio o de la industria por
sus conocimientos especializados en la materia.
No obstante ello, al asumir el gobierno el Partido Laborista demostró
su marcada preferencia por una planificación. Así por el alto
conducto de uno de sus ministros, Mr. Morrison, se decía en 1946: "Estamos
estableciendo rápidamente toda una maquinaria para la planificación
económica, y vamos a demo3trar al mundo que la libertad democrática
puede combinarse con aquélla". Las circunstancias políticas
posteriores ocurridas y de todos conocida, han determinado que no se mantenga
por parte del gobierno del Reino Unido esta preferencia o simpatía
por la planificación de tipo general.
En cuanto a la planificación, en conjunto, o planificación general,
Harris expresa con respecto a Estados U nidos de América que hay una.
ignorancia casi completa de la economía planificada, y se propende
a desecharla sin examen sobre la base de que la planificación es extraña
a América o es ineficaz. En todo caso, afirma, quienes controlan el
gobierno o los medios de comunicación ven con desconfianza la substitución
del capitalismo por otros proyectos económicos.
No obstante eso, con posterioridad a 1930 debemos señalar que el presidente
Roosevelt intentó regular la industria norteamericana, estimular la
producción elevando el poder adquisitivo de las masas y asumir el papel
de árbitro -me refiero al papel de árbitro asumido por el Estado-
en los conflictos y diferencias entre las clases sociales, hechos que se consideran
sin precedentes en la historia de los Estados Unidos de América. Este
programa, el New Deal, mereció acerbas críticas. Me permitiré
leer una que contiene el libro de Mayer titulado Trayectoria del pensamiento
político, porque es típicamente ejemplificativa del carácter
y sentido de la crítica que se le formuló a Roosevelt en aquella
ocasión y que tiene cierto parentesco con las que se formularon al
general Perón con motivo del 1er. Plan Quinquenal. El crítico
citado por Mayer dice: "El hecho de que la administración haya
sido simpática y de corazón abierto y que algunos de sus actos
hayan sido aceptados, no debe ocultamos el de que con el pretexto de remediar
el paro y ayudar a la industria y al comercio a restablecerse, ha puesto en
situación de dependencia económica de ella a la quinta parte
del pueblo norteamericano; ha extraído a las tres cuartas partes de
la población, que no vive de la tierra, grandes contribuciones para
apoyar a la cuarta parte restante constituída por granjeros; ha expuesto
toda oficina, toda tienda y fábrica al ataque de una forma especial
de sindicato: ha implantado la competencia directa del gobierno con los negocios
privados; y ha pretendido establecer el derecho de veto del Ejecutivo donde
quiera que se emplee capital. No se impusieron restricciones en los códigos
de los trabajadores organizados; no se establecieron juntas para que no se
produjesen prácticas desleales o para que se cumpliesen los pactos;
sólo los patronos tenían obligaciones y toda la máquina
coactiva estaba pensada exclusivamente para ellos. Para casi todos los efectos
prácticos, el gobierno de los Estados Unidos es hoy una dictadura presidencial
con intereses marcadamente socialistas. El programa del restablecimiento está
lleno de falacias económicas y vaguedades sociales. Es ilusorio imaginar
que la ley de la oferta y la demanda pueda ser derogada por la intervención
del gobierno y la depresión disipada mediante intentos de elevar a
la fuerza el nivel general de los precios. Es una falacia pensar que los aumentos
de salarios ampliarán el poder adquisitivo si suben también
los precios de las mercaderías; es una locura esperar que la industria
y el comercio revivirán obligando a los patronos a pagar más
salarios por menos trabajo o a tomar más asalariados de los que se
necesitan. Es totalmente visionario pensar hacer frente a las deudas y al
desorden económico gastando más dinero, aumentando las deudas
y elevando los impuestos. Sólo podemos esperar en este tiempo que termine
de una vez por todas este dictador manso en nuestro país".
Esto se decía en Estados U nidos del hombre que fue clamoreado por
cuatro veces como el padre, o el abuelo, o algo así, de las democracias
del mundo. Y basta la lectura de esta crítica para determinar la filiación
intelectual y moral del crítico y el conglomerado de intereses que
el mismo estaba defendiendo con su actividad.
Pero aun hay algo más singular y es la circunstancia de que la Corte
Suprema de Estados Unidos dejó sin efecto el New Deal y declaró
inconstitucional la NIRA por motivos parecidos a éstos.
Esa es una demostración que nos da la seguridad de quiénes realmente
gobiernan en los países liberales o que se autotitulan campeones y
voceros de las libertades públicas y de la libre concurrencia.
No obstante, se abre camino en el terreno de la teoría -y no puede
ser de otro modo a poco que se estudie el tema- el sistema de la planificación,
en busca, por supuesto, de una más justa distribución de la
riqueza y respetando en lo posible las libertades individuales y ante el temor
de que por la injusticia actual de esta distribución, las masas trabajadoras
dediquen sus preferencias hacia doctrinas que son aún más peligrosas
para el capitalismo. El profesor Taylor en Plannig prospect expresa que "el
hombre de nuestro tiempo se encuentra ante el dilema de planificar o de ser
planificado" y que "la necesidad de planificar no puede aparecer
como superflua más que para aquellos que nacieron con los problemas
resueltos para los que con más o menos fortuna gozan las mieles del
triunfo.
Pero estos países campeones del liberalismo y de la libre concurrencia
no desdeñan formular planes generales de tipo económico y hasta
formativo de la organización social cuando se refieren a terceros países
y especialmente a los vencidos. Así vemos el plan aplicado a Alemania
como consecuencia de la conferencia de Potsdam, cuyos principios fundamentales
son la eliminación del potencial de guerra y desarme industrial de
Alemania, pago de reparaciones, desarrollo de la agricultura y de las industrias
de paz, reducción del nivel de vida de la población al promedio
europeo y conservación de una base de recursos suficientes para mantenerse
a sí misma. El aspecto más importante es el de la reducción
de la capacidad industrial que afecta a tres categorías de industrias:
las prohibidas, las restringidas y las limitadas.
Si para que un plan sudamericano merezca la aprobación de los países
liberales debe contener disposiciones y objetivos como los que se han señalado,
sólo nos resta rogar a Dios que sigan siendo enemigos de toda planificación.
. . .
Si bien he seguido en lo precedente como hilo conductor la materia económica, ha llegado el momento de aclarar que la planificación argentina no se reduce exclusivamente a ella, sino que aspira a una conformación integral de la sociedad sobre la base de objetivos espirituales por medios materiales y con la formulación de una teoría completa de la acción. En términos generales, el 2.° Plan Quinquenal adopta un mecanismo programado en cuanto significa un esfuerzo para eliminar la mecanicidad de las leyes económicas, predeterminando las grandes líneas a que han de ajustarse los elementos y actividades económicas, para desenvolver los recursos nacionales, manteniendo la propiedad privada y la responsabilidad de empresa, reservándose el Estado la conducción de lo que se habrá de producir y dejando a la empresa la decisión de cómo habrá de producirse, dando la medida del equilibrio entre sus necesidades, las de los productores y las de los consumidores, para armonizarlas bajo el alto exponente del interés nacional.
Señala los objetivos fundamentales generales y especiales de la actividad
humana en el área nacional y requiere, por la persuasión, que
cada habitante adopte la posición que de acuerdo a su idiosincrasia
le corresponda, y asuma las responsabilidades que como integrante de la Nación
le incumben, en un esfuerzo por la felicidad común.
Se reserva para el gobierno la misión de conducir, centralizando obligatoriamente
la aceptación de los objetivos en el gobierno, descentralizando los
impulsos motores en los diversos órganos del Estado y abandonando toda
posible acción, coactiva o rígida, para con los particulares,
en la seguridad de que basta para el sometimiento general a tan altas finalidades
la sola coacción moral, nacida del augusto derecho de llamarse argentinos
y, por tanto, capaces de laborar solidariamente por la grandeza de la patria
y por la felicidad de todo su pueblo y es un plan en cuanto se prevé
la proyección de la vida nacional hacia un futuro, pero hacia un futuro
estado de satisfacción general respecto a los medios que se puedan
lograr para alcanzarla. Se prevé el futuro para hacer frente a las
circunstancias y sacar de ellas el mejor partido posible. Y se remite la conducción
al poder público, porque es el único que conoce el interés
colectivo y puede desarrollar la actividad general 'para satisfacerlo. En
este sentido resulta también obligatorio en cuanto al cumplimiento
de las disposiciones que así se declaran en base a objetivos prácticos
como serian, por ejemplo, las emergentes de las relaciones entre capital y
trabajo, tan íntimamente unidos a la finalidad ética de obtener
la justicia social y es, en fin, un plan general, porque cada persona, real
o jurídica, tiene asignado un lugar de trabajo en el que habrá
de proyectarse socialmente hacia el futuro.
* * *
Con referencia a la planificación de las concepciones extremas, el
general Perón ha dicho que se diferencia la planificación argentina
en los siguientes aspectos: "a) no se abstiene frente a los intereses
o actividades sociales, económicas y políticas del pueblo; b)
no toma la dirección total de las actividades sociales, económicas
y políticas del pueblo; y c) dirige la acción del Estado y auspicia,
promueve o facilita la acción del pueblo". Es decir, que nuestro
jefe no ha dejado al arbitrio de los comentadores establecer el carácter
singular y especial del 2.° Plan Quinquenal. Conoce, por experiencia,
lo peligroso que resulta dejar librada a la buena o mala fe de terceros la
interpretación de sus mejores intenciones' y de sus más nobles
impulsos.
En el artículo 3.° del proyecto se preceptúa cuál
es la doctrina que informa dicho plan. Me resulta imposible situar el plan
de Perón sin efectuar alguna referencia general a su doctrina, puesto
que, como él mismo dijo, está programado en una unidad de concepción
obtenida mediante una doctrina, una teoría y las correspondientes formas
de ejecución. En este sentido conviene aclarar que el Estado peronista
no es ni puede ser un mero espectador de lo que ocurre en la Nación.
Si su propósito es labrar una Nación libre, justa y soberana,
si "lo mejor que tenemos es el pueblo", ninguna actividad en que
se encuentre comprometido su orgullo, su tranquilidad, su felicidad, puede
ser ajena a la acción del Estado.
Es imprescindible que el Estado, en cumplimiento de sus finalidades justicialistas,
intervenga en cuanto corresponda a los fundamentos mismos de su instituto,
de acuerdo a la doctrina que lo informa. No puede ser un espectador o un juez
de sentencia, como quiere la organización capitalista, sino que debe
tener una activa participación como parte eficiente de la tranquilidad
y felicidad colectivas. Pero tampoco puede asumir, responsabilizarse e intervenir
en la actividad total de los individuos, porque entonces adoptaría
la forma monstruosa del Estado mito, en el que se constituye único
ser de validez, con personalidad ética propia, superior a los individuos,
superior a la sociedad y primero en satisfacer sus propias necesidades.
Reconoce, por tanto, que el Estado peronista tiene un campo vedado a su intervención
y, con ello, deja una vez más asentado su profundo respeto a la dignidad
humana, tomado el hombre como individuo y como ente social, en la dualidad
de materia y espíritu, en el ámbito de lo público y de
lo privado. Vale decir, que este plan, informado por una doctrina filosófica
que determina una forma argentina de vivir, propugna modalidades también
argentinas de obrar y de gobernar.
El gobierno por medio del plan auspicia, promueve o facilita la acción
del pueblo; pero sería utópico pretender el cumplimiento de
este propósito con respecto a cada individuo en particular. La voz
"pueblo" da de por sí una idea de organización, y
la acción que el Estado puede y debe auspiciar es aquella que surge
de los centros orgánicos del pueblo organizado, que de otra manera
podría resultar contradictorio o francamente antisocial. Sobre esto
el general Perón dijo: "Ni la justicia social ni la libertad,
motores de nuestro tiempo, son comprensibles en una comunidad montada sobre
seres insectificados, a menos que, a modo de dolorosa solución, el
ideal se concentre en el mecanismo omnipotente del Estado. La comunidad a
que debemos aspirar es aquella donde la libertad y la responsabilidad son
causa y efecto, en que exista una alegría de ser fundada en la persuasión
de la dignidad propia; una comunidad donde el individuo tenga algo que ofrecer
al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa."
En otra oportunidad manifestó que "la comunidad argentina solamente
estará bien organizada cuando, además de la organización
que la aglutina desde el punto de vista jurídico institucional, esté
complementada por la unidad de espíritu que solamente se encuentra
cuando una conciencia social ilumina las agrupaciones de hombres dedicados
a una misma actividad. Si algún bien he producido en la República,
creo que ninguno está más justificado que el haber desarrollado
en la población argentina una conciencia social que hace de los hombres
de una misma actividad no enemigos, sino amigos permanentes, porque lo primero
presupone una lucha destructiva y lo segundo una colaboración constructiva,
que es lo único que hace que la vida merezca ser vivida".
Estos conceptos fundamentan el objetivo primario del plan relativo a la organización
social y pueden darse como basamentales para el auspicio de la acción
popular de nuestro plan. Quiere decir que sin organización no hay acción
popular socialmente útil que pueda merecer la protección del
Estado o el apoyo o el auspicio del mismo. De manera que la primera obligación
de los individuos para cumplir con los altos objetivos nacionales señalados
en el 2.0 Plan Quinquenal de Perón es propender a la organización
del pueblo, y el primer paso personal de cada individuo es intervenir activamente
en una organización ya constituída o promover su constitución.
El artículo 4.° del proyecto se refiere al carácter especial
de la ley y a la interpretación de los objetivos del plan. Allí
vemos que los señalados como objetivos fundamentales determinan la
política permanente y definida de la Nación sobre las materias
del plan en general, es decir, que son aspiraciones nacionales cuya concreción
se hará posible por medio del cumplimiento de los objetivos generales,
estableciéndose de ellos como objetivos especiales los que se formulan
para ser alcanzados en el quinquenio 1953/1957.
No puedo admitir, ni en hipótesis, la discrepancia con ninguno de los
objetivos. fundamentales. Ellos significan una aspiración de todo el
pueblo argentino sin distingo de banderías, de credos o de situaciones
económicas. Son la expresión del alma colectiva en camino a
un ideal de progreso nacional. No estar de acuerdo con ellos sería,
en mi concepto, algo tan desdichado y vituperable como desear que no flamee
en nuestras fortalezas la bandera de la patria o que se silencien para siempre
las voces infantiles que cantan la canción nacional como afirmación
de un futuro grande y próspero para la República.
Los medios señalados como objetivos generales concuerdan íntegramente
con el método del plan, que responde a una doctrina determinada con
precisión taxativa en el cuerpo del proyecto. Alguien podría
sugerir el aumento, disminución o reforma de los fines generales, pero
debemos reconocer que tienen un grado tan alto de perfección, que los
hacen intocables, por cuanto las modificaciones traerían aparejadas
variaciones en el método y discordancias con la doctrina.
En cuanto a los objetivos especiales a cumplir en el quinquenio 1953/1957
inclusive, responden a lo que la conducción ha estimado poder realizar
en ese lapso, teniendo en cuenta las necesidades más urgentes del pueblo
argentino y los instrumentos y elementos de todo orden de que pueda disponer
para posibilitar la realización de aquéllas. Y es preciso aceptar
que ninguna entidad está en mejores condiciones que el Poder Ejecutivo
para definir qué se necesita, cuánto se necesita, qué
se debe hacer y cuándo se debe hacer, ya que este plan no es el producto
de un. impulso ni de una improvisación, sino el resultado medular y
profundo de un estudio meditado, serio, idóneo y fundado en una información
exhaustiva sobre la realidad del momento con las previsiones seguras por el
término del plan.
El inciso d) del artículo 4.° del proyecto, establece la facultad
del Poder Ejecutivo para determinar la competencia y responsabilidad de sus
organismos a los efectos del cumplimiento de los objetivos que se establecen
para la acción del Estado.
No creo que exista ninguna dificultad para la correcta interpretación
de este dispositivo, por cuanto estas facultades son propias de
poder reglamentario y sólo alcanzan a la administración como
institutos dependientes del Ejecutivo.
Todos los argentinos del presente tienen vocación de patria, y si algo
perturba su decisión de sumarse con todo calor y patriotismo al aplauso
sincero que sus corazones le están dictando para estos altos objetivos
formulados por Perón, sólo rogamos que Dios ponga en su mente
la lucidez necesaria para que esas perturbaciones de bandería, si bien
les permitan sostener sus propias ideas. no les impidan sumarse también
al esfuerzo general de todos los argentinos por lograr la felicidad de este
pueblo, conquistando la independencia económica para asegurar la justicia
social y mantener la soberanía, pues con ello habremos labrado la felicidad
del país.
Toda doctrina, en general, es un conjunto de principios, de máximas
y de preceptos motivados que se sustentan sobre cualquier materia, cuyo conjunto
llega a alcanzar en determinadas oportunidades el rango de verdadera tesis,
tal como ha sucedido en el caso de ciertas sobresalientes doctrinas americanas
sobre materia de política y de relaciones exteriores de las naciones,
como la doctrina Drago, formulada en nuestro país en 1902, la doctrina
Monroe, formulada en los Estados U nidos en 1823, la doctrina Tobar, formulada
en el Ecuador en 1907, y otras.
Las doctrinas, alma y motor de una o de múltiples acciones, aparecen
así a veces como privativas de un expositor solamente, como exclusivas
de un grupo, de Círculos aun más vastos, e incluso, como patrimonio
de naciones y aun de comunidades supranacionales o universales. y es en este
respecto donde cabe precisar cuándo, cómo y por qué es
acertado hablar de la existencia o de la ausencia de una doctrina nacional,
aun admitiendo por adelantado que ello no se identifica con la unanimidad
absoluta de sus habitantes.
Precisamente en esta última observación finca el argumento principal
de quienes se resisten a admitir que sea lícito hablar de una doctrina
nacional, recluyendo por ello el uso del concepto al campo más o menos
estrecho de un hombre, una escuela o una facción, sin parar mientes
en que si el argumento, de posible contradicción, fuese valedero, no
ya una facción, no ya una escuela, no ya un grupo, ni siquiera un solo
hombre podría ser portador de una doctrina, porque es innegable que
la propia alma personal, la propia alma individual se pone en contradicción
consigo misma, es decir, ni siquiera el alma personal es unitaria a través
de las vicisitudes de la existencia.
Para precisar estas determinaciones de contenido pluripersonal, el pensador
por excelencia de la filosofía liberal, Juan Jacobo Rousseau, recurrió
a su conocida concepción de la volonté générale,
según la que existe una voluntad general infalible, que es la voz del
pueblo. Y' explica que como esta volonté générale aparece
obscurecida por distintos pareceres, la voz del más grande número
obliga siempre a todos los demás. Así lo dice textualmente en
el libro V de su Contrato Social y agrega: "Cuando prevalece un parecer
contrario al mío, esto no prueba otra cosa sino que yo me engañaba
y que lo que juzgaba que era ]a voluntad general, no lo era en realidad. Si
hubiera prevalecido mi voto particular, yo hubiera hecho una cosa contraria
a lo que debía querer, y entonces no hubiera sido libre."
A nosotros nos resultaría por cierto muy cómodo acogemos a esta
simplista filosofía del número, para escudriñar las determinaciones
del espíritu nacional; a esta filosofía aritmética con
que el gran pontífice del liberalismo escruta y explica la volonté
générale. Cuatro millones y medio de sufragios victoriosos dirían
por sí solos que la voluntad genera] del pueblo argentino, según
la filosofía del ginebrino, erige a la doctrina peronista en doctrina
nacional. Y tendríamos, incluso, e] derecho pleno de exigir -en nombre
de esa sola lógica matemática, de esa lógica implacable-
al liberalismo burgués que nos combate que, para ser consecuente consigo
mismo, se conformase con esa sola explicación y, repitiendo las palabras
de Rousseau, dijera también: "Sólo sé es libre acatándola."
Empero, nosotros mismos no nos contentamos con esa sola explicación,
porque la existencia de una doctrina nacional no sólo la concebimos
a la luz de la pura lógica mayoritaria, sino que vemos en ella algo
más profundo y algo más valioso que la sola razón numérica:
vemos en la doctrina nacional no sólo la expresión de un número,
por grande que sea, sino que escuchamos en ella la voz metafísica de
la patria y de ]a humanidad.
Para nosotros, una doctrina nacional -ya sea interpretada a través
de la volonté générale rousseauniana, ya sea interpretada
a través del Volksgeist, alma del pueblo, o del Zeitgeist, espíritu
del tiempo, con que entiende explicar la filosofía romántica;
ya sea interpretada a través de cualquier clave-, una doctrina que
merezca el honroso calificativo de nacional, tiene ]a suficiente amplitud
y la suficiente flexibilidad para que en ella sean partícipes todos
los hombres, cualquiera sea su posición, cualquiera sea su partido,
que crean en esta breve y honda verdad: que la patria es una integración,
en lo fundamental, de puntos de vista que pueden ser antagónicos, diferentes
y hasta inconciliables en lo accesorio.
Dicho de otra manera: que la doctrina nacional es el camino para que un mismo
y grande ideal pueda ser amado y logrado de diversos modos.
Unidad de fines superiores, unidad de destino en lo universal: tal es la quinta
esencia de una doctrina auténticamente nacional. Y esa unidad de destino
se encuentra a veces, en los ásperos caminos de la historia, comprometida
en encrucijadas de donde pueden arrancar para la patria: o el camino de su
grandeza o el camino de su vulgaridad.
Una experiencia desgraciada viene mostrando a los pueblos y a los hombres
que esta presencia integrativa del alma nacional sólo se muestra vívida
y patentemente en las horas sombrías y amargas de las guerras.
Las guerras han sido el terrible precio que han tenido que pagar los hombres
y los pueblos para que aparezcan transparentes ante sus pupilas los dictados
de los ideales nacionales, y entonces los hombres declinan y olvidan las divergencias
accesorias para defender a precio de muerte y horror lo perdurable y lo fundamental.
Nosotros que execramos la guerra, azote para la incomprensión humana;
nosotros, que con Perón a la cabeza somos combativos soldados de la
paz, bregamos ahora y hemos bregado siempre para que esto sea visto por los
pueblos y por nuestro pueblo claramente, lúcidamente, no en medio del
horror destructivo de la guerra sino en medio del cántico constructivo
y sudoroso de la paz.
Afirmada la coincidencia necesaria en lo esencial -y esta es la razón
misional, redentora, de toda auténtica doctrina nacional-, la disparidad
de los puntos de vista en lo accesorio no solamente no es una desgracia sino
que, por el contrario, es una suerte y un estímulo, el signo vivifican
te de solidez, capacitación, de libertad, de civilización y
solamente el sectario a quien nuestra doctrina repudia y condena, solamente
el sectario que vive a la sombra del propósito inconfesado de imponer
su ecuación personal a los demás, se la quiera o no, solamente
el sectario puede pensar de otra manera.
Afirmo, con lo dicho la legitimidad de la invocación de la existencia
de una doctrina nacional, aun admitiendo apriorísticamente que no llegue
ni se identifique con unanimidad. Y recurro, para refirmar mi tesis, al ejemplo
histórico que justificará y fortificará la concepción
que he expuesto.
A pesar de todas las inevitables disidencias que pudieran señalarse,
doctrina nacional de la milenaria nación judía de contenido
fundamentalmente religioso, fue la doctrina mosaica formulada básicamente
en el Pentateuco por Moisés, el libertador y legislador de Israel.
Doctrina nacional y supranacional fue la cristiana, también de esencia
y contenido fundamentalmente religioso y ético que se constituyó
en el patrimonio común de las naciones integrantes de la civilización
occidental.
Doctrina nacional, de esencia y contenido filosófico histórico
fue, en la España de los Austria, la del poder absoluto inspirada en
el pensamiento de Francisco Suárez, aquel poderoso ingenio que desde
las milicias de la Compañía de Jesús reelaboró
y adaptó a su medio la filosofía de la escolástica.
Doctrina nacional fue, en la España de los Borbones, la del despotismo
ilustrado, que acuñó en curiosa hibridez las premisas del absolutismo
con las de la Ilustración, a través del pensamiento de Esquilache,
Floridablanca, Cabarrús, Aranda y Patiño.
Doctrina nacional fue la del tipo de Estado que instauró César
Borgia, forjada y documentada substancial e inicialmente por el pensamiento
de Nicolás Maquiavelo. Doctrinas nacionales fueron las de diversas
naciones componentes de la llamada cultura de Occidente, como las dinásticas
de Bodin, y como las republicanas inspiradas en el enciclopedismo, el iluminismo
y el Revolución Francesa, y las del ultrarrealismo nacida en la Segunda
Restauración de Francia, las del monarquismo doctrinario de Guizot,
de Broglie, de Royer-Collard. Doctrinas nacionales y plurinacionales de esencia
político económica fueron, a pesar de su abigarramiento, las
del liberalismo burgués, cuyo pensamiento descansa en Rousseau, en
Montesquieu, en Locke, en Bentham, en los fisiócratas y en Benjamín
Constant; doctrinas nacionales que, explícita o implícitamente,
se afirmaron en plurales naciones de la comunidad universal finisecular y
significativamente en las naciones anglosajonas, que han sido las más
cabales expresiones de la misma.
Doctrina nacional y plurinacional, de esencia filosófica, social y
económica, es la doctrina marxista. y sus desarrollos leninista y stalinista,
que lo es de las naciones constitutivas de la Unión Soviética
y de las denominadas naciones satélites de aquélla.
Bastan estas consideraciones para mostrar cómo es lícito, cabal
y propio hablar de la existencia o de la ausencia de doctrinas nacionales,
y para ver que es deber de probidad mental y de probidad ciudadana caracterizarlas,
distinguirlas y vivirlas en la mayor plenitud que impongan la conciencia y
el sentido patriótico de cada ser humano.
Con su habitual maestría, Perón, al ocuparse de la cuestión
en general, ha expresado conceptos clarificativos que yo creo muy oportuno
recordar. Así, cuando ha afirmado que "las doctrinas son exposiciones
sintéticas de grandes líneas de orientación y representan
en sí solamente el enunciado de innumerables problemas". Así,
cuando destaca el rasgo esencial de toda doctrina nacional, que es el de su
desarrollo constante por la colaboración de todos y cada uno de los
miembros de la comunidad, "para llegar finalmente a una doctrina más
sintética que la nuestra, más completa que la nuestra",
desde que por los análisis y desarrollos "surgirán facetas
no alcanzadas a percibir por el autor de la síntesis"; y desde
que "las doctrinas no son eternas sino en sus grandes principios y es
necesario ir adaptándolas a los tiempos, al progreso y a las necesidades".
Así cuando postula que lo importante no es el puro conocimiento de
las doctrinas, sino su férvido sentimiento, férvido sentimiento
que es el promotor del impulso místico, de la fuerza mística,
dice Perón, de "la fuerza motriz que impulsa a la realización
y al sacrificio para la realización". Así, cuando ha mostrado
la necesidad de la doctrina, precisamente para salvaguardar las grandes causas,
apelando a los ejemplos de la historia, para hacer advertir cómo hasta
las más grandes causas se han desvirtuado, se han deformado e incluso
han llegado a convertirse en las más atroces "por
falta de una doctrina que asegure la consolidación y la continuidad".
A este respecto, recuerdo en este momento el magnífico e ilustrado
estudio de Jacques Saint Oermain, que ha mostrado patentemente la frustración
de una gran causa en sus orígenes. "La historia del liberalismo
-dice Saint Oermain- no es otra que la del progreso desviado en provecho de
un número reducido de propietarios absolutos y desprovistos de su verdadero
sentido, que no puede ser otro más que el social. "
Dentro de estos conceptos magistrales de Perón, que estaba citando
a solo título ejemplificativo, no quiero olvidar aquel que reviste
a mi criterio excepcional lucidez definitoria: aquel de que la doctrina es
"una organización espiritual". Brillante definición,
profundamente arraigada en el sentido espiritualista del hombre argentino,
que ha de permitir concluir por ello que "la doctrina no solamente se
enseña; se inculca, porque no va dirigida solamente al conocimiento,
sino que va dirigida al alma del hombre", y por eso es capaz de promover
la acción fecunda, porque la doctrina así comprendida, asimilada
e inculcada, "es movimiento, es acción, no es solamente pensamiento,
es concepción."
A la luz de estas reflexiones de que venimos dando cuenta, nos hemos preguntado
si la Nación Argentina posee efectivamente una doctrina nacional, y
en su caso, cuáles son sus perfiles, sus notas distintivas, para que
ella se enseñe y se inculque en la comunidad, para que la comunidad
pueda ponerse a su servicio en el mejor estado de conciencia y en el mejor
estado de sentimientos, y nos hemos respondido que la poseemos desde los albores
mismos de la nacionalidad, desde que en mayo de 1810 la patria irrumpió
en el concierto de las naciones libres del orbe, y que esa doctrina más
o menos incompleta, más o menos imperfecta, más o menos nebulosa
pero siempre grávida de altísimos valores, ha ido perfeccionándose
en el correr de su vida secular hasta llegar a su cabal integración
en la doctrina justicialista de Perón.
Nos hemos respondido que la poseemos, acaso desde el día mismo en que
Mariano Moreno escribió con criolla altanería en "La Gaceta"
estas palabras: "Como la naturaleza nos había criado para grandes
cosas, hemos empezado a obrarlas."
Por eso decía con singular acierto Eva Perón en sus clases sobre
historia del peronismo: "El peronismo no se puede entender sino como
la cumbre de un largo camino, como una etapa, la más alta, de la historia
argentina, y, también, ¿por qué no decirlo?, nosotros
pretendemos que sea la más alta de la humanidad en su progreso."
Postulados indeclinables de la doctrina nacional fueron estos altos principios
que enuncio, desde luego sin pretensión de agotar el análisis:
el republicanismo para la conformación institucional en su vida interna;
la emancipación de la dominación política de la metrópoli
y de cualquiera otra metrópoli en el desenvolvimiento de vida externa;
la vocación de progreso y la visión de grandeza del patrio solar;
la unidad nacional por la que se derramaron tantas lágrimas y tanta
sangre. Naturalmente, que tampoco nunca estos grandiosos postulados fueron
compartidos por la unanimidad; siempre hubo la contradicción declarada,
embozada' o disfrazada, pero ellos, como los grandiosos postulados que integran
la doctrina nacional tras el advenimiento de la revolución nacional
peronista, fueron, son, seguirán siendo, las piedras miliares y las
eternas columnas de alabastro de la doctrina nacional argentina.
Quiero hacer notar cómo esa doctrina nacional, que recibe en la cuna el soplo intelectual que le diera el reducido grupo ilustrado porteño, conformador de un liberalismo sui generis, coincide con los vastísimos grupos inorgánicos del interior del país, con vastísimos grupos inorgánico s pero fuertemente intuitivos; coincide en los ideales de emancipación política y en los propósitos de transformación social, aunque choca violentamente con ellos en el campo de las realizaciones, sobre todo por causa de la tutoría política de Buenos Aires, reclamada ya por ese grupo desde el Cabildo Abierto del 22 de mayo por boca de Juan José Paso.
Quiero hacer notar que esa doctrina nacional, impregnada siempre de un tremendo apasionamiento, de un real fanatismo en las convicciones, que llevó a Moreno a escribir páginas y a escribir hechos de dureza sangrienta, que llevó a Castelli a lo mismo cuando actuó como delegado de la Junta en el Alto Perú, y a Chiclana y a Bernardo de Monteagudo, que en las páginas de "Mártir o Libre" calificaban de "crimen" la tolerancia y la lenidad con los adversarios de la revolución; esa doctrina perdura, central y esencialmente, a pesar de otras múltiples divergencias, incluso sangrientas, en el federalismo doctrinario de Dorrego y de Manuel Moreno, en el centralismo rivadaviano, en la democracia espontánea y popular que capitanearon los caudillos, en el movimiento de la "Joven Argentina" y en el "Dogma" echeverriano.
Esa corriente de los hombres de 1837 es, a mi entender, una de las precursoras
más significativas de] peronismo, pero cuya diferencia substancial
con e] peronismo es ]a falta de fe que padecía en ]a capacidad de]
pueblo para llevar a pleno ejercicio el principio de soberanía total,
porque ellos consideraban en el balance de las horas de su tiempo que el pueblo
se hallaba inhabilitado para el ejercicio reflexivo de ]a democracia representativa;
esa corriente de los hombres de 1837, lamentablemente esterilizada y frustrada
en los cauces de ]a historia por ausencia de bases populares; esa corriente
estuvo tan finamente impregnada de] sentido doctrinario nacional que lo llevaba
a Echeverria a escribir palabras como éstas: "Los hechos en sí
poco importan, ]a doctrina es todo. ¿ Qué es un hecho político
funesto? El resultado de una idea errónea. ¿ Qué es otro
fecundo en bienes? El de ideas maduras y ciertas."
Esa corriente es, a mi entender, con distinciones remarcables y significativas,
precursora de] peronismo, como lo fue también -y en esto pongo un sentido
de afirmación estrictamente personal- el movimiento popular irigoyenista.
Pongo en esto acento personal porque yo me enrolé en el movimiento
irigoyenista en los ya lejanos años de mi juventud, rompiendo con tradiciones
hogareñas caras y respetables. Me enrolé en ese movimiento porque
intuía en el alma de los pueblos y en el pensamiento de su gran conductor
el advenimiento del justicialismo. Me enrolé en ese movimiento que
acaudillaba Hipólito Yrigoyen para quien Juan Perón, al dar
su nombre a la calle que une e] Parlamento de la patria con la Casa de Gobierno,
dijo desde los balcones de esta última, el 27 de julio de 1947, este
eminente juicio histórico: "Esta es la mayor de las justicias
porque es la justicia del pueblo por la cual Yrigoyen no reparó en
sacrificios. Por eso nosotros, que tenemos el insigne honor de recoger sus
enseñanzas, debemos comprometernos a seguir en la acción que
él vislumbró, por la cual luchó sin desmayos y tuvo siempre
en alto el sagrado emblema de la nacionalidad.
"Lo que soñó Yrigoyen -continúa Perón-, lo
que Yrigoyen creó, interrumpido por la adversidad, debe ser digno de
ejemplo para llevar adelante nuestra obra, enseñándonos que
es preferible morir de pie que vivir en la humillación que significa
el renunciamiento de nuestras libertades.
"Los hombres son sagrados para los hombres y los pueblos son sagrados
para los pueblos"; es por eso, postulado sagrado de la doctrina peronista
que enunciara Hipólito Yrigoyen."
Obvio es, por otra parte, que en esa evolución secular que he señalado,
la gran masa de nuestro pueblo llegó a ser despojada por calculado
alejamiento del profundo sentido y de] profundo valor del ideario nacional
y confrontó asi riesgosas crisis de eclipse en que las grandes metas
parecieron alejarse, en que las grandes metas parecieron olvidarse, porque
por obra de la conducción oligárquica, de aquella conducción
que se jactaba de liberal y que sin renunciar expresamente a lejanos ideales
progresistas decía, por ejemplo, por boca de Eduardo Wilde, el liberal
por excelencia, cuando se le preguntaba en qué consistía el
sufragio universal, respondía definiéndolo: "el triunfo
de la ignorancia universal."
Por obra de esa conducción oligárquica se antepuso lo secundario
a lo fundamental; a los ideales duros de conquistar, pero esplendentes, se
antepuso la filosofía del provecho, el utilitarismo individual al bien
común; el cálculo electoralista a la educación del pueblo;
la componenda a la solución, y ello produjo una dramática inversión
de valores, felizmente interrumpida a tiempo por el brazo fuerte de la revolución
nacional. Dramática inversión de la escala de valores que ya
en 1896 llevaba a Juan B. Justo a decir, con harta razón, en un artículo
periodístico: "Lo que no pudieron los ejércitos lo ha podido
el capital inglés; hoy nuestro país es ya tributario de Inglaterra."
Decimos que aquellos postulados se perfeccionan y se amplifican y adquieren
su resonancia plenaria con el advenimiento de la revolución popular
peronista, no solamente porque todos aquellos postulados quedan implícitos,
y además de implícitos realizados, efectivizados, es decir,
cobran el calor de lo vivido y pierden la frialdad de lo inerte y lo vetusto,
sino porque es el momento en que la doctrina nacional, al influjo formidable
de un artífice superior y de un pueblo extraordinario que le respalda,
vibrante de patriotismo y de humanitarismo, proclama y realiza ante la faz
de la tierra los supremos postulados que hacen a la grandeza de la Nación
y a la felicidad de los pueblos: justicia social, independencia económica,
soberanía política, baluartes formidables de la grandeza de
la Nación; dignificación del trabajo, humanización del
capital, sociedad organizada, gobierno del país entendido como responsabilidad
de conducción, humanismo, objetivos todos cardinales que promueven
y aseguran la felicidad del puelblo.
Decimos que es innegable el perfeccionamiento y la amplificación de
la doctrina nacional, porque ni el más ciego ni el más obcecado
podrán negar que ello ha sido el fruto maduro de una participación
efectiva, trascendente, inmensamente mayor del pueblo, en la construcción
expansiva de su doctrina. Trabajadores, mujeres, juventud, ciudadanía,
niñez, ancianidad, desposeídos, en una palabra, todos esos vastos
sectores que hasta ayer permanecieron ajenos o excluí dos por los cenáculos
o por los intereses, la construyeron, la levantaron, la hicieron triunfar
al lado de su líder. Pueblo, pueblo en la plenitud y hondura de este
refulgente vocablo.
Fué el pueblo argentino el que perfeccionó y amplió la
doctrina nacional. El ejemplo de ese gran pueblo erguido, de pie, en el umbral
de "la hora de los pueblos", fué lo que permitió la
proyección ecuménica incontestable de la doctrina nacional justicialista.
Proyección hacia el mundo. Proyección hacia la historia. Por
eso no hay ahora rincón alguno del orbe en que no se contemple con
admiración y con emulación nuestra doctrina y nuestro ejemplo
nacional y en los carteles de las multitudes callejeras de América,
de Europa, de Oriente, en los tratados de los científicos y de los
pensadores, en las plazas públicas de grandes pueblos hermanos, se
levantan efigies y estatuas de Juan Perón y Eva Perón como símbolo
de una grandiosa lucha futura para la instauración universal de la
doctrina justicialista argentina.
Por eso, quiero volver ahora los ojos húmedos de emoción a ese
pequeño gran libro "La Razón de mi Vida", para transcribir
estas palabras llenas de luz y de ternura de nuestra eterna ausente: "Yo
muchas veces me he dicho, viendo la grandeza extraordinaria de la doctrina
de
Perón, i cómo no va a ser maravillosa, si es nada menos que
una idea de Dios realizada por un hombre! ¿Y en qué reside?
En realizarla como Dios lo quiso. En eso reside su grandeza: realizarla con
los humildes y entre los humildes."
A ese inmenso y glorioso conjunto de contenido político, social, histórico,
filosófico, ético y humanístico, que integra la doctrina
nacional argentina, el despacho de la comisión especial designada para
su estudio por la Cámara de Diputados, acorde con el proyecto de ley,
le dió justiciera y apropiada denominación: doctrina peronista
o doctrina justicialista.
Si quienes combaten a Juan Perón y combatieron a Eva Perón,
por cuyos patronímicos conocen la patria y el mundo la doctrina nacional
argentina, se sienten incómodos en llamarla con aquel vocablo, porque
no les resulta grato hacerlo que la llamen, si así lo prefieren, doctrina
nacional argentina.
No nos inquieta ni nos agravia que se resistan a pagar la deuda de gratitud
que tiene la Nación y que ya ha pagado la voluntad nacional llamándola
con su nombre merecido. No nos inquieta que se afanen en acudir a señalar.
precursores y antecedentes, con la finalidad de argumentar que no es íntegramente
original la doctrina de Perón y, por lo tanto, que no debe llevar su
nombre. A este respecto recuerdo -hecho aparte de los conceptos que ya he
enunciado- que el mismo Perón y la misma Evita se adelantaron, con
la modestia propia de los seres superiores, a señalar el largo camino
que en la historia y en la patria viene recorriendo el ideal justicialista.
Así en las páginas de "La historia del peronismo"
Eva Perón recuerda hasta a Sócrates, a Platón, hasta
Aristóteles, como lejanos, distantes antecedentes de la doctrina justicialista.
Así, Eva Perón enseña con estas palabras intergiversables:
"Ningún hombre extraordinario puede dejar de considerarse precursor
del movimiento peronista. El peronismo ha tomado lo mejor que han concebido
a través de la historia humana los filósofos y los conductores."
Y en el tratado de "Conducción Política" de Juan Perón,
él personalmente afirma expresamente que habría que llegar hasta
Licurgo, a quien él llama "el primer justicialista del mundo"
. Yo digo, que también fueron precursores y antecedentes de San Martín
todos los rebeldes y todos los gestores, desde Arévalo y Peñalva
hasta el día en que fué dominada la cordillera de los Andes.
Pero la gesta heroica e imperecedera, la realización de la libertad
política, la empresa titánica, la efectivización de la
misión redentora, la cumplió solamente el genio iluminado del
capitán de bronce. Esta es su gloria. Propia, exclusiva, eterna.
También en Europa y en América se habla, se difunde y se pregona
la doctrina peronista, con el eufemismo que atañe especialmente a los
objetivos de política internacional, de doctrina de la tercera posición.
Y se la difunde, callando algunos el nombre de Perón, reconociéndolo
otros expresamente. Incluso hasta declaradísimos adversarios, como,
por ejemplo, Burnham, comandante intelectual y paladín del imperialismo
norteamericano, confiesa sin ambages en sus obras que el verdadero constructor
de la doctrina de la tercera posición que cunde por Europa, es Perón.
El 2.0 Plan Quinquenal es expresión fidedigna de la doctrina nacional,
de esa alta doctrina nacional que me he esforzado por perfilar en los breves
rasgos de un bosquejo. Ella está presente en todos y cada uno de sus
objetivos permanentes, generales y particulares. Aun más que estar
presente, es el alma del 2.0 Plan Quinquenal: lo está en los cinco
grandes capítulos que conforman la arquitectura del plan, lo está
en su objetivo central, profundo, alto, luminoso, rector: consolidar la independencia
económica, para asegurar la justicia social y mantener la soberanía
política. Lo está en los objetivos generales y especiales; 10
está en el espíritu justicialista de los ochocientos ochenta
objetivos que contiene este plan, y, por ello, la ley, con justeza y propiedad,
establece la sinonimia entre doctrina nacional y doctrina peronista o justicialista.
Que no se pretenda argumentar, con intención sofística -retorciendo
la clara intención de los propósitos y de los vocablos-, que
esto importa situar a todos los argentinos y a todos los habitantes del país
en las filas del partido peronista como partido político. Muchas veces
hemos aclarado que, como partido político -que para su gloria y honor
tiene el orgullo de denominarse con el patronímico de su líder
somos solamente un partido más de los que existen o pueden existir
en la República.
Adviértase que este plan, que no sólo es gubernativo sino para
todo el pueblo, en el lro ocupándose de la organización política,
y en el 2do ocupándose de la libertad de organización, señala
como norte del Estado y como norte del pueblo los más amplios objetivos
de libertad y paridad de todas las fuerzas partidarias que existan o puedan
existir, cuando esas fuerzas no se propongan la puñalada trapera para
la destrucción de la doctrina nacional argentina.
Pero una cosa sería establecer aquella identidad sofística o
simplemente errónea, y otra bien diferente sería la negación
o el desconocimiento de que tenemos una preciara doctrina nacional argentina
que encarna y simboliza la conciencia nacional, y que unos por unos caminos
y otros por otros caminos, todos estamos obligados a hacerla triunfar en la
plenitud de sus grandes postulados, porque lo manda la voz metafísica
de la patria, que viene del pasado, impera en el presente y asciende hacia
el porvenir. Nosotros por nuestra ruta, y ellos por la que quieran optar,
todos -como lo dijera magistralmente Perón al poner broche de oro a
la información rendida por el Poder Ejecutivo a los legisladores nacionales-,
todos al servicio de la. gran doctrina argentina que ya está abriendo
surcos de luz en la maraña de la trágica vida universal de nuestro
tiempo.
Renegar de la doctrina nacional sería lisa y llanamente abjurar de
la democracia, de la libertad, del deber de progreso y de grandeza, de la
insigne unidad nacional alcanzada, retrogradar a la injusticia social, a la
esclavitud económica, a la subyugación política. Y esto
no lo podemos concebir ni para los militantes del peronismo ni para nuestros
más enconados adversarios políticos, a quienes consideramos
y seguiremos considerando, a pesar de nuestros choques y divergencias, fundamental
y esencialmente argentinos.
Para responder al propósito de exhibir en visión panorámica
la presencia manifiesta de la doctrina nacional argentina en el 2.° Plan
Quinquenal, me he permitido remarcar en treinta rápidas menciones esa
presencia que engloba los 880 objetivos del Plan Quinquenal.
1.° - Lo está en los artículos que componen el texto de
la ley aprobatoria.
2.° - Lo está en el objetivo fundamental de unidad del pueblo argentino
señalado para la acción nacional en materia de población.
3.° - Lo está en el objetivo de desarrollo y expansión sindical
y creación del fuero sindical señalado en materia de organización
social.
4.° - Lo está en .el objetivo de expansión y perfección
democrá tica, señalado en materia de organización política.
5.° - Lo está en el objetivo de incrementación de las organizaciones
económicas que se encuadren en la dignificación del trabajo,
en la humanización del capital y en la función social de la
riqueza, que se señala en materia de política económica.
6.° - Lo está cuando se encuadra al gobierno del país en
este concepto extraordinario: "responsabilidad de conducción".
7.° - Lo está en el objetivo de regulación de las migraciones
interna y externa, con la finalidad de equilibrar la potencialidad de la ciudad
y del campo, que se señala en materia de equilibrio urbano y rural
y en mateRia de legislación.
8.° - Lo está en el objetivo de desarrollo del ejercicio de los
derechos del trabajador, señalado en materia de trabajo.
9.° - Lo está en el objetivo de incrementación de la productividad
del trabajo y del capital que se señala en materia de producción
y en el de negociaciones colectivas.
10. - Lo está en los sistemas de previsión y asistencia social.
11. - Lo está en el objetivo de formación física, moral
e intelectual del pueblo, señalado en materia de educación,
armonizante de los valores materiales con los espirituales y los derechos
del individuo con los derechos de la sociedad y objetivos correlativos de
política cultural.
12. - Lo está en el objetivo de protección y mejoramiento de
la alud del pueblo, señalado en materia de salud pública.
13. - Lo está en el objetivo de propiedad individual como bien de familia
a todos los habitantes del país, señalado en materia de vivienda
urbana, rural y planes reguladores de urbanización.
14. - Lo está en el objetivo de la nivelación de la vida social,
material y cultural de la población rural, señalado en materia
de acción agraria y régimen de propiedad y uso de la tierra,
industria nacional de la maquinaria agrícola y acción crediticia
especifica.
15. - Lo está en el objetivo de intensificación de la acción
minera con el fin de cubrir el abastecimiento interno y atender las demandas
del comercio exterior.
16. - Lo está en el objetivo de autoabastecimiento en materia de combustible,
exploración, estudios y explotación de recursos energéticos,
que comprende toda la importantísima política del petróleo,
del gas, del carbón mineral y de los combustibles vegetales gasógenos.
17. - Lo está en el objetivo de máximo aprovechamiento de los
recursos hidráulicos y consecuente incorporación de nuevas tierras
al servicio activo de producción, señalado en materia de hidráulica,
que tan de cerca se vincula al desarrollo de las economías regionales
y al equilibrio demográfico.
18. - Lo está en el objetivo de progresiva y completa electrificación
del país, señalado en materia de energía eléctrica,
por producción hidroeléctrica, termoeléctrica y establecimiento
definitivo de treinta y tres centrales.
19. - Lo está en el objetivo de conducción de la actividad industrial
del país en procura de obtener la autarquía en la producción
esencial y el establecimiento y consolidación de la industria pesada,
que se señala en materia de política industrial, tema magno
éste, por cierto, cuya trascendencia no puede escapar al menos avisado,
como tampoco el profundo sentido justicialista de la escala de prioridades
en que se auspiciará la producción industrial.
20. - Lo está en el objetivo de promoción de las actividades
convergentes a la consolidación de la independencia económica
de la Nación, señalado en materia de comercio exterior, política
comercial internacional y comercio interno.
21. - Lo está en el objetivo de auspicio, creación y desarrollo
de las cooperativas de producción, industria, distribución y
consumo, señalado en materia de cooperativismo y en materia de represión
de los trusts y monopolios ilícitos.
22. - Lo está en el objetivo de satisfacción de las necesidades
de la economía social, señalado en materia de política
crediticia, con sus variantes de planificación del crédito,
crédito bancario normal, crédito de fomento, organización
bancaria y política monetaria.
23. - Lo está en el objetivo de utilización del impuesto como
instrumento de la justicia social y de la economía social, que se señala
en materia de política impositiva.
24. - Lo está en el objetivo de lograr un sistema orgánico coordinado
y racional en materia de transportes automotores, eléctricos, ferroviarios,
fluviales, marítimos y aéreos.
25. - Lo está en el objetivo de dotación de la red caminera
ligada a la vinculación racional de todos los núcleos poblados,
al tránsito de pasajeros y carga, al desarrollo económico y
a las necesidades de la seguridad nacional, que se señalan en materia
de vialidad y política de puertos y vías navegables, lo que
paralelamente se coordina con la política de comunicaciones y la política
de obras y servicios sanitarios.
26. - Lo está en el objetivo de racionalización de las actividades
del gobierno y del Estado para facilitar la conducción general del
país mediante la unidad de concepción en el gobierno y la unidad
de acción en el Estado, sujetas ambas al cumplimiento de los principios
de la doctrina nacional.
27. - Lo está en el objetivo de acción legislativa sobre la
base de los principios de la Constitución Nacional justicialista, señalados
en materia de legislación general y que se vuelca hacia la legislación
social, la legislación económica, la legislación política,
la recopilación y ordenamiento de leyes y la coordinación legislativa
de las legislaciones nacional y provinciales. Involucra este señero
objetivo la magna tarea de reformación y sanción de los siguientes
códigos de fondo y de forma: civil, comercial, penal, de minería,
de aeronáutica, sanitario, de derecho social, de procedimientos, rural
y de faltas, como así también la legislación general
y la complementaria específicamente vinculada a distintos capítulos
del plan.
28. - Lo está en el objetivo de inversiones del Estado, con sujeción
y referencia a los planes quinquenales del gobierno, que atiende, mediante
convenios con las provincias, a la organización nacional de la planificación
y cuyas inversiones serán financiadas mediante el recurso del crédito
público, fondos con destino específico y producido de las propias
obras retributivas que se ejecutan por realización de los propios planes.
29. - Lo está en el objetivo de reactivación especial de la
Patagonia, provincia Eva Perón y Presidente Perón, territorios
nacionales y Delta del Paraná, que se señalan como orientación
específica del 2.° Plan Quinquenal.
30. - Lo está en el objetivo del perfeccionamiento de la defensa nacional
señalado en materia de inversiones para planes militares.
Resumo ahora las menciones hechas en rápido esbozo para que se vea
ahora, en relampagueante síntesis, cómo destella la doctrina
nacional en el 2.° Plan Quinquenal: unidad de pueblo; educación
sindical; perfeccionamiento democrático; desarrollo económico
justicialista; gobierno como responsabilidad de conducción; equilibrio
que la ciudad y del campo; intensificación creciente de los derechos
del trabajador; incrementación de la productividad; previsión
y asistencia social; formación educativa y cultural del pueblo; protección
y mejoramiento de su salud; bien de familia de propiedad individual garantizada;
elevación de la vida rural; intensificación de la minería;
autoabastecimiento de combustibles; política del agua; política
de electrificación; incrementación industrial e instauración
de la industria pesada; bienes de producción y consumo para el usuario;
cooperativismo; política crediticia y monetaria estable; política
impositiva al servicio de la economía social; organicidad y coordinación
del transporte; organicidad y coordinación de la vialidad; nacionalidad
del gobierno y del Estado; integral reforma legislativa; inversiones ligadas
a una analítica planificación y régimen de prioridades;
reactivación especial de las zonas patagónicas, central y ribereña,
y consolidación progresiva de la defensa nacional.
En la prieta enunciación que dejo formulada están contenidos
los 880 objetivos que fija el 2.0 Plan Quinquenal, como titánico programa
de acción para los próximos cinco años, respondiendo
a las claras exigencias de la doctrina nacional.
Con las propias palabras de su ilustre creador, el general Perón. nosotros
decimos que en esa magna tarea que importa eminentes objetivos ideológicos
y eminentes objetivos de realización. cada argentino. cada habitante
leal de la República tiene un puesto de honor que llenar. Decimos que
si la obra de estructuración ha sido haz añosa, ello no es con
todo la obra superior: la obra suprema. "la obra de arte". como
diría Perón, está en realizarlo. La patria convoca. por
medio de sus legítimos representantes populares y en nombre de la doctrina
nacional, a realizarlo.
El 1er. Plan Quinquenal fué la expresión fidedigna de la doctrina
de un hombre; de un gran hombre; el 2.0 Plan Quinquenal es ya la expresión
fidedigna de la doctrina de una nación; de una gran nación.
No voy a referirme al tema técnico y concreto de la salud pública,
sino en la medida necesaria para destacar el alma del plan de gobierno del
presidente de la Nación, en todo cuanto tiende a la evaluación
del hombre como entidad física, moral y social, según lo presupone
al hombre la definición clásica de salud.
Para nosotros, los médicos, salud es sinónimo de bienestar,
debiendo agregar que, para el peronismo, bienestar y felicidad son términos
correlativos e inseparables.
Las ideas sanitarias centrales que informan dicho plan de gobierno, dimanan
originariamente de la concepción social, económica y política
del conductor de la Nación, general Perón.
No es posible comprender el plan sanitario argentino sin un hondo conocimiento
de las ideas trascendentales del líder que explican y determinan toda
la vasta obra del gobierno justicialista realizada y por realizarse. No debe
extrañar a nadie, pues, que exponga algunas reflexiones que pertenecen
a la filosofía política del peronismo.
En el discurso pronunciado el 14 de enero de este año en el Teatro
Colón, a propósito del 2.° Plan Quinquenal de su gobierno,
el presidente dijo, entre otras cosas, lo siguiente: "El mundo ha presenciado
numerosas reformas en los distintos pueblos que componen la humanidad. Ninguna
de ellas ha sido trascendente y menos aún permanente."
Este juicio crítico del general Perón denota au rebours el
sentido integral que ha querido darle y le ha dado al programa de gobierno
contenido en el 2.° Plan Quinquenal, así como la extensión
de éste a todo el ámbito y a todos los sectores del país,
a diferencia de los planes elaborados por los gobiernos de otras naciones,
con criterio, incidencia y fines casi exclusivamente económicos, esto
es, desentendidos de los problemas de la cultura, del bienestar y de la seguridad,
que tocan tan de cerca al alma del hombre y a su corazón.
Nuestro presidente es el único estadista en el mundo capaz de pulsar
con mano maestra los más finos resortes del ser humano y precaver sus
sutiles y recónditas necesidades.
El 2.° Plan Quinquenal no es por eso mismo un plan estrictamente técnico
y mecanizado. No ha querido su autor que lo sea.
Después de haber logrado con la aplicación del 1er- Plan Quinquenal los objetivos inmediatos de justicia social, de recuperación e independencia económica y de soberanía política, era menester encarar otra etapa distinta y en aquel entonces distante: ésta, que se inicia con el nuevo plan justicialista, de reajuste de todo el sistema, de perfeccionamiento y afianzamiento de todas las soluciones experimentadas, de activación, reactivación y armonización de todas las fuerzas que hay en la Nación, de planificación de la hazaña revolucionaria. Esta planificación es el esfuerzo múltiple y unido del pueblo y del gobierno de la República para "consolidar la independencia económica, asegurar la justicia social y mantener la soberanía política", como ha dicho el general Perón.
La tan anhelada soberanía política y económica lograda,
lo mismo que otros grandes reclamos de la nacionalidad, por la acción
incansable y fecunda del gran adalid argentino, imponía para ahora
y para los tiempos que van a venir, un enfoque integra] de la vida nacional,
tal como ha sido presentado en el plan. Mejorar, unilateralmente, la vida
del peón del campo, por ejemplo, o acrecentar el ritmo de la producción
en las fábricas, constituyen objetivos sin duda importantísimos,
pero no podía dejarse pendientes, en actitud de espera, otros problemas
no menos graves y perentorios, a pesar de figurar por primera vez en la agenda
de un gobierno argentino.
Muchos de esos problemas existían desde antes de la era justicialista,
pero los gobiernos del pasado cerraban beatíficamente los ojos para
no verlos; otros han aparecido recientemente, como gajes de la manumisión
nacional. Enhorabuena. Tales novísimos problemas con sus ínsitos
reclamos de solución deben ser considerados signos de adelanto, de
crecimiento, de prosperidad. La mayoría tiene estos bien compensados
inconvenientes.
Pues bien: esos nuevos problemas han sido contemplados y resueltos en el
actual plan de gobierno, concebido y trazado, como el anterior, para superar,
en la carne misma de los hechos, metas ideales no alcanzadas hasta ahora.
Ningún problema que interese al bienestar del ser humano, desde las
necesidades intrabiológicas hasta las metabiológicas, ha dejado
de ser estudiado y adecuadamente resuelto. En todo existe una tesis, una doctrina,
y una posición tomada. No hay ambigüedades. No hay declaraciones
líricas. No hay improvisaciones.
Resulta claro que el plan supone un exacto análisis y una verificación
ajustada de lo que somos y de lo que queremos ser los argentinos.
La bien lograda correlación del 2.° Plan Quinquenal —de sus
múltiples y complejas previsiones— con la pujante realidad del
país y sus acrecentadas exigencias de todo orden, acredita en verdad
un notable acierto de método y de mecánica gubernativa, que
lo singulariza también en este aspecto, que, aunque meramente técnico,
habla bien alto del genio organizador del presidente de los argentinos.
Nuestros gobernantes del pasado cuantas veces quisieron justificar el atraso
y la incuria en que vivía el país, recordaban, a modo de disculpa,
que' constituíamos un pueblo joven. Es joven, es cierto. Pero esa comprobación
no disculpa nada; antes bien significa una mayor responsabilidad para los
gobiernos y les impone una mayor consagración a la tarea de servir
los intereses del pueblo.
Eramos y somos un pueblo joven, pero se nos gobernaba hasta hace pocos años
con leyes y métodos vetustos, que trababan la marcha del país
y detenían su progreso. El ejemplo de Estados Unidos no nos servía
para nada, no nos sugería nada. Estados Unidos de América era
y es como nosotros un pueblo joven, pero aunque ese país no nos lleva
más que unos decenios de mayoridad en el ejercicio de la propia soberanía,
estaba por siglos más adelantado que nosotros en todos los órdenes,
cuando nuestros gobernantes se permitían hablar de los pañales
nacionales. Estados Unidos ya era entonces una gran nación que disputaba
en poderío con Gran Bretaña, mientras nosotros seguíamos
siendo tributarios de Gran Bretaña y comenzábamos también
a serlo de los Estados Unidos de América.
¿Por qué esta diferencia tan astronómica entre los norteamericanos
y nosotros en el progreso de todas las cosas?
Porque Estados Unidos trabajaba y nosotros no. Ese es el gran secreto. Trabajaban
sus gobernantes, trabajaba su pueblo, trabajaban todos sus hijos. Aquí,
en cambio, no trabajaban más que los extranjeros y las factorías
levantadas por los capitalistas de Inglaterra y Estados Unidos. Esta es la
verdad.
Al pueblo se le ofrecían disculpas, como esa de que el país
estaba todavía en andadores. Se le explicaba que Estados U nidos había
tenido la suerte que nosotros no tuvimos: ser colonizada por los ingleses.
y que de éstos provenía su genio práctico.
El genio práctico de los ingleses y de los norteamericanos no es una
peculiaridad intransmisible, ni un monopolio de esos dos grandes Estados,
como que el Japón, el país más asiático y el más
alejado de Europa, cuando quiso salir de su quietismo tradicional, lo hizo
de un día para otro y en poco tiempo estuvo a la par de las grandes
potencias occidentales, compitiéndolas con sus industrias, con sus
transportes, con su poderío bélico, con su arte; todo lo cual
no habría sido posible si los japoneses no hubieran resuelto en buena
hora importar técnicas y técnicós europeos y adoptar
el genio práctico de los ingleses.
Lo mismo cabe decir de Rusia. Luego del colapso de 1917, de la atrasada Rusia
de los zares y de los mujics, sin escuelas, sin universidades, sin industrias,
sin transportes, convulsionada por la guerra y por la revolución, le
bastaron solamente 30 años para llegar a ser lo que es ahora por su
potencial económico, militar, industrial y científico.
Turquía ofrece en este mismo sentido otro ejemplo igualmente notable,
resucitada con Ataturk para una vida nueva y para una nueva concepción
de la cultura.
La juventud del país no era ni podía ser óbice para su
progreso; pero ese progreso no podía ser la obra de gobernantes desidiosos
y fósiles, que achacaban a la noble estirpe hispánica los males
de una política de entrega, de imprevisión y de holganza.
Otro slogan de la época era culpar al pueblo de esos achaques, al pueblo
argentino de quien ha dicho el general Perón, con toda justicia, que
es lo mejor que tiene la República, y con el apoyo del cual espera
desmentir esa enorme impostura de la oligarquía.
Lo que sí era cierto, y lo es aún y lo será siempre,
es que ha menester "educar al soberano", como decía Sarmiento.
Educar al pueblo constituye una de las grandes preocupaciones de nuestro gobierno
y, por todas partes del país, esa preocupación se ha traducido
en escuelas primarias, escuelas normales, escuelas obreras, escuelas hogares,
escuelas modelos, escuelas granjas, escuelas de todo tipo y clase.
Pero conviene aclarar que educar al pueblo no es solamente instruirlo. Es
mucho más que eso, y porque es mucho más que eso, Perón
ha transformado el antiguo Ministerio de Instrucción Pública
en un nuevo Ministerio que ahora se llama de Educación y cuyo titular
no tiene más que esa tarea, la tarea de educar, de dirigir y vigilar
la educación de los niños argentinos, y de orientar después
su vocación preparándolos y capacitándolos en todos los
órdenes del saber humanístico.
Además "educar", dentro de la concepción peronista,
significa inculcar un conjunto de ideas y de propósitos no destinados
únicamente a realizarse en un exclusivo sentido intelectual, sino también
ético y práctico. De ahí que podamos hablar hoy de una
educación pública que tiende a formar el carácter de
los argentinos, a formar su conciencia, a fortalecer su fe, a dotarlos de
un sentimiento de responsabilidad que antes no tenian, a enseñarles
a manejar los instrumentos y las cosas y las más ocultas fuerzas de
la naturaleza. De ahí que en nuestro caso particular de hombres que
representamos la sanidad nacional, nosotros podamos decir que también
tenemos asignada una misión educativa, y esa misión educativa
consiste en formar una conciencia nacional sanitaria y en preparar al pueblo
para la auto defensa y la autoprotección de su salud.
Sin la ayuda del pueblo mismo, nada nos será dable hacer en este orden
de cosas.
* * *
El presidente, hablando del espíritu y de las posibilidades de su
2.° Plan Quinquenal de gobierno, ha reclamado con palabras que no pueden
ser más elocuentes, la ayuda y la cooperación del pueblo para
llevar adelante las distintas iniciativas que se resumen en dicho plan. Con
cuánta mayor razón necesitamos nosotros contar con la cooperación
popular, cuando se trata de preservar y velar por la salud del pueblo mismo.
El peor enemigo que podemos tener nosotros, los hombres, somos nosotros mismos.
Nadie sino nosotros mismos puede herir con más certeza los puntos más
sensibles de nuestro ser y hacemos el mayor daño posible.
Estas sencillas reflexiones, tan sencillas que nadie puede discutir, explican
de suyo cuán indispensable resulta en el caso de la salud pública
contar con la colaboración estrecha y constante de los propios beneficiarios,
si queremos realizar plenamente el ideal peronista de levantar una nueva nación,
de hombres sanos, fuertes y prácticos.
Nosotros también, repito, los hombres de salud pública, tenemos
una misión educativa y cultural que cumplir en el país, al mismo
tiempo que construimos hospitales y creamos servicios médicos y los
dotamos de los elementos necesarios y al mismo tiempo que combatimos las epidemias
y las endemias, la tuberculosis, el cáncer, las enfermedades carenciales,
degenerativas y cardiovasculares. Tenemos, como antes dije, que preparar al
pueblo para la colaboración que nos debe y también para que
acepte de buen grado las no siempre agradables imposiciones de las leyes y
autoridades sanitarias.
La estimación de sí mismo comienza siempre por la estimación
de la propia salud, de suerte entonces que la salud es, en rigor, la base
y el fundamento, no sólo del bienestar físico, sino también
de la plena realización vocacional del hombre, el cimiento de sus ideales,
la materia imponderable de sus ideas, el poder de su ánimo, la dignidad
de su alma, el valor de su corazón.
El 2.0 Plan Quinquenal postula un mínimo de una cama por cada cien
habitantes, pero esa exigencia que el gobierno se propone satisfacer, no es
un ideal, es una triste necesidad. El ideal es, como diría Eva Perón,
llegar a no necesitar una sola cama, que en el país no hubiera un solo
enfermo.
El presidente de la Nación siempre ha mirado con prevención
los proyectos de hospitales que una y otra vez he tenido que presentarle,
porque los hospitales son, a su juicio, verdaderos monumentos que levantamos
los hombres más que para curar los males del cuerpo, para remediar
los grandes males de la ignorancia, de la desidia, de la negligencia, de la
imprevisión, cuando no las heridas y los golpes del odio y del crimen.
Según estas ideas, el genuino ideal peronista consiste, pues, más
bien, en derribar los hospitales para substituirlos por escuelas o por museos,
pero ello sólo será posible por el desarrollo y encumbramiento
de la medicina sanitaria y de la medicina social.
El estudio del Plan Quinquenal conduce necesariamente a una recapitulación
del pasado, si queremos situar históricamente los planes de Perón
y valorarlos en todas sus dimensiones.
Respondiendo a tal idea he iniciado este trabajo con una mirada retrospectiva
que me ha permitido recordar cuál era el estado prerrevolucionario
del país. Con ello se recuerda una época en que el paludismo
diezmaba el Norte y el litoral argentino, en que los tuberculosos se acogían
en Córdoba a la hospitalidad de las comisarías porque no había
camas en los hospitales Santa María y Funes. Asimismo merece recordarse
que en la Capital Federal, las ratas amenazaban expulsar a los enfermos del
antiguo Hospicio de las Mercedes. Vigilaba este sombrío panorama sanitario
del país el destartalado Departamento Nacional de Higiene, para justificar,
acaso, la inexistencia de un Ministerio de Salud Pública, que parecía
incluso prohibido por la Constitución Nacional, aunque a este respecto
más bien hay que echarles la culpa de tan grave omisión a los
intérpretes del texto constitucional que hablaban pontificalmente en
nombre de los Constituyentes del 53 y que en su nombre y en su memoria se
opusieron después, en 1949, a la reforma de la Ley Fundamental, que
homologó, puede decirse, y plasmó los anhelos de la nueva Argentina
expresados por el líder de la Nación.
No quiero negar la acción del ex Departamento Nacional de Higiene,
el cual, con sus escasos recursos, no podía hacer más de lo
que hizo. Más bien deseo honrar sus ruinas que han servido para edificar
el actual Ministerio de Salud Pública, y, sobre todo, honrar a muchos
de sus funcionarios que siguen actuando en mi departamento y son un modelo
de eficiente dedicación a sus tareas y de virtud ciudadana.
Los tiempos a que me refiero son conocidos por la mayoría de los habitantes
de la Nación, pero los acontecimientos nacionales que han llenado la
historia de los últimos años, han sido de tal modo trascendentales
para el país y 10 han transformado tan por completo, que no parece
sino que el otro término de mis comparaciones estuviera situado en
el siglo pasado. No es así, por supuesto. Comparo el país de
ahora y el país de hace siete a diez años atrás, a lo
sumo, sólo que el siglo que parece mediar entre uno y otro es el siglo
de retardo con que la oligarquía estaba gobernando a la Nación
cuando por primera vez asomó sobre la calle, sobresaliendo del balcón
de la Secretaría de Trabajo y Previsión, el brazo extendido
y el índice acusador del líder.
"Gobernar es poblar", repetían como un eco de Alberdi los
estadistas del pasado, pero lo más que se hizo en ese sentido fué
traer inmigrantes y dejarlos en el puerto de Buenos Aires, que se las arreglasen
como pudieran. En cambio, ahora se los trae y se continuará trayendo
contingentes de inmigrantes, pero se los elige bien, comenzando por su salud
y siguiendo por sus aptitudes y su adaptabilidad climática y profesional
a las zonas en que se los destina, y terminando porque no se los trae para
engrosar la masa de la población en las grandes ciudades, sino con
destino prefijado a las labores del agro o de las minas, y allí se
los ubica, se les da casa, muebles, ropa, crédito, seguro, instrucciones,
asistencia y consejos médicos, e incluso se les pone en la mano el
pico o la pala o el hacha o la azada que deben manejar. Esto es poblar, poblar
bien y provechosamente.
* * *
El tema de la población es uno de los temas especiales del plan; y
si lo menciono, es porque aunque parezca extraño a la materia sanitaria,
plantea, sin embargo, en muchos aspectos, problemas que son estrictamente
sanitarios y que necesitan la colaboración del Ministerio de Salud
Pública para ser encarados y resueltos en el hecho, como que en Francia
el organismo sanitario nacional se llama Ministerio de Salud Pública
y de la Población.
A qué hablar de cómo era tratado antes el trabajador, de cómo
era considerado el trabajo y de la absoluta falta de estímulo y de
preocupación por las industrias, que pudiendo tener en el país
no tenía mas. He aquí otros dos aspectos del plan de gobierno
que también se vinculan a nuestra tarea, por 10 menos en lo atinente
a las directivas generales que aun con respecto a los servicios asistenciales
adscriptos al trabajo, como a todos los servicios asistenciales, nos corresponde
impartir para todo el país.
"La acción médico sanitaria y médico social -dice
el plan- pasará a ser competencia de la organización nacional
de Salud Pública", y en cuanto a la asistencial dispone el plan
que ella "se ordenará por intermedio de la organización
nacional de Salud Pública, de modo tal que la conducción sea
centralizada, y la ejecución descentralizada a cargo de las provincias,
municipalidades y entidades no oficiales de asistencia médica",
correspondiéndole, incluso, al Ministerio de Salud Pública,
llenar esta segunda etapa, la etapa ejecutiva, con carácter de interinato,
allí donde las autoridades locales no estén en condiciones de
afrontar sus propios deberes y problemas, en lo que se relaciona conla salud
de la población.
Nuestras líneas de acción son esas. Tenemos entonces toda la
tarea a nuestro cargo en lo concerniente a profilaxis y prevención
de las enfermedades y en todos los sentidos que sea necesario extender la
acción sanitaria y la acción social de la medicina pública;
pero tenemos asimismo la responsabilidad del comando general de las tres ramas
de la Salud Pública, incluso si se trata de la prestación asistencial
en cualquier esfera que sea y en cualquier lugar de la República, amén
de aquellos servicios asistenciales que están directamente a nuestro
cargo,
como los que prestamos en los hospitales para tuberculosos, para enfermos
mentales, para leprosos, etcétera.
El Ministerio de Salud Pública tiene, además, un papel de vigía
médico en el desempeño del cual ha! incorporado a la medicina
argentina todos los adelantos y descubrimientos de las ciencias médicas
que se producen en el mundo entero; ha. contratado médicos y auxiliares
médicos extranjeros y ha creado institutos modelos e institutos experimentales
y otros de investigación especializada para los tres estamentos en
que se trifurca su acción pública.
- No voy a pasar revista pormenorizada a todas las innovaciones con que el
Ministerio a mi cargo ha aumentado voluntariamente su tarea y su responsabilidad,
queriendo corresponder con ello a la honrosa confianza y benevolente consideración
que nos dispensa el presidente Perón a todos los integrantes de este
departamento, esforzándonos en servir al pueblo cumplidamente, consagrándonos
por entero a proteger y velar su! salud y su bienestar, pero no quiero ni
debo dejar de referirme al Código Sanitario, cuyo proyecto ha sido
elaborado bajo mi dirección y supervisión por un equipo de hombres
de derecho, especializados en los temas sanitarios, que son mis asesores asiduos
en esa materia; proyecto que ya ha sido elevado al presidente de la Nación
y que cuando sea sancionado constituirá el único Código
Sanitario, orgánicamente. concebido como tal en el mundo. He de añadir
que también está terminado el proyecto de ley orgánica
del Ministerio, que tendré el honor de elevar a la consideración
del presidente de la República.
* * *
Otro asunto que no parece muy correlacionado con los propios del Ministerio
de Salud Pública, pero que sí lo está, directa e indirectamente,
justificándose así que me detenga a considerarlo en especial,
es el que se refiere al problema que plantea la enorme extensión de
nuestro territorio, cuya cifra en kilómetros tanto nos enorgullece
a los argentinos cuando comparamos nuestra superficie vital con la de otros
países.
Tenemos casi 3.000.000 de kilómetros cuadrados y dentro de esa enorme
extensión territorial contamos con todos los suelos, con todos los
climas y altitudes habitables e inhabitables, con toda clase de aguas termales
y potables, vale decir con la más variada gama de condiciones físicas
de que el hombre puede disponer para instalar su vivienda, su campo de deportes,
su residencia de turista o su campamento de trabajo. Todo eso tenemos en propiedad
los argentinos, y todo eso ha sido también patrimonio de nuestros antepasados,
pero ni ellos ni nosotros hemos disfrutado de estos beneficios con que Dios
ha favorecido singularmente a nuestro país. Sólo ahora esos
bienes inapreciables están dejando de ser estériles riquezas,
bajo el gobierno del general Perón, que ha querido y quiere que todos
los habitantes del país, todas las clases sociales, gocen y disfruten
de ellas.
Ciertamente nuestro extenso territorio, tan magníficamente dotado en
todas sus partes, bien pudo fundar el orgullo con que de niños aprendíamos
los argentinos nuestras primeras lecciones de geografía patria; pero
nos estaba reservada la decepción y el desengaño para cuando,
ya hombres, oíamos a nuestros gobernantes y a nuestros dirigentes políticos
argumentar contra esa misma extensión del país, para justificar
la falta de seguridad policial, la carencia de transportes, la demora en las
comunicaciones, el analfabetismo y la miseria de las poblaciones del interior
y la corruptela de las prácticas políticas ínsitas a
nuestra organización democrática, así desmentida en el
hecho por falencia de los mismos hombres que se llamaban repúblicas
y fundaban en la democracia su derecho a la ocupación del poder. Los
jefes y caudillos de la época nos explicaban de ese modo las cosas,
y así, nuestra riqueza territorial, en vez de servir al pueblo, servía
irrisoriamente para la coartada de los malos gobiernos y para distanciar a
los habitantes. No servía para otra cosa.
El Ministerio de Salud Pública tiene que enfrentarse con la extensión
del país y la infrapoblación, no sólo cuando debe distribuir
sus hospitales y sus servicios, no sólo cuando tiene que cubrir las
distancias con los medios de transportes. pocos o muchos, de que dispone para
repartir sus materiales y realizar sus campañas profilácticas,
sino también cuando tiene que multiplicar y diversificar su acción
para atacar aquí el paludismo o el mal de Chagas, allí la brucelosis
y la parasitosis, defender más allá la hidatidosis y enfermedades
carenciales y en los centros fabriles la vida y la salud de los trabajadores.
Tiene también que aprovechar y aconsejar el aprovechamiento de las
fuentes termales y de la diversidad de climas que poseemos. El Ministerio
de Salud Pública de la Nación es, como ningún otro, un
mundooficial complejo y completo, en que se refleja de uno u otro modo, toda
la vida de la Nación y toda la acción del gobierno.
* * *
Hemos hecho un cálculo de lo que el país pierde al año
por razones de enfermedad, pérdidas que pueden y deben ser E)vitadas
con una sanidad eficiente, llegando a la cifra impresionante de 3.010 millones
de pesos. Se suman para ello las 40.000 vidas que se pierden y pudieran ser
salvadas; los subsidios por invalideces que pudieron ser conjuradas; los 60
millones de jornadas por ausentismo prevenibles; los valores que se disipan
por falta de producción o escaso rendimiento de la mano de obra; los
gastos en medicamentos, en enfermedades evitables, etcétera. Son, pues,
3.000 millones de pesos al año que podemos ahorrar al país sólo
en estos rubros si trabajamos con empeño y patriotismo.
Bien sé que hablo en términos crematísticos, pero advierto
que la vida no tiene precio porque viene de Dios y es de Dios. No obstante,
hecha esta salvedad, insisto en que la salud tiene un precio y ese precio
hay que pagarlo mediante una adecuada financiación de la sanidad nacional
que es, justamente, el problema que plantea y resuelve el 2.° Plan Quinquenal
de Perón, ya que la salud del pueblo, si bien no es una obra retributiva
directa, a lo largo de los años resulta también un excelente
negocio.
Si las estructuras técnicas nacionales, provinciales y comunales destinadas
a proteger y perfeccionar la salud, cumplen con los objetivos que nos ha fijado
el presidente de la República, podremos curar a todos nuestros enfermos,
prevenir enfermedades y muertes prematuras; sanear los ambientes naturales
y de trabajo; luchar contra los factores sociales de enfermedad, especialmente
la ignorancia, los errores de alimentación y los perniciosos hábitos
de vida; organizar el desarrollo físico y mental de la población;
prolongar la vida útil del hombre y mejorar el potencial humano de
la Nación hasta llegar al máximo coeficiente vital. Voy a señalar
un ejemplo -a título ilustrativo- de cómo satisface Perón
sus compromisos con el pueblo . Veamos lo referente a camas hospitalarias,
donde afrontamos una carrera desigual con el crecimiento demográfico
de la población, crecimiento que es mucho más rápido
que nuestras posibilidades de construcción. En 1946 había 66.300
camas, computadas las de todas las jurisdicciones; su número subió
en
1947 a 81.000; en 1948 a 82.000; en 1949 a 100.000; en 1950 a 109.000; en
1951 a 114.000 y en 1952 a 128.000. La población argentina, entre 1953
y 1957, aumentará en casi tres millones de habitantes, con lo cual
la necesidad de camas para 1958 se elevará a la cantidad de 200.000.
Sumando esfuerzos y coordinando las tareas con los colegas de las provincias
-como lo establece el 2.° Plan Quinquenal- podremos conjurar el déficit
del dispositivo asistencial previsto para 1958, aparte de que concurrirá
a enjugar la falla el hecho de que la sanidad argentina actúa siempre
con el propósito de evitar que el enfermo se produzca, desarrollando
para ello la medicina social y preventiva, la profilaxis y erradicación
de endemias, con resultados crecientes, tales como en el caso del paludismo,
borrado del mapa sanitario en aquel esfuerzo inicial e histórico del
1 er. Plan Quinquenal.
y si nos encontramos frente al hecho consumado del enfermo postrado en cama,
pretendemos curarlo técnicamente, pero también curarlo "socialmente",
es decir, reintegrarlo a la colectividad, recuperándolo lo antes posible
para bien de su familia y de la patria, que reclama su esfuerzo, su sacrificio
y su trabajo.
Muchas personas nos han preguntado por qué no batimos el parche destacando
el éxito obtenido en la erradicación del paludismo, que en otros
tiempos y en países europeos consagró y hasta justificó
gobiernos por el hecho de haber dominado esa enfermedad secular. Yo siempre
he contestado que Perón no necesita de tal propaganda, porque su esfuerzo
es tan gigantesco en otros órdenes, que un triunfo humano y técnico,
aunque jamás logrado por otro gobierno en nuestro país, nada
significa frente a la independencia económica, la soberanía
política y la justicia social, los mayores galardones de la patria
y de Perón, trofeos de batalla que se ven y se sienten por quien quiera
ver y sentir como el pueblo argentino.
Me he referido al principio a los Estados Unidos de América y a su
extraordinario progreso con respecto a los otros países del nuevo mundo,
en el orden de las conquistas materiales y muy especialmente en el orden tecnológico;
pero ya no tenemos los argentinos motivo alguno para emularnos en él.
Perón ha abierto el camino, también para nosotros, de esas conquistas
materiales, y lo ha ensanchado inconmensurablemente, añadiendo a ellas,
en su programa de gobierno, las preseas de la cultura y del arte.
Todavía ha hecho más que eso: el plan de gobierno que ha ideado
y que es ley de la Nación, no sólo va a ser realizado por él
y sus colaboradores oficiales, sino por el pueblo, y lo entrega a éste
para que lo realice y sea el propio pueblo, el hombre común, quien
principalmente merezca el honor de haber trabajado para tener una posteridad
libre y gloriosa, como es libre y gloriosa esta patria de Perón.