Ante los procesos eleccionarios que se dan hoy en latinoamérica se abren una serie de espectativas que es necesario analizar. En estos actos no se enfrentan solamente dos formas de gestión, de modelos de política económicas, de roles del Estado, sino también dos proyectos que aspiran a formas de participación ciudadana distintas.
Por un lado las fuerzas políticas que tienden a construir democracias populares que pretenden brindarle al pueblo una participación más activa y solidaria, dejando de lado la actitud indiferente y egoísta del materialismo capitalista y por otro las democracias coloniales que defienden los modelos de participación del demo-liberalismo clásico dejando las acciones políticas en manos de los “profesionales” y las corporaciones.
Las implicancias de las nuevas formas de participación ciudadana pueden dar respuestas a una serie de diferencias entre el proceso boliviano y ecuatoriano por un lado y el argentino, brasilero y venezolano por otro. Para algunos analistas en los gobiernos de Correa y Evo Morales se aprecia un menor grado de confrontación ante los cambios que acarrea el proceso de transformaciones políticas, mientras que en Argentina, Brasil y Venezuela se ve una pérdida de apoyo de los sectores medios y de mayor intolerancia comunitaria ante la conflictividad social.
Algunos análisis señalan el “desagradecimiento” de amplios sectores medios de la comunidad brasilera que fueron beneficiarios de las políticas del PT y que hoy le dan la espalda o se transforman en críticos de la administración ante nuevas problemáticas socio económicas provocadas por el desarrollo natural de la comunidad (por ejemplo el problema del transporte público). Algo parecido se escucha en la argentina sobre amplios sectores sociales que a pesar de verse ampliamente favorecidos por las políticas del kirchnerismo actúan desde la vereda de enfrente en actitudes confrontativas como por ejemplo la disputa respecto del impuesto a las ganancias sobre los salarios de “alta gama”.
¿Por qué suceden estas desarmonías en el campo popular? ¿Por qué son mas manifiestas en procesos como el venezolano, brasilero y argentino y no tanto en Ecuador y Bolivia?
Una posible causante podría estar relacionada a los nuevos paradigmas de la participación ciudadana. Tanto en Bolivia como en Ecuador la comunidad pudo refrendar los procesos de cambio por medios de reformas constitucionales votadas por el pueblo por más del 60% de los votos. Aparentemente las comunidades comienzan a valorar de forma distinta a aquellas decisiones que tienen en su ejecución alguna forma de participación directa del pueblo.
Para profundizar los procesos políticos de las nuevas democracias populares comienzan a tener importancia no solamente la capacidad de los dirigentes políticos para llevar adelante una acción emancipatoria sino también las formas en que se toman las decisiones políticas que las crean y definen. El marco de creatividad y participación popular respecto a las decisiones ejecutivas de Gobierno son fundamentales para afirmarlas en términos de poder político.
Algo similar paso con la Ley de Medios en argentina. Proceso que le llevo a decir a Ricardo Lorenzetti, que era una de las leyes más democráticas por el hecho de haber sido discutidas en amplios foros de discusión ciudadana. Sin ese proceso de participación popular quizás otro hubiera sido el final de la historia. Es que la lucha anticolonialista se ha desplazado al campo cultural y de la formación de opinión cotidiana. En ese nuevo campo de batalla las corporaciones dan rienda a sus enormes poderes de coacción y manipulación informativa y ante ese despliegue las decisiones tomadas por el poder ejecutivo pueden menguar su fortaleza sin la participación activa del pueblo.
Por eso es importante ampliar el eje de discusión sobre las realizaciones revolucionarias del kirchnerismo -sobre las cuales no se puede dudar su consistencia anticolonialista- y llevarlo a analizar la importancia sobre las formas en que fueron concebidas y ejecutadas. Es evidente que si el pueblo no participa de alguna forma como para “sentirse incluido” en la creación de las transformaciones, se puede sentir también indiferente respecto a la necesidad de defenderlas.
En ese camino podríamos profundizar las atinadas dudas que expresara
Roberto Caballero en su editorial del domingo 26 de octubre:
“Gobierno versus Clarín no es un cruce entre dos megalómanos
que pelean por narcisismo extremo. Es la puja entre dos modelos de país.
El de la democracia y el de los monopolios.
La pregunta es qué hará Clarín en 2015. A quién
hará ganar el casting sábana para que enfrente al FPV y
al candidato que elija Cristina. Ninguno crece, nadie fascina y, para
aflicción de Magnetto, comienza a aparecer en las encuestas un
alto nivel de satisfacción con símbolos kirchneristas como
la AUH, YPF, AFJPs, Ley de Medios, la Ley de Movilidad Jubilatoria, el
rol del Estado en la economía, Buitres, que ponen en crisis el
relato de diseño del CEO.
Es cierto, en todos los casos, esas políticas rozan aprobaciones del 65 al 70%, pero la imagen de los funcionarios que las hicieron posible, no llega en muchos casos al 20 por ciento. ¿Por qué? ¿Cómo puede ser que los impulsores de las medidas que gustan no merezcan reconocimiento social?. Es una pregunta que excede esta doble página. Una hipótesis es que el discurso antipolítico y los niveles de ensañamiento mediático personalizado hunden en el descrédito a los funcionarios, aunque no ocurre lo mismo con las políticas que producen efectos concretos en la vida cotidiana de la gente. Es una injusticia paradójica, una dislocación conceptual, quizá producto del alto nivel de violencia simbólica que destilan titulares y zócalos contra aquellos que decidieron ingresar en la política con algún ánimo más que subordinarse a empresas y bancos.”
Quizás una respuesta a esta problemática es que la comunidad es reacia a construir autoridad política hacia los “gestionadores profesionales” que como los viejos dirigentes liberales presentan a las transformaciones desde el Estado -aunque sean correctas- como resultado únicamente de su capacidad personal. Por dolorosas experiencias el pueblo desconfía de los que se presentan como “magos ejecutivos” de la política alejados de los consensos populares.
Es que el imperialismo trata de encapsular a los protagonistas de las decisiones políticas dentro del campo de las instituciones liberales para circunscribirlas a una elite profesional. Aislando a los gobiernos del campo popular, buscan presentar a las transformaciones revolucionarias de los procesos progresistas de latinoamérica como provocadas por un grupo de “iluminados” o de “vanguardia esclarecida”. Intentan mostrar a la conflictividad política como consecuencia de una confrontación de carácter ideológica provocada por un grupo de políticos aventureros y populistas.
Tratan por medio de su prédica de mantener al pueblo en una actitud de espectador indiferente y especulador que se asocia al proceso cuando le conviene económicamente. Para ello llaman a evitar la confrontación y el debate acrecentando el sentido materialista y la indiferencia de la ideología individualista y se transforman en defensores acérrimos de la institucionalidad liberal-burguesa.
Por eso en esta nueva etapa, con un hombre con potencialidades participativas distintas no basta concretar la política correcta, sino que para que tenga sustento debe ser creada y elaborada en el marco de una participación política popular comunitaria.
El peronismo por su extensa experiencia política puede brindar un aporte fundamental a este debate, porque es un movimiento que basa su propuesta justamente en una nueva forma de participación ciudadana.
El peronismo sigue siendo inclasificable para todos aquellos que intentan analizarlo con un criterio que no sea congruente con las potencialidades del hombre de hoy.
La política como toda actividad humana es un reflejo natural de realidades sencillas y apreciables, por eso la confianza ciudadana que es la base fundamental de todo poder institucional no puede imponerse forzosamente. La gran crisis que padecen los sistemas políticos actuales reside en la sencilla razón que están pensados para un hombre que ya no existe.
El peronismo es simplemente un intento de dar una respuesta congruente a un nuevo hombre con potencialidades extraordinariamente distintas a las que forjaron las instituciones del demoliberalismo.
Los sistemas de representación política del liberalismo que motorizaron la inclusión de la burguesía en las reducidas y exclusivas áreas de decisión de las cortes monárquicas amparadas por el derecho divino de los reyes, si bien resultaron revolucionarias en su tiempo histórico, con el correr de la evolución cultural se transformaron en diques de contención a una nueva forma de representación ciudadana. Los pueblos hoy pugnan por poder dar rienda suelta a un enorme potencial cultural y buscan traducirlo en una acción solidaria para su comunidad.
La política ha dejado de ser exclusividad de las clases profesionales y los pueblos luchan por lograr un puesto relevante en las tomas de decisiones fundamentales que conforman el destino de sus comunidades.
Cómo lograrlo? de eso se trata el peronismo.
Un intento de brindar a todo un pueblo las herramientas para acceder a
un nuevo mecanismo de representación ciudadana que le permita formar
parte de la construcción y creación de las políticas
para transformar su comunidad.
Sin embargo esto que parece sencillo de expresar resulta muy difícil
de instrumentar. Permitir la acción creativa de la Comunidad en
función solidaria no parece simple de resolver si debemos respetar
el libre albedrío individual y a la vez resolver el tema de una
identidad política clara y una autoridad competente.
La cristalización ideológica y filosófica del liberalismo era alentada por un verticalismo feroz aplicado desde el poder político y provocado por el hecho evidente de que enormes sectores del pueblo adolecían de la educación y la información necesaria para la toma de decisiones. La clase profesional política en sus dos variantes: profesional/ administradora/ gestionadora/ liberal o tipo vanguardia esclarecida/partido revolucionario eran una lógica consecuencia.
Hoy la política vuelve a tener la posibilidad de transformarse en una herramienta integradora de las mejores virtudes sociales al tener prácticamente toda la comunidad una nueva potencialidad participativa.
El justicialismo propone a la acción política como una construcción comunitaria en permanente gestación. No hay caminos preelaborados desde rígidas posturas filosóficas o ideológicas. La ideología del peronismo es una creación popular y está en permanente construcción.
Para ordenarlo la discusión ciudadana debería lograr la suficiente armonía ideológica que impida los enfrentamientos estériles dando cabida a un arco de opiniones disímiles. Una homogeneidad que le brinde además una identidad lo suficientemente definida para transformarse en una alternativa visible ante las presiones culturales del colonialismo.
Perón explicaría la necesidad de ordenar el debate comunitario en su libro Conducción Política: “...El punto de partida de toda organización consiste en organizar a los hombres espiritualmente: que todos los hombres comiencen a pensar y a sentir de una manera similar, para asegurar una unidad de concepción que es el origen de la unidad de acción...”
Para ordenar toda esta dinámica creadora, el justicialismo propone
un acuerdo sobre los principios con los cuales debemos ver la realidad
y una tabla de valores para unificar de alguna manera la forma de resolver
los conflictos. “...Reunir hombres sin haberlos previamente animado
con una doctrina que les dé objetivos comunes y aspiraciones similares,
más que organizar es desorganizar...” (JD Perón, Conducción
Política)
Estos principios o valores fundamentales fueron interpretados por Juan Perón en una Doctrina Nacional y son la síntesis de una lucha histórica de más de 70 años de esfuerzos para tratar de poner en marcha esta nueva democracia popular y participativa.
Por eso cuando queremos sumar a alguien a este Movimiento Nacional solo pedimos que se respeten estos principios rectores y ordenadores de la acción. Le decimos algo así: “Unite a esta acción transformadora. Podes opinar lo que quieras, siempre y cuando respetes estos principios fundamentales que nos unen a todos. Podes crear y aportar desde tus capacidades personales y potencialidades ya que nuestro camino lo realizamos entre todos y no esta preelaborado desde una ideología. No sabemos qué forma final tomará nuestra lucha contra la injusticia, y dependerá de nosotros mismos.”
Concebir la realidad de una misma forma y resolver los problemas con una tabla de valores en común permitirá salvaguardar la creatividad individual y social de la comunidad manteniendo una identidad que a su vez pueda madurar culturalmente elevando las solidaridades populares.
Esta maduración colectiva permitirá profundizar un poder político cada vez más sólido hasta alcanzar la Unidad Nacional, primer peldaño para lanzar a la nación argentina hacia la integración continental.
Tres sencillas banderas sintetizan estos principios revolucionarios que permitirán la creatividad popular. Hagamos lo que hagamos ninguna acción debe contraponerse con nuestros ideales de justicia social, independencia económica y soberanía política. Cualquier decisión que atente contra estos principios fundamentales será una puerta abierta al colonialismo que intenta someternos.
La Justicia Social es nuestra bandera fundamental porque
asumimos que la igualdad y libertad pregonada por las constituciones liberales,
son una ficción jurídica que avala la hipocresía
de congelar una injusticia real, brindando los mismos derechos a poderosos
y sometidos. Creemos que luchar por una democracia real es luchar contra
la injusticia social para nivelar las diferencias provocadas por un capitalismo
feroz, cruel e inhumano. Por eso la Comunidad Organizada es principio
y fin del justicialismo. Luchar por una Comunidad Organizada es luchar
por poner en marcha una democracia verdadera donde todos tengamos los
mismos derechos, luego será el pueblo por sí el interprete
y dueño de su destino.
La Justicia Social lucha además por la maduración
cultural del pueblo para romper con los privilegios monopólicos
de las decisiónes políticas impuesta por el demoliberalismo
y permitirle al ciudadano expresarse políticamente -no solamente
con su voto para la elección de la conducción del Estado-
sino desde su actividad personal en la comunidad, como trabajador, intelectual,
comerciante o empresario, etc.
La justicia social pelea también por lograr la humanización del capital para poner la potencialidad económica al servicio de un proceso político, donde la confianza ciudadana comience a depender de las potencialidades creativas del pueblo y sus instituciones y no de las aspiraciones especulativas de un grupo de usureros y profesionales del lucro.
La segunda bandera es la Independencia Económica que
motoriza la lucha contra el colonialismo económico y propone poner
todas las fuerzas productivas del país al servicio de un proyecto
nacional y no al servicio del mercado transnacional de las plutocracias
dominantes.
Finalmente la bandera de la Soberanía Política que
es la responsable de consolidar en términos institucionales la
recuperación democrática, garantizando los derechos individuales
y de la nación toda.
Como podemos ve las tres banderas no son una especulación partidaria,
o un dogma ideológico, sino una herramienta de ordenamiento de
una nueva forma de participación ciudadana como eje de una lucha
anticolonialista que defiende los intereses de la Nación.
Cuando el peronismo puso las tres banderas en la constitución del
1949, se lanzaron voces de condena por creer ver en ellas un slogan partidario
o una sumisión ideológica a una fracción ciudadana.
En realidad las tres banderas son un compromiso de todos los argentinos
que de buena fe se deciden a enfrentar los apetitos colonialistas contra
nuestra patria.
Las tres banderas son una herramienta de concepción política
que permite que la transformación creativa del pueblo argentino
tenga en su ejecución una identidad política que garantice
su potencialidad anticolonialista, construyendo la felicidad del pueblo
y la grandeza de la nación.
Estos mismos principios son los que motorizaron los profundos cambios
con los cuales Néstor y Cristina Kirchner transformaron a este
país destruido por las políticas neoliberales en una nueva
esperanza para los argentinos.
Siempre el peronismo presentó sus enormes transformaciones socio-económicas como resultado de aplicar una Doctrina que era compartida por el pueblo todo. Era la forma de mostrar que los dirigentes no eran una grupo de iluminados que mágicamente nos liberaba, sino que eran los mejores cuadros que podían transformar en hechos concretos las aspiraciones del conjunto.
Por eso cuando Cristina avanza con su proceso de transformaciones el pueblo que comparte con ella estas tres banderas revolucionarias se siente interpretado. Es ahí donde surge la alegría peronista, porque el pueblo ve reflejado en la acción de sus dirigentes sus ansias comunes.
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