El liberalismo

 

 


La libertad

 

“El viejo concepto individualista de la libertad era un concepto que, en sí mismo, y considerado aisladamente, parecía justo; pero la libertad que nos ofrecía no era en la realidad de los hechos una realidad socialmente justa, desde que podía ser utilizada en contra de la sociedad y en contra de la justicia”

 

En el orden político, la libertad era concebida por el individualismo liberal como la posibilidad de actuar siempre sin restricciones jurídicas o estatales de ninguna especie. La libertad, decían, es absoluta y su ejercicio debe permitir al hombre obrar sin sujeción a ningún ordenamiento estatal en todas sus relaciones privadas. No hay límites para la libertad y, mucho menos, límites impuestos por el Estado. Tal era la consigna individualista.

 

En un sistema tal como el preconizado por las constituciones del siglo pasado, la libertad individual ha establecido el verdadero desequilibrio que existe entre los hombres que poseen poder o influencias y los hombres que están desposeídos de todo poder y de toda influencia. Y la ley decía “ustedes son iguales”. ¿Y yo me voy a conformar con que la ley les diga que son iguales, mientras estoy viendo todos los días que no puede haber una desigualdad mayor entre ese potentado que compra la ley, que compra al juez, que compra al abogado, y el otro pobre diablo que no puede ni siquiera comprar para comer? ¡Ah! pero los dos tienen libertad! Uno tiene libertad para explotarlo al otro, y el otro le queda una sola libertad: la de morirse de hambre!”


La autoridad estatal

 

Para el liberalismo la autoridad estatal debía ser reducida a su mínima expresión; apenas la suficiente para guardar el orden público. “El individualismo, cuya filosofía de acción es netamente liberal, entiende que, en su acción, el gobierno debe prescindir de toda intervención en las actividades sociales, económicas y políticas del pueblo”.

 

El Estado liberal ha sido calificado de “abstencionista” justamente porque carece de autoridad en lo económico y en lo social, y aún en lo político, su autoridad se reduce al mínimo indispensable para mantener el orden público; debe abstenerse de intervenir, porque su poder es como el de un gendarme, que se limita a vigilar y mantener el orden. De ahí también su denominación de “Estado gendarme”.

 

Las consecuencias has sido desastrosas: anarquía política en lo político; el capitalismo nacional e internacional en lo económico; la explotación del hombre por el hombre en lo social.


La igualdad

 

El liberalismo sostiene un concepto equivocado de la igualdad de los hombres. Sostienen sus partidarios que la igualdad exige que la Ley y el Estado traten a todos los hombres de la misma manera, aún cuando estén en distinta posición económica. No puede el Estado liberal dar al trabajador una garantía que no conceda también al capitalista; no puede prestar al obrero una protección que no preste también al empresario.

 

“Se había sostenido hasta ahora –dice Perón-, que todos los argentinos eran iguales ante la ley y se creyó asegurar esa igualdad dando a cada uno la libertad de proceder contra la libertad de los demás en nombre de una igualdad que desde ese momento resultaba desigualdad. Creo yo, añade, que esa igualdad frente a la ley ha de estar condicionada a las posibilidades de su realización, compensando las debilidades naturales de un sector con derechos que lo pongan a cubierto contra todo avance de los otros sectores de mayor influencia o de mayor poder económico. De ellos surge la necesidad de equilibrar las actuales desigualdades económicas con derechos mínimos, para que el hombre no esté sometido a abusos de otro sector más poderoso e influyente”.

 

La organización

 

“El ideal del Estado abstencionista era encontrarse frente a ciudadanos aislados, desamparados y económicamente débiles”.

 

Por eso procuraron, cuando se enfrentaron con la exigencia exasperada de los Pueblos en organizarse, darles una pseudo-organización: los viejos partidos políticos. En realidad, los partidos políticos antiguos nunca fueron organizaciones del Pueblo; a lo más, fueron organizaciones de los caudillos y de los testaferros de la oligarquía.

 

Síntesis

 

La libertad debe arrancar desde el punto en que haya sido definitivamente afianzada la seguridad social, la familia y la defensa nacional. Una libertad sin seguridad de vida, de trabajo, de educación y vivienda digna, es una falsa libertad. Poseer la libertad de morirse de hambre es un sofisma que constituye materia de engaño para quienes trafiquen haciendo cortinas de humo para ocultar intenciones. Recién después de obtener para los hombres de esta tierra la fe en los destinos individuales y colectivos, una porción efectiva de bienestar material y una parte real de justicia, se puede alcanzar la libertad.

 

El individualismo liberal es una fuerza poderosa en el escenario político mundial. El gobierno en los países liberales es generalmente ejercido por personas que representan los intereses oligárquicos más poderosos; son ellos los círculos plutocráticos, y no el Pueblo –pese a todas las apariencias de los procesos eleccionarios-, quienes deciden los nombres de los gobernantes.

El Estado liberal, como consecuencia, está sometido, en mayor o en menor grado, al dominio de los grandes consorcios capitalistas y, en lugar de servir a la felicidad del Pueblo, es ciego instrumento de la felicidad de unos pocos privilegiados, dueños de la riqueza y, por consiguiente, dueños del poder.

 

El pueblo, sin participación real y efectiva en las funciones de gobierno, debe enfrentarse con el Estado en su lucha por adquirir organización, conciencia y personalidad social, lo que da origen a constantes conflictos sociales y a un estado de agitación interna, que en determinados países ha llegado a adquirir permanencia y gravedad suma.

 

 

 

Fundación Villa Manuelita