RESISTENCIA Y LIBERACIÓN/ 3. Terminemos con el electoralismo partidocrático neoliberal

Nuestra comunidad está atrapada en una grieta irreconciliable entre las fuerzas políticas que se disputan el acceso al gobierno para desde ahí imponer sus planes, siempre con el pueblo en un protagonismo que reducen al “vótame a mí que te voy a resolver todos los problemas”. Esta disputa entre fuerzas con posturas ideológicas enfrentadas reduce a la política a una lucha por el poder, condenando al pueblo a una actitud de espectador lejano y sin incidencia en la creación de las transformaciones necesarias para sacar al país de su situación colonial. Pero ¿esta era la propuesta del General Perón respecto a las fuerzas políticas? Veamos…

La importancia de los partidos políticos en la Comunidad Organizada

Algunas interpretaciones desde el movimiento nacional presentan a la Comunidad Organizada como una forma de representación ciudadana que intenta suplantar a los partidos políticos. Sin embargo, es importante aclarar que las dos formas de representación política sobre los que se apoya la Comunidad Organizada -descritos en El Modelo Argentino y el borrador de la Constitución Justicialista de 1974- son los partidos políticos y los gremios. Los gremios ordenados en organismos con carácter de asesoramiento consultivo en un Poder Ejecutivo ampliado y conducido por las autoridades elegidas por el voto popular en elecciones libres.

Lo que sí podemos asegurar es que la Comunidad Organizada nunca podrá ponerse en marcha con los partidos organizados desde una filosofía liberal. Es decir, no se puede poner en marcha una Comunidad con los partidos políticos actuales. En términos futboleros podríamos afirmar que necesitamos partidos de Primera A y no del ascenso cómo ahora. El modelo de participación política actual presenta a las fuerzas políticas luchando entre sí para lograr el gobierno y desde imponer su modelo al resto de la comunidad.

Juan Perón con su ministro de economía, José Ber Gelbard en la puerta de la residencia de Gaspar Campos.

Hoy existe una fuerte verticalidad opresora desde las castas profesionales de la política hacia la comunidad, donde su única opción es elegir entre modelos preelaborados ya sean, progresistas, anarcocapitalistas, neoliberales, etc. Este esquema ha demostrado su fracaso, provocando comunidades descomprometidas y gobiernos con un poder diluido y debilitados ante los poderes de las corporaciones internacionales que intentan controlar el mundo.

Es el momento de nuevas democracias donde se debe incluir en el diseño de las políticas de Estado a porciones cada vez mayores de ciudadanos e instituciones sociales y políticas. Hoy las nuevas potencias culturales ciudadanas provocadas por una enorme revolución tecnológica aplicada a las comunicaciones humanas, les permiten a los pueblos participaciones impensadas en el siglo XX. Las nuevas democracias deben atender esta nueva realidad si quieren tener poder, ya que el mismo proviene de la cesión de la confianza ciudadana y nadie la cede si no está representado dentro de las potencias culturales que posee. Por eso la primera acción dirigencial será crear una democracia auto determinante donde su participación no está en mostrar el problema y brindar la solución, sino en coordinar la acción de la comunidad en la búsqueda de las soluciones a los problemas.

Se debe desechar la idea de que la ideología política puede dar una solución de carácter universal y definitiva a los problemas del hombre. Primero porque la complejidad del mundo actual lo hace irrealizable y porque el aceleramiento de las conflictividades socioeconómicas plantea escenarios tan cambiantes que impiden su síntesis detrás de una “verdad universal”. Hace tres siglos el mundo mostraba una complejidad posible de analizar y sintetizar. Hoy el mundo se ha transformado en un mar insondable cómo los que enfrentaban los antiguos navegantes que llegaron al nuevo mundo. No se trata de dominar completamente un mar inabarcable primero para cruzarlo después, sino de tener una tremenda fe en la tripulación y la nave que va a cruzarlo. Debemos enfrentar lo insondable del mundo actual armados de una nueva fe en el hombre, de un nuevo humanismo revolucionario.

Lo importante no es ordenarse desde una ideología que previamente encuentra la verdad absoluta y luego desde esa revelación intelectual construir el camino a seguir. No es un tema de ideólogos o filosofías vanguardistas. No es encontrar la verdad absoluta y universal, sino organizarse para buscar esa verdad en un mecanismo permanente. Lo importante no es “encontrar” la verdad, lo importante es buscarla, siempre. Eso nos hará libres.

Un nuevo humanismo

Hoy se debe abandonar esa dependencia del marco ideológico para pasar a una fe en el hombre, asumiendo sus nuevas potencias culturales y reconocerlo como reservorio de una basamento moral y ético. Una moralidad que no surge solamente de un hombre ilustrado sino de un componente solidario que anule la soberbia iluminada de querer imponer al resto su propia visión. Las castas políticas de la actualidad son rechazadas no solamente por los resultados de su gestión, sino por su componente vanguardista de pretender imponer al conjunto una decisión propia, basada en una ideología preelaborada y con una actitud personalista típica de los caudillos de otra época.

En una reunión multipartidaria Perón junto a Héctor Sandler, Ricardo Balbín y Juan Carlos Coral.

Una actitud humilde y solidaria debe caracterizar a las dirigencias de las futuras democracias. De vanguardias iluminadas o Ceos “del mejor equipo” deben transformarse simplemente en intérpretes, conductoras y artífices de la acción común. La confianza en el pueblo es lo que puede dar comienzo al proceso autodeterminante. La primera clave para poner en marcha el proceso de auto determinación comunitario es estar convencido de que residen en el pueblo, especialmente en los sectores más humildes que no fueron tentados por la soberbia del saber y el egoísmo del dinero, una serie de valores fundamentales implantados por la revolución cristiana hace miles de años.

Estos valores fueron sintetizados por la revolución peronista como las Virtudes del Pueblo. Esta fe en el popular permite acentuar la construcción del poder directamente en el plano orgánico dejando de lado caracterizaciones de orden ideológico, filosófico y sociológico. No hacen falta las sesudas interpretaciones de filósofos y sociólogos respecto de que es lo popular. Nada de determinantes vacíos y cosas complicadas. Para nosotros lo mejor que tenemos es el pueblo y listo, se acabó la discusión. Solo la presencia popular en el proceso de transformación comunitaria puede brindar el contenido ético para sostener una nueva mística ciudadana. Por eso la filosofía peronista es cristiana, no por un tema religioso. La filosofía peronista es cristiana por esta convicción de que residen en nuestro pueblo esos valores predicados por el hombre de Belén.

La clave: la organización del espíritu común

El desafío de las nuevas democracias es poner en marcha un espíritu común que sea la base de la construcción colectiva. Se trata de sintetizar desde esos valores fundamentales una doctrina que vamos a respetar para unificar una misma forma de ver las cosas y una tabla de valores sobre lo bueno y lo malo de la acción política. De esa forma la creación comunitaria tendrá una identidad clara y una armonía conceptual que servirá de basamento para su desarrollo permanente. Esa es la función de los aspectos doctrinarios.

La doctrina justicialista sintetizada por Juan Perón en sus tres banderas históricas de justicia social, independencia económica y soberanía política tiene esa finalidad: la de ordenar la potencia creativa de la comunidad y brindar una firme identidad en evolución permanente evitando el asambleísmo y la disociación. Adoctrinar entonces es organizar ese espíritu común que va a permitir no solamente la puesta en marcha de las nuevas instituciones populares sino también gestar un nuevo concepto de autoridad que puede hacer realidad el viejo sueño de que “las bases”, los pueblos o las comunidades puedan crear su destino, realizándose en una Comunidad que también se realiza.

Un nuevo concepto de autoridad

Hoy la autoridad se define al elegir quien decide por vos. Es una autoridad que supuestamente te “representa”. En la Comunidad Organizada el pueblo debe elegir a quien coordine la acción del conjunto. Necesitamos una nueva dirigencia que debe demostrar su capacidad desarrollando la nueva soberanía popular basada en la acción creativa del conjunto. Si todos somos parte de una orgánica que tiene claro el objetivo común y los principios y valores que lo unen, la autoridad se define por la capacidad de armonizar el esfuerzo de todos.

Juan Perón con Isabel en los jardines de la Quinta presidencial de Olivos.

Estaríamos por ejemplo ante un federalismo real porque se cede poder ante quien tiene la capacidad de incluirme en una acción común. Los valores comunes terminarán uniendo al conjunto en una articulación donde todos se van realizando y construyendo una nueva Argentina. Se cede la autoridad en alguien que conduce al conjunto donde todos formamos parte activa.

La acción política no debe ser una imposición sino una acción de coordinación. Hacer lo que las bases quieren, el federalismo, el cooperativismo y cualquier tipo de participación popular podrá existir si el conjunto forma parte de una acción coordinada con un objetivo común. No se trata de organizarse para defender los intereses sectoriales, de un gremio, de una provincia o de un municipio. Se trata de organizar una acción común, que no puede ser otra que la construcción de una patria renovada para desde ese objetivo articular los intereses sectoriales con los intereses de la nación. Sólo el esfuerzo para poner esta nueva forma democrática en marcha podrá definir una nueva autoridad que será responsable no de imponer una verdad absoluta e intimidante sino de conducir el proceso común.

No se trata de organizar las demandas de los distintos sectores sino de que todos busquen y construyan algo distinto y nuevo al cual pueden ceder sus intereses individuales y sectoriales. La verticalidad de imposición típica del liberalismo termina cuando la comunidad se pone en marcha para construir lo nuevo. Del verticalismo opresor pasamos a la coordinación del esfuerzo como nuevo paradigma de autoridad revolucionaria. Más que organizarme para defender mis intereses sectoriales me debo organizar para participar desde mis intereses sectoriales en la construcción de mi patria como garantía del triunfo de todos.

Perón responde los saludos efusivos de transeúntes durante un traslado por la ciudad.

Sin creatividad comunitaria en marcha no habrá ni autodeterminación, ni participación popular ni federalismo real. Para eso las dirigencias deben presentar el nuevo sistema participativo explicando los valores y principios que proponen entregándose públicamente a ellos. Para hacer lo que el pueblo quiere, primero hay que unirse al pueblo con una unidad conceptual. Quien no plantee esta unión espiritual como base indispensable para la construcción política, quién no se entregue públicamente a una doctrina común y ofrezca herramientas institucionales para sumar a quienes compartan esa doctrina a áreas de decisión y creación política, estará haciendo política de círculos y caudillismo liberal.

El verdadero frente de liberación

Esto nos remite entonces a que la reconstrucción de nuestro movimiento necesita articular a quienes comparten la necesidad de poner en marcha esta nueva democracia. No me organizo como fuerza política dentro del sistema liberal y el pueblo en la tribuna, sino como un movimiento político que desea cambiar el sistema de representación ciudadana y permita integrar a la comunidad a una política constructiva común.

No me debo unir a quienes están contra Milei simplemente, sino con los que quieren enfrentar el sistema político que permitió el ascenso del monstruo. La reorganización del movimiento será motorizada por la armonización de las fuerzas políticas y sociales que pretendan gestar una nueva democracia donde la comunidad sea la protagonista central.

Quedarán enfrente quienes quieran mantener las actuales instituciones de representación neoliberal que impiden el crecimiento de la cultura social del pueblo. Quedarán enfrente quienes quieran mantener los privilegios de una casta política vanguardista que quiere sumergir a la comunidad en una espíritu egoísta intrascendente. Quedarán enfrente quienes quieran entregar los resortes fundamentales de la Nación a las plutocracias que en manos de los super multimillonarios controlan el mundo. Esta es la grieta correcta que debemos promover, y no la grieta actual que es producto de una pelea interminable por lograr el poder y que disocia sin sentido a la comunidad impregnándola de un espíritu de confrontación permanente.

El acuerdo partidario fundacional

Este nuevo frente nacional debe gestionar un gran acuerdo fundacional de la Nación que debe definir una serie de objetivos estratégicos que incluyan a todas las identidades partidarias, sociales y económicas del país. Este acuerdo debe también sintetizar los principios comunes de los objetivos trazados, para poder ser compartidos con el pueblo y para unir de esa manera a la comunidad en una concepción común en la cual todos podrán participar de alguna manera. De esta forma la nueva democracia popular cambiará el enfrentamiento disociativo de la partidocracia liberal donde todos pelean para llegar al gobierno para desde ahí imponer su plan al resto de la comunidad, por un diálogo sobre la mejor forma de lograr lo que todos queremos.

Dirigentes políticos del oficialismo y la oposición asisten a una reunión convocada por Perón en la casa Rosada el 13 de noviembre de 1973.

Esta acción pretende un nuevo concepto de autoridad partidaria donde la imposición vanguardista y de Ceos profesionales actual, transmuta en una nueva autoridad que se construye sobre la capacidad de coordinación del esfuerzo común.  Según el Modelo Argentino y el borrador de la constitución justicialista de 1974, se debe sumar a la acción legislativa tradicional de los partidos políticos, el protagonismo de un Consejo Partidario en el ámbito del poder ejecutivo de la nación.  Esto dotaría a las fuerzas políticas de una misión más de carácter estratégico y brindaría un marco de acción más amplio a la democracia social ante un mundo con elevada y acelerada conflictividad socioeconómica. Habrá momentos de expansión o de contracción económica, momentos de brindar ayuda social extrema u otra de profundización de derechos individuales. No lo sabemos. Pero un sistema articulado sobre identidades partidarias amplias puede brindar un campo de acción y cobertura ideológica a los vaivenes lógicos de un proyecto nacional que evoluciona en un mundo en cambio permanente. Por eso Perón planteaba que los partidos políticos debían ordenar sus basamentos ideológicos en valores doctrinarios para poder acompañar la dinámica constructiva de la nueva soberanía popular.

“En un país institucionalmente representativo, la organización de las fuerzas políticas debe ser representativa, para servir con fidelidad al país. Para ello, toda organización política debe tener claramente establecida su unidad de doctrina, en la cual se apoyarán sus estructuras orgánicas y su accionar. La unidad se logra básicamente cuando se dispone de un profundo conocimiento del país y se hayan determinado con claridad, los objetivos que desean alcanzarse y los medios a utilizar. La democracia social que deseamos no se funda esencialmente en la figura de caudillos, sino en un estado de representatividad permanente de las masas populares. Todas las fuerzas políticas necesitan de la acción armónica de quienes conciben la doctrina, de los que la predican y de los que habrán de ejecutarla. La doctrina de cada partido debe ser predicada y no simplemente enseñada. Ello significa que hay que hacerla conocer, comprender y sentir. Pero todo partido político, para que ejerza una acción eficiente, requiere no solamente del valor numérico de sus integrantes, sino también de una base ideológica explícitamente establecida. Tal aspecto podrá evidenciarse a través de una clara plataforma política que no será otra cosa que lo que el partido conciba como Proyecto Nacional.”

Juan Perón, El Modelo Argentino

Las fuerzas políticas propuestas por Juan Perón desechan la idea de un partido único y la de una dispersión multiplicada de partidos. Pero es evidente que debe comenzar a gestarse una nueva dirigencia política partidaria que se entregue a un nuevo sistema de participación ciudadana, donde el protagonismo fundamental dependa de un Poder ejecutivo ampliado, conducido por el partido político que gana la elección y acompañada por un consejo de partidos políticos y de consejos socioeconómicos que creen y sostengan los planes de gobierno.  Luego la planificación de los compromisos tomados podrá compartirse con la comunidad en un proceso unido detrás de los principios comunes que forjaron el acuerdo fundacional.

Conclusiones

El cambio de filosofía de la acción política del peronismo busca terminar con la verticalidad de la imposición ideológica, ordenando la capacidad creativa común.

Pretende que esa identidad política no surja de una imposición ideológica cerrada, sino que sea el producido por la construcción común de la comunidad.

La autodeterminación debe terminar con la imposición ideológica poniendo a todo el sistema en una búsqueda creativa que cambia el sentido de la autoridad y quiebra la imposición del sistema neoliberal.

El sistema actual potencia la confrontación de los derechos sectoriales, así como también las alternativas ideológicas de las fuerzas partidarias. El peronismo propone que todos nos pongamos a construir juntos una identidad común. La unidad no es una unidad de sumisión a un determinado sector o fuerza determinada, es una unidad que ordena a quienes participan del diálogo para crear lo nuevo.

El nuevo centro de gravedad institucional de las nuevas democracias populares estará en el poder ejecutivo ampliado por todos los sectores, los consejos políticos y los socioeconómicos.

La nueva verticalidad, la nueva autoridad institucional, es en función de demostrar quién es el mejor para coordinar la acción común. Es un sistema que se ordena para la creación, para la construcción y para el diálogo.

La Comunidad Organizada es la única forma de poner en marcha una nueva democracia con representación ciudadana real y un auténtico federalismo.

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