Mafia o democracia/ Nuevo documento

Por Daniel Di Giacinti

“…Que a 40 años de la recuperación democrática veamos un estado paralelo administrado por las mafias no es justo. Ni para los que sufrieron las consecuencias de la dictadura ni tampoco para los millones de argentinos que siguen apostando a que la democracia es la mejor manera de vivir entre nosotros. El 24 de marzo, en el año en que se van a cumplir 40 años de democracia, será una fecha muy importante para que movilicemos a toda la Argentina a partir de una consigna: Argentina y democracia sin mafias. Los argentinos nos lo merecemos…”

Cristina Fernández de Kirchner

El llamamiento de Cristina para enfrentar a las mafias apunta a movilizarnos en contra de un enemigo que se encuentra embozado detrás de la formalidad de una democracia fosilizada.

Para poder enfrentar esta mafia es necesario analizar de qué forma actúa y cómo se sostiene amparada por una sofisticada maquinaria política que representa los intereses de una clase oligárquica aliada a un proyecto internacional globalista y neoliberal que defiende privilegios e intereses en contra del pueblo y de la Patria.

Esta mafia expresada por una convivencia de sectores de la justicia, medios masivos de comunicación y fuerzas políticas antipopulares y antinacionales manipulan la información, falsean la realidad y pueden cooptar y engañar a la comunidad promoviendo candidaturas y defenestrando dirigentes políticos.

Estas mafias pueden lograr sus objetivos solamente si cuentan con pueblos adormecidos por una forma de participación política prehistórica que provoca la existencia de un ciudadano infantilizado y comunidades enfrentadas y disociadas. Un enfrentamiento contra estas mafias debe ser realizado comenzando con la impugnación del sistema político que permite su existencia. Hay una concepción política, ideológica y formas institucionales concretas que permiten el desarrollo de estas nuevas formas de dominación colonial y que exigen su visibilización para enfrentarlas y derrotarlas.

La grave situación que atraviesa nuestro Movimiento con un amplio rechazo de la comunidad expresada en el crecimiento de alternativas pro liberales, divididos detrás de personalismos políticos y con expectativas estratégicas que no superan la especulación electoral, nos impone la necesidad de profundizar el análisis buscando nuevas caracterizaciones que nos permitan encontrar un rumbo válido para nuestra Patria. Algo está pasando para qué pese a los esfuerzos de nuestra bien intencionada acción de gobierno, la relación con la comunidad se haya deteriorado de tal forma, que la mayoría de nuestros dirigentes gozan del mismo rechazo de la comunidad que las del macrismo entreguista.

Las democracias liberales se han transformado en una herramienta que sirve perfectamente a las grandes corporaciones que dominan al mundo, porque impiden la toma de compromiso ciudadano y la maduración de la confianza y de formas solidarias sociales. Sobre estas comunidades se derraman gigantescas herramientas de manipulación informativa y de distracción social.

Estas masas sin conciencia social son la base para la existencia y eficiencia de las Mafias que transforman a las democracias en verdaderas plutocracias. Por eso la verdadera lucha contra ellas no solamente requiere de la denuncia de los mecanismos que desarrollan para engañar al pueblo, sino que se debe enfrentar decididamente las formas de participación política que las permiten.

El ascenso de los pueblos

Hoy estas nuevas herramientas de dominación política funcionan manteniendo instituciones y formas participativas de hace dos siglos. Hoy transitamos otros tiempos históricos con un nuevo ciudadano y con un mundo absolutamente distinto a los de la revolución francesa y norteamericana que dieron nacimientos a las instituciones que hoy todavía conviven con nosotros.

Los pueblos de la actualidad distan muchos de los pueblos de esas épocas, mayoritariamente analfabetos y sin ningún tipo de información. El hombre de hoy ha ampliado geométricamente sus capacidades culturales de la mano de una revolución tecnológica sin precedentes. Este nuevo ciudadano debería participar de una forma que se le permita utilizar el enorme caudal de discernimiento e información que hoy posee y que por el sistema de representación actual queda reducido a elegir a otro para que decida por él.

Los sistemas de representación se consideran eficaces cuando el ciudadano “se siente partícipe” de los acontecimientos de su comunidad. Hoy ha quedado evidenciado que los pueblos del mundo no se sienten representados por los sistemas políticos y saben que las elecciones muchas veces se reducen a elegir “la soga con la cual te van a colgar”. Estos procesos donde se termina eligiendo “lo menos peor”, lógicamente no pueden generar ningún aumento de la confianza social, gestando ciudadanos descomprometidos y Estados debilitados.

Por otro lado, el sistema de representación ciudadana impide la participación colectiva porque las decisiones descansan sobre un reducido número de dirigentes circunscriptos a los poderes ejecutivos y legislativos. Para que la comunidad “se sienta” participando es necesario multiplicar los ámbitos de creatividad ejecutiva para incorporar a las mismas a todas las organizaciones sociales que surgen por doquier catapultadas por una revolución tecnológica que ha ampliado enormemente su capacidad de análisis y por lo tanto su necesidad de participación para resolver los problemas de una realidad más compleja y acelerada. Difícilmente los pueblos “se sientan representados” cuando la toma de decisiones descansa sobre un número limitado de dirigentes transformados en una especie de casta privilegiada.

El agotamiento de las ideologías

A esto se suma el agotamiento de las ideologías como rectores de la participación política. La revolución burguesa se construyó detrás de una Fe en que la razón y la ciencia iban a encontrar las soluciones a los problemas del hombre. Surgieron las interpretaciones que gestaron las ideologías, donde filósofos y pensadores delinearon detrás de sus teorías y concepciones las soluciones para resolver los problemas fundamentales.

Esto permitió que las ideologías ordenaran la institucionalidad detrás de las interpretaciones que de las mismas realizaban las fuerzas políticas, que como una vanguardia esclarecida o CEOS profesionales dirimían los caminos a seguir. Detrás de las ideologías se enfrentaron intereses, partidos, naciones, continuando hoy un proceso todavía no agotado. Los pueblos eran espectadores lejanos, explotados, sin educación ni información como para sentarse en los ámbitos de decisión. Pero la evolución tecnológica hoy ha equiparado las potencias de la comunidad. Los pueblos se han esclarecido y buscan participar de una forma diferente. Hoy existe un nuevo derecho humano que es el derecho a construir su destino por parte de todos los ciudadanos. Hoy los nuevos sistemas políticos deben dar respuesta a estas nuevas potencias culturales para que el ciudadano vuelva a confiar y generar una nueva armonía social.

“Ya no sirven las ideologías. Marx fue el último de los ideólogos, la Z de las ideologías. Hoy la Revolución pasa por la doctrina. Las ideologías le daban a los pueblos tres o cuatro líneas generales a seguir. Los obligaban a ajustarse a un libreto para cumplir un objetivo lejano. A veces bien intencionado, pero, por su mismo proceso, inhumano. El hombre de hoy quiere saber qué papel juega en todo esto y aportar lo suyo. Las ideologías han fracasado porque los problemas son diferentes. El hombre de hoy se resiste a que se le embrete, a que se le empuje. Quiere ser hombre. La doctrina, al integrarlo, al estimularlo, al comprenderlo, le da ese lugar que le corresponde en la historia. Y solo así es como se puede liberar, lograr la Unión Nacional, Regional, Continental, La Revolución Humana (…)

se trata de que todos los argentinos construyamos la estructura revolucionaria, que es el poder mismo. De esta forma el pueblo no doblegará el poder, sino que lo ejercerá, será suyo. El poder no es el gobierno político solamente. El poder surge del bienestar general y de la participación total. Por eso en nuestra Revolución Humana no podrán existir marginados, olvidados, parásitos o zánganos. Sera un sistema que dará plena felicidad a todos los Hombres, Mujeres y niños de nuestro pueblo y que servirá de ejemplo para América y para el Mundo. Ese es el camino.”

Juan Domingo Perón

El vértigo de la conflictividad creciente

La actual democracia liberal ordenada desde las interpretaciones ideológicas de los partidos políticos, armonizan su relación con la comunidad dando el derecho elegir las distintas alternativas cada cuatro o seis años ofreciendo sus propuestas sintetizadas en plataformas y planes de gobierno. Sin embargo, la evolución política de la mano de la misma revolución tecnológica que ha provocado el ascenso de los pueblos a las posibilidades de su autodeterminación, ha impreso una velocidad inaudita a las conflictividades socioeconómicas.

Este vínculo entre las fuerzas políticas y los ciudadanos a través de sus plataformas o programas de gobierno, funcionaba cuando la problemática social era manejable en términos de su complejidad y desarrollo temporal. Pero el aceleramiento de la conflictividad de los procesos sociales ha hecho añicos la posibilidad de esos acuerdos que permitían una evolución armónica de las instituciones. Hoy se debe instrumentar una representación que una al Estado con el ciudadano, en una relación que permita la evolución madurativa de la comunidad mientras navega en las nuevas conflictividades, dando respuestas inmediatas a los problemas que van surgiendo en un mundo cada vez más caótico.

La imposición ideológica genera además una lógica puja entre los contendientes para hacerse del gobierno. Es una lucha que impregna de enfrentamiento permanente a la acción política. Las ideologías cerradas y de carácter universalista no dan lugar a la reflexión constructiva de la Comunidad. Todo depende de la interpretación de los políticos profesionales quienes trenzados en debates cerrados y destructivos impregnan a la comunidad con un espíritu de combate permanente, transformando a la política en una lucha salvaje y excluyente. Una grieta donde se escabulle la capacidad de creación de un destino común. Un verticalismo que impide la construcción creativa y somete al ciudadano a una imposición ideológica que se transforma en una nueva forma de opresión.

La dirigencia colonial

Esta democracia colonial es sostenida por una dirigencia política que se ofrece como representante eficaz de los ciudadanos quienes a través del voto delegan sus responsabilidades y compromisos. La política se desarrolla exclusivamente a través de sus representantes reza el lema oficial. Hoy las fuerzas de nuestro movimiento se presentan respetuosas de los mecanismos de participación ciudadana liberales, ofreciendo desde una concepción política nacional y popular su propuesta. Y si bien el kirchnerismo recuperó las fuerzas del gobierno para ponerlas al servicio de las tres banderas históricas del peronismo, su filosofía de la acción política liberal le impide convocar a la movilización popular que le podrían brindar la fuerza para enfrentar a las mafias enquistadas en el sistema y poder cumplir con sus deseos de desarrollo independiente. No se puede construir un poder revolucionario respetando las normas de representación liberal. Toda revolución necesita un impulso y una decisión que no se encontrará en esa delegación liberal que permite una actitud descomprometida, distante, abierta al consumismo y al materialismo individualista. Es decir, si nos presentamos ante nuestra comunidad con el lema liberal de “votame a mí que te voy a resolver los problemas”, más allá de las buenas intenciones no sumaremos poder real sino circunstancial.

La alternativa que presentamos a nuestra comunidad desde el Frente de Todos está impregnada de una mirada correcta, pero la forma de exponerla impide al pueblo algún tipo de participación que lo aliente a la movilización. Es la típica actitud de la vanguardia esclarecida que le explica al pueblo cual es la revolución, cuál es el camino a seguir. De alguna forma repetimos la misma actitud antipopular de los liberales sin dejarle al pueblo ninguna participación real más allá del voto.

El mecanismo colonial es simple, mantener las antiguas formas de representación que garantizan un pueblo sin conciencia social, sin posibilidad de maduración de solidaridades colectivas, dando rienda suelta a sus mecanismos de manipulación informativa y brindando a esa masa, un camino donde un individualismo acérrimo garantizará el enfrentamiento y la disociación social.

Una revolución que pretenda imponer una nueva forma de representación democrática en cambio, deberá coordinar el esfuerzo de toda la comunidad, su pueblo, sus instituciones y sus fuerzas políticas. Cada sector tendrá su área de prédica para actuar y esa lucha no finalizará con el triunfo electoral, sino con el desplazamiento de todo el sistema político anterior. Posicionarnos en cambio como un partido democrático que forma parte de la democracia colonial reduce el sentido participativo de la Comunidad en el esfuerzo transformador. Si reducimos la lucha a acceder al gobierno como un partido liberal más, sacamos de la cancha a las instituciones sociales que deberán hacer cola para colocar algún candidato para las listas, el pueblo quedará en una actitud expectante y desmovilizada y la mística de los militantes que participen en la lucha será la de ascender en la carrera del funcionariado profesional.

Pero además hay algo más grave. Asumirnos como un Partido terminará atando al peronismo al destino catastrófico de los movimientos progresistas qué como los socialismos europeos, han fracasado rotundamente hundiéndose en el escepticismo y abriendo las puertas a la reacción corporativa. Debemos evitar que el futuro de nuestro continente atado al deterioro institucional de la democracia liberal, entre en un proceso de agotamiento y disociación política y social cómo peligrosamente asoma como posibilidad en Chile, Perú, Bolivia y Venezuela.

El camino del peronismo

El peronismo es una nueva forma de democracia que intenta resolver los problemas planteados por la evolución política y el ascenso de los pueblos a un rol protagónico que la democracia liberal le niega. El peronismo es un movimiento político que quiere dejar atrás el verticalismo opresor de las ideologías racionalistas abriendo la esperanza de la autodeterminación popular. Ordenar las capacidades creativas de la comunidad le da el nombre a nuestra propuesta ideológica para la nueva democracia: La Comunidad Organizada, escrito por Juan Perón en los albores de nuestra revolución marca el objetivo estratégico de nuestro movimiento.

Quizás una de las cosas más difíciles de comprender de este pensamiento revolucionario es su dinámica autodeterminante. No estamos ordenados por una ideología cerrada que nos brinda una solución pre elaborada, sino que nos organizamos para brindarle al pueblo un sistema que le permita ir construyendo y creando su destino. No hay modelos prefijados, por eso no somos de izquierda ni de derecha, seremos los que la comunidad decida, y que no sabemos qué será. Esta incertidumbre quizás sea uno de los elementos más difíciles de asumir, porque venimos de los caminos trazados desde las ideologías que brindaban una certidumbre desde sus proyecciones teóricas. Los procesos autodeterminantes no tendrán eso, y deberán suplantar esa fe en el racionalismo iluminado por una nueva fe en las capacidades de los pueblos. Por eso el peronismo es un renovado humanismo que se sostiene por una fe en los trabajadores como basamento moral y ético de las nuevas identidades que el pueblo irá construyendo. Por eso reafirmamos lo que nuestras verdades peronistas dicen: lo mejor que tenemos es el pueblo.

Nuestra propuesta autodeterminante sin embargo no se basa en una acción asamblearia donde nos agrupamos para analizar todo siempre de cero, sino que tenemos una serie de herramientas y de mecanismos que proponemos para poner en marcha las nuevas formas participativas.

En 1950 luego de casi una década de lucha anticolonialista, el Gral. Perón interpretó los principios que motorizaron la lucha por construir un camino de liberación y los sintetizó en una doctrina política, para que ese proceso autodeterminante tuviera un basamento conceptual para ordenar la creatividad común y ponerla a salvo de las disociaciones que podría provocar el asambleísmo inconducente.

El basamento conceptual sería fundamental para ordenar la enorme diversificación de intereses que conforman las comunidades modernas. Unirnos detrás de una doctrina común permite ordenar la capacidad creativa respetando el libre albedrío individual y colectivo, garantizando que ese proceso transformador tenga una identidad anticolonialista, nacional y popular.

El peronismo propone a su patria una democracia con una forma participativa distinta, organizada detrás de tres banderas comunes que son la justicia social, la independencia económica y la soberanía política y sólo el acuerdo de la comunidad en estos principios doctrinarios podrá poner en marcha al pueblo creando su destino.

Claro que esta nueva forma participativa necesita que esa doctrina sea el basamento común para todos los argentinos o para la mayoría de ellos. No es algo partidario ofrecido como identidad para lograr el voto, es una herramienta de organización espiritual para todos los decididos a construir algo nuevo, algo trascendente. Debemos conformar un nuevo espíritu nacional impregnado por la fuerte identidad que nos brindan nuestras tres banderas históricas. Todos los argentinos inmersos en estos principios podrán darse a la tarea de construir una nueva Nación, cuyas características deberán ser articuladas y coordinadas por una nueva dirigencia y por renovadas instituciones republicanas que deberán ponerse en marcha y que el Movimiento peronista tiene la obligación de predicar y desarrollar.

Por eso somos un Movimiento. Porque queremos imponer un nuevo espíritu de participación popular, una nueva democracia sostenida por un nuevo concepto de dirigente y nuevas instituciones políticas que lo conduzcan a la construcción de un nuevo destino como nación que deberá ser decidido por todo el pueblo.

“…En primer lugar, nada se edifica sin claridad de objetivos, sobre la base de una ideología común que reúna a hombres que sienten de la misma manera, lo que se considera fundamental para el país. Sabemos que esto se concreta en una doctrina que abre un amplio espacio de coincidencia aceptado por la mayoría de la comunidad para ponerlo en práctica en su organización.

Es necesario, además, instaurar un inalienable principio de objetividad. Que la organización sea objetiva significa que todo fundamento de estructuración debe prescindir de abstracciones subjetivas, recordando que la realidad es la única verdad. Y no puedo pensar otro criterio de objetividad que no sea la presencia de la voluntad del pueblo como guardián de su propio destino.”

Juan Perón. Modelo Argentino

Necesitamos para eso un nuevo concepto de dirigente. Un dirigente que no se presente como el dueño de la verdad sino como un coordinador, como un conductor de la potencia común. Para ello lo primero es transparentar su forma de pensar y exponer ante el pueblo los principios que propone para articular las nuevas formas representativas. No existe forma de poner en marcha un proceso autodeterminante sin el acuerdo sobre los principios comunes que permitan articular los deseos del pueblo con las nuevas dirigencias. Por eso el peronismo conducido por Juan Perón batalló durante décadas para lograr adoctrinar a su pueblo sobre sus tres banderas fundamentales, para que sirvieran de eje fundador de esa nueva democracia popular. Por eso Perón se atrevió a incluirlas en el preámbulo de la constitución de 1949 ya que las consideraba la base de una nueva identidad nacional. Los nuevos dirigentes deben presentarse humildemente a su pueblo como predicadores de una nueva democracia ordenada desde esos principios comunes, a los que ellos también deben entregarse explícitamente, despojándose de cualquier actitud vanguardista.

Por eso insistimos, somos un movimiento político que quiere poner en marcha una nueva democracia. No nos debemos enfrentar a nuestros enemigos presentándonos como un partido sostenido por formas participativas que garantizan la dominación colonial, sino que debemos plantear algo nuevo que le lleve a nuestro pueblo la esperanza de una Argentina distinta, moderna, dinámica y transformadora, abriendo el camino a un desarrollo sustentable. Un esfuerzo sostenido por una nueva Unidad Nacional basada en el crecimiento de la confianza ciudadana detrás de un proceso de crecimiento de la solidaridad social.

Las nuevas instituciones

Las instituciones de la democracia liberal también son sostenidas por el espíritu verticalista y de imposición ideológica y ante la ausencia de construcciones comunes toda la comunidad está organizada para la defensa de sus intereses sectoriales. Todos contra todos.

La democracia integrada abre el camino del diálogo comunitario convocado por el Papa Francisco en Fratelli Tutti. Para eso además de principios comunes debemos tener instituciones políticas que promuevan ese ejercicio de diálogo creativo y lo sostengan en el tiempo. En las democracias liberales los ámbitos de acción ejecutiva son exclusivos de quienes ganan la elección. Son la presa y el botín a lograr. En la nueva democracia estas áreas de decisión ejecutiva deben ser abiertas al conjunto de la comunidad para que todas puedan participar y tomar el compromiso de delinear los nuevos planes de la Nación que deberán compartirse con el pueblo a través de una adecuada planificación. Estas organizaciones hoy ordenadas detrás de la defensa de sus intereses sectoriales deberán tener una nueva perspectiva para armonizarlos y supeditarlos a los intereses de la Nación, desarrollando un nuevo ámbito de solidaridad nacional que cimentará el camino de la unidad de los argentinos.

La democracia integrada

La nueva democracia sólo se podrá poner en marcha si además del basamento doctrinario común y la ampliación de las áreas ejecutivas a las organizaciones sociales existe un acuerdo fundacional de las fuerzas políticas que puedan delinear un objetivo estratégico como Nación, abandonando el enfrentamiento ideológico permanente. Esta propuesta fue presentada por Juan Perón en su tercer gobierno y lo denominó Democracia Integrada. Esto no atenta sobre la diversidad ideológica de las fuerzas políticas que deben alimentar la nueva democracia. Simplemente se trata de que los partidos abandonen el camino del debate cerrado, para ponerse de acuerdo en objetivos estratégicos que tengan la amplitud suficiente para abarcar toda su diversidad ideológica y que permitan trastocar el enfrentamiento destructivo por un diálogo constructivo. Se trata de un acuerdo fundacional que permita poner en marcha una nueva diversidad política para dialogar sobre el mejor camino para lograr lo que todos queremos.

“…La política, hoy, ya no son dos trincheras en cada una de las cuales está uno armado para pelear con el otro. Este mundo moderno ha creado necesidades, y los pueblos no se pueden dar el lujo ya de politiquear. Esos tiempos han pasado; vienen épocas de democracias integradas en las que todos luchan con un objetivo común, manteniendo su individualidad, sus ideas, sus doctrinas y sus ideologías, pero todos trabajando para un fin común. Ya nadie puede tratar de hacer una oposición sistemática y negativa, porque los países no pueden ya aguantar una actitud política semejante…”

Juan Domingo Perón. 2 de agosto de 1973.

El acuerdo fundacional no debe ser un objetivo cerrado, debe ser un acuerdo sobre puntos estratégicos claves y fundamentalmente sobre los principios comunes que alumbrarán la incorporación del resto de las fuerzas sociales del país y a la comunidad toda a la construcción común. Los Partidos podrán enriquecer ese sendero acompañando la conflictividad coyuntural con distintos acentos de acuerdo a sus miradas ideológicas. La evolución política no es una línea recta, sino que presenta sinuosidades y escollos que podrán ser sujeto de distintas interpretaciones para resolverlos. Habrá momentos de expansión económica, y otros de contracción, habrá momentos de profundización de derechos sociales y momentos de esfuerzos y de cooperación compartida. Nada es lineal en la política y todo el juego democrático debe sostenerse para ir acompañando el desarrollo constructivo de una nueva Nación.

Conclusiones

Las oligarquías y sus herramientas mafiosas aprovechan la debilidad del sistema de representación ciudadana para mantener a las comunidades en un estado de infantilismo político y poder dar rienda suelta a todos sus mecanismos de control y manipulación social.

Si nos planteamos un enfrentamiento contra estas mafias debemos articular una alternativa que además de acciones de gobierno, se organice para poner en marcha una democracia distinta que reemplace a la falsa democracia que sólo se sostiene con el enfrentamiento permanente entre argentinos.

No somos un partido progresista dentro del sistema democrático liberal. Somos un movimiento político que propone una nueva Argentina y que no quiere compartir el tratamiento colonial que el liberalismo le impone al ciudadano. Nuestro pueblo no merece ser cosificado por esta alternativa que impide el crecimiento de su cultura social insectificándolo. Queremos un pueblo libre de decidir y crear su propio modelo de comunidad sin imposiciones ideológicas de ningún tipo.

Queremos una nueva democracia donde el pueblo tenga el privilegio de hacerse cargo de los problemas de la Nación y que pueda ejercer un nuevo derecho humano que es el derecho a crear su destino.

Si nos organizamos para ganar la próxima contienda electoral, seguramente la perderemos.

Si nos organizamos para convocar a los argentinos a construir una nueva democracia, pondremos en marcha un Movimiento revolucionario que podrá incorporar y movilizar a todos los que deseen liberarse de las nuevas pretensiones colonialistas. En ese camino podremos convocar a una unidad estratégica al conjunto del movimiento nacional y afrontar las elecciones con un poder político en crecimiento y con una mística revolucionaria que supere el estímulo especulativo funcionarial de la repartija de las listas o una resistencia desordenada provocada por el temor al retorno del Macrismo y sus mafias al poder.

Este 24 de marzo nos movilizamos para defender una patria justa, libre y soberana, sin mafias ni explotadores. Debemos llevar a los argentinos la esperanza de que una nueva forma de representación ciudadana es posible. Sólo de esa forma lograremos aumentar nuestras fuerzas y derrotar definitivamente a las mafias y los grupos políticos aliados con los intereses extranjeros que pretenden dominarnos.

¡PATRIA Sí! ¡COLONIA NO!

¡PERON NOS ESPERA EN EL FUTURO!

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