EL PODER DE JUAN PERÓN/Nuevo documento

EL PODER DE JUAN PERÓN

La profunda crisis económica del gobierno de Alberto Fernández desnuda las limitaciones del peronismo para poder forjar una unidad que le brinde el suficiente poder político para encontrar la solución a los problemas del país. Semanas atrás gracias a los compañeros de la Academia de Formación de Cuadros del Movimiento Nacional, se conoció la grabación de una charla de Perón de 1968 en Madrid ante egresados de Ciencias económicas donde explicaba cómo pudo liberarse económicamente enfrentando a los ladrones de adentro y de afuera (https://youtu.be/iRCb1zwTD_Y). Un relato de increíble actualidad donde describe como debió enfrentar corridas bancarias ejecutadas por intereses financieros, contrabando de cereales, maniobras de evasión con las exportaciones y controlar una inflación provocada por acciones de agio y especulación. ¿Cómo pudo enfrentar Juan Perón estos problemas? ¿De dónde salía su poder?

Cristina Kirchner en la inauguración de las sesiones de la Asamblea Parlamentaria EuroLatinoamericana (Eurolat) en el CCK, expresaría “Que te pongan una banda y que te den el bastón no significa que tengas el poder”. (https://youtu.be/aHb6rsJwxPs) Hoy muchos dirigentes explican ante la imposibilidad de solución de conflictos graves, que no están dadas las condiciones porque no hay “correlación de fuerzas”.
Trataremos en este documento de analizar de qué forma Juan Perón obtuvo el poder político para poner en marcha un movimiento nacional que le permitió un proceso de profundas y revolucionarias transformaciones que cambiaría la Argentina para siempre.

Nace la revolución
El joven Coronel Perón asume en el Departamento del Trabajo en el año 1943 y empieza sus vínculos con los trabajadores argentinos, comenzando a construir su poder político en una etapa que él definiría como la “preparación humana de la revolución”. Cada etapa histórica lógicamente tiene sus particularidades coyunturales que deben ser respetadas definiendo lo que Perón denominaría años más tarde como las “Formas de Ejecución” de sus pensamientos doctrinarios. El espíritu de esta etapa que analizaremos lo podemos vislumbrar en  sus discursos en la Secretaría y de los primeros años de su primera etapa presidencial condensados en el libro Doctrina Peronista (Fidelius).


La convocatoria de Perón comienza a incentivar a los trabajadores a una movilización activa que tiene un carácter revolucionario para la época. En esa Argentina que era una colonia agotada dominada por comicios fraudulentos, las formas de representación y participación ciudadana eran de carácter estrictamente partidarias y estaban acotadas a los famosos mítines de las épocas electorales.
En ese mundo liberal partidocrático y de manejo fraudulento de la política comienza Perón a desarrollar sus conceptos de democracia autodeterminante y popular, proponiendo una relación comprometida y permanente del ciudadano. Explica en esos primeros discursos que hasta el más humilde trabajador es un engranaje fundamental de una enorme maquinaria que representaba a la Nación.
No convocaría al apoyo a una plataforma partidaria determinada, sino a la construcción de una nueva Argentina, donde el nuevo protagonismo sería popular y no partidocrático. Por eso la forma de confirmar el crecimiento de esa  preparación humana se ratificaría en la movilización activa y permanente de los trabajadores que se acercaban y congeniaban con sus ideas.
De esa forma iría desarrollando una nueva forma de poder que se organizaba en la conciencia movilizaba de sus trabajadores y que se manifestaría detrás de su liderazgo personal.  Esa organización espiritual iría creciendo en términos de una movilización activa que se expresaría con actos crecientes en la Secretaria De Trabajo y Previsión y que eclosionaría en las épicas movilizaciones del 17 de octubre de 1945.

“Queremos que el pueblo, todo el pueblo, y no una ínfima parte del pueblo, se gobierne a sí mismo, y porque deseamos que todo el pueblo adquiera la libertad económica que es indispensable para ejercer las facultades de autodeterminación, somos pues, mucho más demócratas que nuestros adversarios, porque buscamos una democracia real, mientras que ellos defienden una apariencia democrática, la forma externa de la democracia.”
Juan Domingo Perón


Esta movilización popular consolidaría un nuevo e inédito protagonismo político en esa Argentina colonial y se transformaría en la base de un poder que le permitiría ganar  las elecciones y acceder a su primera presidencia. La organización de las estructuras partidarias para acceder a esa contienda electoral la lograría dificultosamente con armados de sectores radicales, independientes y fundamentalmente del Partido Laborista que lo apoyaban. Pero quedaba claro que el poder de Perón no se sustentaba en el aparato electoral partidario sino en la relación de liderazgo que surgía con los trabajadores argentinos y que sería su sostén para el profundo proceso de transformaciones que llevaría adelante transformando a la argentina colonial en una nación independiente.
La convocatoria de Perón hacia sus trabajadores siempre era a objetivos nacionales y estratégicos. Es decir la construcción de un nuevo país, romper con el colonialismo económico, la recuperación de la justicia social y la construcción de una nueva democracia participativa. Por eso se ordenaría como un movimiento que buscaba  desplazar las instituciones fosilizadas de la democracia liberal y que pugnaba por desplazar el espíritu oligárquico, antipopular e individualista del liberalismo. Una lucha que no podía medirse en perspectivas de corto plazo y que no se agotaba en una especulación electoral.
Ese crecimiento de la solidaridad social rompiendo los moldes tabicados del individualismo impulsarían el Primer Plan Quinquenal y se consolidaría en la organización social de los trabajadores. También en términos políticos se consolidarían el Partido Justicialista y las mujeres de la mano de Evita pondrían en marcha el Partido Peronista Femenino.
Sin embargo más allá de la importancia de estas nuevas estructuras políticas, el poder de la revolución se sustentaba en una movilización popular que en forma permanente y activa se manifestaba a modo de enormes asambleas comunitarias los 1 de mayo y 17 de octubre y acompañando las acciones del gobierno y de la Fundación Eva Perón.
La burocratización
Las estructuras gubernamentales también crecerían abandonando el Estado minúsculo oligárquico al servicio de Inglaterra y logrando un desarrollo que las equipararía a los modernos Estados de bienestar europeos que surgían para reconstruir la Europa de postguerra.
Sin embargo ese espíritu autodeterminante popular se encontraría con límites en su proyección institucional. El proceso de desarrollo orgánico de esa solidaridad creciente que fomentaba la revolución justicialista pudo consolidarse en su solidaridad social, generando las enormes organizaciones sindicales y también en menor medida en organizaciones empresarias y estudiantiles, pero no pudo avanzar más allá. Pese a los intentos y esfuerzos de Perón, el siguiente escalón de desarrollo solidario hacia el objetivo de la Unidad Nacional, que es la concreción justamente de una solidaridad nacional no pudo ponerse en marcha.

“Nosotros pensamos que si el Primer Plan Quinquenal fue -diremos así- el de la organización de esa conciencia social, el Segundo Plan Quinquenal ha de ser el de la consolidación de esa conciencia social en los hechos de la organización misma, alcanzando un alto grado o un grado mayor de eso, que es la solidaridad social. La solidaridad social es el sentimiento de aglutinación orgánica que necesitan todos los que forman la organización popular. El sentido de la solidaridad social, que lleva a la solidaridad nacional, que es otro grado mayor, es lo que nosotros debemos desarrollar en este Segundo Plan Quinquenal, en lo que se refiere a la conquista de la organización popular.”
Juan Domingo Perón

El lanzamiento del Segundo Plan Quinquenal impulsó la incorporación de las Organizaciones Libres del Pueblo en la acción ejecutiva de gobierno con la conformación del Consejo para el Proyecto Nacional. También los marcos teóricos de la Escuela Superior Peronista predicaban sobre las formas de construcción de estos nuevos ámbitos de creación de políticas de estado y de toma de compromiso de las organizaciones sociales. Sin embargo esa dinámica creativa y participativa no se pondría en marcha, comenzando un proceso de burocratización institucional que no lograría romper la dinámica liberal de la administración de intereses sectoriales. El tiempo histórico no permitiría comprender el sentido revolucionario de la autodeterminación popular planteado por Perón. La Comunidad Organizada era una institucionalidad más propia del siglo XXI que del XX.
La lucha se polarizaría y la lucidez oligárquica reemplazaría el poder de los votos ciudadanos por el terrorismo político poniendo a prueba la solidez institucional del movimiento nacional, su mística revolucionaria y su compromiso. La burocratización del movimiento impidió la suma orgánica de los sectores medios de la población argentina que una vez más de espaldas a los intereses de su Nación, darían el marco cívico institucional al terrorismo criminal de la revolución fusiladora.
La lealtad de los trabajadores y humildes hacia Perón permitirían la epopeya de los 18 años de resistencia, su regreso y triunfo final, sin embargo todo estaría sustentado por su liderazgo personal y como tal desaparecería con su muerte.
Hoy el camino de la reconstrucción del poder de nuestro Movimiento sumando al pueblo movilizado, depende de retomar la convocatoria del joven Coronel de la Secretaría de Trabajo y Previsión impulsando la construcción de esa nueva Argentina. Una convocatoria que debe renovar sus formas de ejecución a una nueva coyuntura nacional y mundial.

Nuestra convocatoria actual no incluye al pueblo
La convocatoria de Perón que se consolidaba el 17 de octubre y lo acompañaría hasta la muerte era la conciencia organizada de miles de militantes que serían la base de su poder. Esa base sería administrada por Perón y la utilizaría para ganar elecciones históricas, consolidar acciones de gobierno revolucionarias, resistir en el desierto de 18 años de exilio y retornar triunfante para morir en su patria rodeado del cariño de su pueblo. Nunca se midió el poder del peronismo por la adhesión de votos ciudadanos expresados en una elección. Eso dependería de la situación coyuntural y la capacidad del conductor. Nunca tuvimos la mayoría del pueblo organizada y por lo tanto nunca tuvimos el poder.
Si queremos tener poder real debemos profundizar nuestra convocatoria hacia la construcción de una nueva argentina como soñaba Perón. Hoy ese camino deseado por todos los peronistas es articulado desde una concepción de poder liberal. El camino para construir una patria justa libre y soberana ha quedado circunscripto a ganar las elecciones y ese objetivo es responsabilidad de políticos profesionales. El protagonismo que se concede al pueblo es similar a la concepción liberal. La movilización es en función de esta articulación de poder.


Debemos ordenarlos de una forma distinta. Definamos las características de la democracia popular que queremos construir primero y convoquemos al pueblo a una movilización activa que permita ir uniendo a todos los argentinos que compartan nuestra inquietud. Esa articulación no debe ser ordenada desde una expectativa electoral sino que se debe plantear como un objetivo estratégico a largo plazo. Nuestra convocatoria no es a conseguir el voto sino  lograr movilizar las conciencias detrás de un proyecto transformador. En ese camino lo que debe generar el poder es un protagonismo ciudadano nuevo, que debe expresarse desde el inicio con la articulación de una nueva forma de construcción política.
La unidad perdida
Recuperar el sentido revolucionario del peronismo también podría poner punto final a las divisiones dentro de nuestro movimiento ya que la única forma de lograr una convergencia de nuestras fuerzas es acordar un objetivo estratégico común. Estamos divididos porque hemos asumido que la solución de los problemas del país podrán resolverse dentro del marco de participación política liberal. Sin la participación popular estamos administrando el pequeño caudal de poder que te brinda el voto del ciudadano de una comunidad colonizada, meritocrática e individualista, manipulada por los enormes poderes de los medios de comunicación de las fuerzas corporativas de la oligarquía. Debilitados por esa ecuación nos dividimos pensando que los problemas se pueden resolver con una gestión de gobierno correcta. Surgen las divisiones entre los que creen en una actitud más “revolucionaria” y los que sostienen una actitud más“conservadora”. Pero no se trata de administrar la pobreza política sino de sumar más poder al movimiento nacional y eso solo se logrará revitalizando la construcción de una nueva democracia popular que provoque la puesta en marcha del movimiento nacional y una convocatoria militante y comprometida.

El verdadero enemigo; la democracia colonial
Hoy las formas de dominación colonial han cambiado y el peronismo enfrenta por primera vez una herramienta de dominación sofisticada y sutil. Hoy existe una democracia colonial que impide el desarrollo y elevación de la cultura social del pueblo generando un ciudadano infantilizado, manipulable, egoísta e indiferente. Un hombre niño mantenido por un sistema de participación ciudadana que estimula un tabicamiento individualista impidiendo el desarrollo de cualquier clase de cultura social. Para ello genera una relación hacia el ciudadano que impide su compromiso y desarrollo autodeterminante. Las luchas políticas son ordenadas desde visiones ideologizadas sostenidas por una dirigencia con posiciones vanguardistas que se expresan cómo iluminados esclarecidos o cómo CEOS profesionalizados. Siempre espaldas de los pueblos a quienes sólo conceden una participación electoral y distante.


Este verticalismo asfixiante permite el desarrollo de las nuevas formas de dominación colonial basadas en una manipulación informativa que actúa disociando e impulsando un enfrentamiento interno que garantiza la división e impide el diálogo entre argentinos.
Todo sostenido por una espectacular industria del entretenimiento que mantiene una irrealidad artificial que alimenta y satisface las potencias culturales crecientes de las comunidades provocadas por la evolución tecnológica, alimentándolas con distracciones de todo tipo y con una enorme industria audiovisual.
Hoy la lucha del Movimiento Nacional es hacer visible esta nueva forma de dominación plasmada en una democracia colonial y ofrecer una alternativa que permita el desarrollo de una nueva forma de participación ciudadana sostenida justamente en el crecimiento de la cultura social del pueblo y el desarrollo de solidaridades crecientes que vayan generando la necesidad orgánica que desplace el egoísmo individualista y sectorial de las instituciones liberales.
El mundo actual conflictivo y acelerado necesita un mayor compromiso social y un sistema de participación que permita la elevación de las solidaridades sociales generando un proceso madurativo y creciente de la confianza ciudadana y la profundización de los procesos de unidad nacional. La complejidad creciente y el aceleramiento de los procesos políticos y sociales exige un sistema de representación ciudadana que haga madurar al conjunto institucional. Las futuras democracias sólo podrán enfrentar las complejidades crecientes con una maduración colectiva de su comunidad, sus dirigentes e instituciones.

El nuevo hombre, el nuevo dirigente
Construir una nueva argentina necesita de ese nuevo ciudadano, solidario y comprometido. Esta solidaridad y compromiso sólo se logrará si podemos convocarlo respetando sus nuevas potencialidades culturales. El hombre de hoy debe sentirse como creador de su destino y esa sensación solo se logrará si podemos revertir la opresión colonial y excluyente que se sostiene con el “votame a mí que yo te voy a resolver todos los problemas” típico de la democracia liberal.


Debemos organizar la potencia creativa de la comunidad con los problemas que eso trae. Debemos ordenar la autodeterminación común con un basamento de principios que pueda transparentar la forma en que miramos la realidad y la tabla de valores para aplicar en la acción diaria de la construcción política. No es un acuerdo detrás de una ideología cerrada y universal. Es una renovada organización del espíritu comunitario que armonizará la acción creativa previa a la acción. Se trata de compartir un “lente” para que todos podamos “ver” la realidad de una misma forma, tener una escala de valores que permita “apreciar” la situación de manera similar, para luego actuar en consecuencia. Nuestra convicción como justicialistas es que respetando las banderas de la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía Política, el proceso autodeterminado de una comunidad -que desconocemos qué particularidades tendrá- trazará un sendero anticolonialista y de liberación.

“En que consiste la organización espiritual? En la Doctrina. Allí radica todo, porque mediante la Doctrina, todos pensamos de una manera similar, y de lo que se trata, al inculcar la doctrina, es precisamente de llevar a los hombres a una concepción similar de la vida y de la acción en beneficio de la vida del movimiento.”

Juan Domingo Perón

Debemos desarrollar un nuevo espíritu de participación ciudadana donde todos nos sintamos construyendo una Nueva Argentina. Para ello es necesario una nueva filosofía de acción política en las dirigencias. El basamento doctrinario es lo único que puede unir a los dirigentes con su pueblo. Sólo la unión detrás de estos principios comunes puede poner en marcha al nuevo espíritu autodeterminante donde las dirigencias políticas unidas con la comunidad, puedan ir desprendiéndose de su pátina liberal para transformarse, de vanguardias en coordinadores de los deseos comunes, de CEOS profesionalizados en conductores del nuevo espíritu nacional en marcha.
Esa fue la lucha de Juan Perón desde sus inicios, una lucha por ofrecer a los argentinos una serie de principios que nos permitiría ordenar la potencia de un pueblo en marcha. Nuestras tres banderas históricas tienen ese propósito revolucionario.

“La Doctrina no es una regla fija para nadie. Es en cambio, una gran orientación con principios que no se cumplen siempre de la misma manera. No está atado a nada fijo, pero sí se tiene la orientación espiritual para resolverse, en todas ocasiones, dentro de una misma dirección, y en un inmenso campo de acción para la ejecución”.

Juan Domingo Perón

Claro que este desarrollo de conciencia organizada debe ser acompañado de una serie de transformaciones políticas, para que puedan ir consolidando sus nuevos ámbitos orgánicos de pertenencia que por supuesto no encontrará en las instituciones fosilizadas de la democracia liberal.
La democracia integrada
La idea de un pluralismo político sostenido por la pelea entre distintas posiciones ideológicas de carácter cerrado impide el diálogo creativo que solamente puede crecer asumiendo que las ideologías o identidades del futuro serán creaciones comunitarias que deberán sustentarse sobre un nuevo derecho humano, el derecho del hombre a crear su destino. El verdadero pluralismo debe ser el diálogo sobre una identidad de nación creada por el conjunto de la comunidad.
Para que eso suceda se debe lograr un acuerdo fundacional de las fuerzas políticas y sociales de la Nación que acepten el nuevo reto de la autodeterminación popular.  Un acuerdo fundacional que delinee un modelo de Nación que abarque las miradas doctrinarias de todos sus Partidos Políticos con un solo objetivo común: el de construir la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.
Un acuerdo que no solamente debe sustentarse trazando las características estratégicas de esa nueva Argentina, sino también las nuevas formas institucionales que deben sostener el nuevo pluralismo ciudadano además de los principios comunes que deben ordenar el esfuerzo creativo del conjunto. Las fuerzas políticas del país deben transformar el actual enfrentamiento suicida y colonial en un diálogo sobre cómo lograr la construcción de la nación que todos anhelamos. La nueva democracia integrada que soñamos debe sustentarse en una nueva diversidad que suplante la grieta destructiva e inconducente de la actualidad por un diálogo fecundo en cómo arribar a una patria soñada por todos.
La apertura del poder ejecutivo al poder popular
La construcción de una democracia popular debe también ampliar los ámbitos de definición de los planes del gobierno. El debate irracional de imposición ideológica se debe suplantar por una construcción política que permita el diálogo y construcción de objetivos y compromisos comunes. Esto habla de la necesidad de abrir los ámbitos de decisión ejecutiva que en el liberalismo es responsabilidad de la fuerza que gana el acto eleccionario a la mayor cantidad de organizaciones políticas y sociales. Para ello el peronismo propuso la conformación de Consejos socioeconómicos y Consejos de Estado políticos. La centralidad de la actividad política en las nuevas democracias descansa en los organismos que debaten los planes de la Nación. Es decir es una política constructiva, de toma de compromiso. El electoralismo como debate político debe reducirse a su mínima expresión ya que supuestamente se trata de miradas sobre un objetivo previamente acordado.
Los planes de gobierno a su vez deben ordenarse y proyectarse como objetivos de toda la Comunidad. Esa era la idea de los Planes Quinquenales y Trienales de los gobiernos justicialistas. Funcionaban sintetizando los compromisos tomados para que todos los argentinos pudieran sentirse parte de una construcción común.
Conclusiones
Convocar al pueblo desde la institucionalidad liberal es un camino sin retorno. No hay forma de lograr una movilización activa y creciente en ese sendero, ni hablar de desarrollar una mística revolucionaria que permita sostener la larga lucha por la toma del poder.
Reconstruir la unidad del movimiento solo será posible profundizando el debate sobre el sentido estratégico de nuestro proyecto revolucionario. Nuestras divisiones hoy provocadas por un internismo liberal de cómo conseguir el voto ciudadano de una comunidad colonizada, debe ser reemplazado por la acción convergente de una diversidad política que se plantee la construcción una nueva democracia popular.


Debemos poner al movimiento en movimiento, detrás de un objetivo común trascendente que es la construcción de una nueva Argentina.
Los personalismos y caudillismos sectorizantes de la actualidad  se irán diluyendo en la medida que profundicemos el debate sobre el sentido revolucionario del peronismo y podamos ofrecer a todos los argentinos un camino de liberación.
Debemos convocar a los argentinos a la fundación de una nueva democracia, debemos definir sus características y su nueva relación con el ciudadano. Debemos predicar sobe un nuevo concepto de autoridad política y un acuerdo fundacional estratégico entre todas las fuerzas políticas sociales del país.

Perón nos espera en el futuro!
Patria sí colonia no!

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