¡Neoliberalismo nunca más!

¡Neoliberalismo nunca más!

La coyuntura nos enfrenta con una nueva contienda electoral donde debemos profundizar el poder político del Frente de Todos para seguir avanzando con las transformaciones que desde el Estado están reconstruyendo una Nación arrasada por la acción del neoliberalismo.

Para ello debemos afianzar los lazos de unidad detrás de una expresión política que más allá de los matices ideológicos hoy comparten los deseos de construir una Patria Justa, Libre y Soberana. Ese espíritu galvanizado en la resistencia al macrismo que nos permitió la victoria, debe ser la base para la construcción y puesta en marcha del Movimiento Nacional.

Debemos dar una lucha coyuntural para reforzar nuestra presencia legislativa y poder asegurar el marco legal para las futuras transformaciones que proponga nuestro gobierno. Sin embargo el espíritu que debe movilizarnos en este objetivo inmediato no debe agotarse en su logro mismo, sino que debe valorarse como parte de un objetivo estratégico mayor que nos dé la perspectiva correcta para estructurar nuestras fuerzas políticas.

1. La Institucionalización del Frente de Todos.

Institucionalizar el Frente de Todos es una consigna que se ha escuchado últimamente y marca un deseo común de la militancia. Sin embargo en un movimiento revolucionario como el peronismo debemos tener claro las formas institucionales que debemos superar y las nuevas que queremos construir para poner en marcha a la nueva democracia popular.

Si no, podríamos confundir las necesidades coyunturales con los objetivos estratégicos, organizándonos de una forma que impediría el crecimiento y la consolidación de un poder que nos garantice el camino de la liberación de la patria.

La revolución peronista se basa en la profundización democrática de las fragmentadas estructuras participativas de la democracia liberal totalmente superadas por una evolución que ha generado un hombre con potencialidades culturales nunca imaginadas. Desde esa realidad institucional del liberalismo partimos. Pero para poner en marcha la Comunidad Organizada que deseamos, debemos instrumentar las nuevas formas de participación popular que hoy son una necesidad elocuente. Eso nos anuncian los pueblos de Latinoamérica que están en estado de rebelión, luchando para poder tener una nueva forma de expresión democrática que no encuentran canalizada en las propuestas políticas de sus dirigencias locales.

Es importante que el movimiento peronista profundice y visibilice su alternativa revolucionaria no solamente para ser un camino para su Patria sino para que sirva también de ejemplo para los pueblos latinoamericanos que pujan por su liberación.

La última propuesta institucional de Juan Perón expresada en el Modelo Argentino tiene hoy una vigencia excepcional y más que una utopía revolucionaria está transformándose en una necesidad impostergable.

Dos elementos queremos acentuar de ese documento fundamental: el concepto de democracia integrada y el de la filosofía de la conducción como nuevos ejes de la autodeterminación comunitaria. Dos aspectos fundamentales para poder poner en marcha las nuevas formas democráticas, que deben dejar atrás la confrontación ideológica y disociativa del electoralismo, reemplazándolo por el camino del diálogo comunitario como motor de los nuevos poderes populares.

1.1 Hacia una nueva filosofía de la acción política

En general el movimiento hoy -más allá de lo discursivo- se expresa como una alianza electoral que acepta las formas participativas del demoliberalismo y se ordena en ese marco de construcción de poder. Visualizarnos como partido y expresarnos como tal provoca una serie de limitaciones que impiden el crecimiento del poder real.

La experiencia kirchnerista logró la movilización e incorporación de amplios sectores medios que generaron un importantísimo avance para el Movimiento Nacional, sin embargo las formas de ejecución elegidas dibujaron un límite a ese crecimiento.

El pueblo en general no se siente convocado a movilizarse activamente por la alternativa que expresamos actualmente, donde se nos visualiza como un colectivo trazado por una alternativa partidaria que remite a las experiencias peronistas y que intentan emular sus políticas históricas. Si bien hay una adhesión a la acción de gobierno, expresada por ejemplo con la aprobación de las políticas de Salud y la campaña de Vacunación, la actitud ciudadana es de indiferencia y se mantiene en la tribuna en una actitud especulativa.

Ya en 1944 en su famoso discurso sobre la Defensa Nacional, Juan Perón hablaba que los enfrentamientos futuros deberían incluir a las comunidades en su conjunto a la lucha. Hoy este enfrentamiento se caracteriza en el plano cultural por comunidades filtradas por la manipulación informativa, cooptadas por modelos culturales coloniales universales y en un estado de evasión social motorizada por una monumental industria del entretenimiento. Esto ha provocado un “hombre niño” permeable a la masificación y la disociación política. Situación sostenida por una forma de participación ciudadana que permite y potencia estas herramientas de dominación cultural alentando el individualismo y la meritocracia.

Las nuevas democracias deben generar una nueva forma de participación que permita en contraposición un diálogo social que provoque la maduración colectiva del ciudadano, las dirigencias y sus instituciones políticas y sociales, en un proceso comunitario que tienda a profundizar la Unidad Nacional. Por eso hablaba Juan Perón de una nueva filosofía de la conducción ya que es un proceso multitudinario donde las dirigencias no pueden pensarse separadas de la comunidad y donde la acción política es una construcción de conjunto.

Si no logramos la suma del pueblo al proceso político no habrá maduración colectiva. Sin elevación de la cultura social de la comunidad no habrá solidaridades crecientes que generen el proceso de Unidad Nacional. Solo la recuperación de la confianza ciudadana sintiéndose partícipe activo de los procesos políticos podrá brindar el poder suficiente detrás de su presencia movilizada y el empuje de las Organizaciones Libres del Pueblo.

1.2 Hay que democratizar la forma de pensar

La forma de sumar al pueblo a la acción política es poner en marcha el espíritu autodeterminante de la nueva democracia. El principal escollo en este sentido es la convicción generalizada de que las soluciones de los problemas de la comunidad son responsabilidad de expertos y políticos profesionales y la lucha política es el debate entre esas miradas que se expresan desde distintas vertientes ideológicas y partidocráticas.

En realidad Juan Perón explicaba que estos mecanismos quedan obsoletos ante el surgimiento de las nuevas capacidades culturales de los pueblos que promueven nuevas potencias participativas. Hoy el ciudadano más que “elector” debe sentirse como “creador” de las soluciones. Si el ciudadano no se “siente” participe en la totalidad de sus potencias se genera una actitud de indiferencia y lejanía, asumiendo una actitud descomprometida. El resultado provoca gobiernos sin poder real y comunidades cruzadas por la desconfianza.

Sin el concurso del pueblo en la acción política no existirá el compromiso necesario para impulsar el espíritu solidario que es lo único que puede alimentar la mecánica organizativa popular.

Si las soluciones debemos crearlas entre todos, para poner en marcha la dinámica autodeterminante hay que democratizar la forma de pensar. Es decir ponernos de acuerdo en principios rectores que unifiquen la forma de mirar la realidad y un acuerdo sobre una tabla de valores sobre lo que es correcto e incorrecto en la construcción política.

Esta organización “espiritual” detrás de “mandamientos políticos” es lo más difícil de lograr de las nuevas democracias populares, ya que nos aleja de las visiones del racionalismo ilustrado que solo pueden apreciar la realidad desde una ideología preelaborada que clausura la creación permanente.

Esa visión ha provocado la verticalización de las instituciones políticas donde sólo se puede visibilizar lo acordado ideológicamente. Organizar un pueblo detrás de “principios comunes” rompe esa interrelación del ciudadano con lo institucional y pone en marcha un nuevo proceso de participación donde el debate ideológico, confrontativo y disociante debe dejar paso al diálogo constructivo y fecundo.

Para esto debemos alejarnos de la visión del racionalismo ilustrado donde las verdades provienen de ideas preacordadas, o cosmovisiones ideologizadas y transmutar la fe en la razón por una fe en las virtudes humanas, gestadas a través de una experiencia comunitaria unida por una impronta cultural, religiosa e histórica.

Desprovistos de esa atadura racionalista podremos entregarnos a la consigna de que “la única verdad es la realidad” dando rienda suelta a la creatividad popular.

2. Acotar la confrontación ideológica

Sólo conformando esa unidad de principios se logrará la nueva armonía social que puede sostener una forma democrática donde la Comunidad en su conjunto: dirigencias, instituciones y gobierno “se sientan” construyendo el futuro político de la nación.

Es responsabilidad fundamental de la dirigencia política, especialmente la peronista, de anunciar estos nuevos mecanismos participativos y entregarse primeramente a ellos. Es decir la dirigencia debe dar el ejemplo ante su pueblo ofreciendo y comprometiéndose con los principios comunes, alejándose de las actitudes vanguardistas y de vedettismo del demoliberalismo, conformando un nuevo núcleo de pertenencia. Este acto de humildad de las dirigencias les permitirá transformarse en los coordinadores de una construcción mancomunada sumando al conjunto del pueblo a la acción política.

En un proceso creativo común, sin acuerdo de principios rectores no hay posibilidad de movilización popular. Un delegado de fábrica no puede compartir las complejas operaciones que rigen por ejemplo el Banco Central, pero sí podrá compartir con quienes los dirigen los principios rectores de su acción. Es responsabilidad de los dirigentes entonces explicar sus decisiones desde los valores compartidos si es que se pretende estar unido a su Pueblo.

La ideología que va a desplazar al corpus teórico de las democracias liberales no la conocemos, ya que será la organización comunitaria quien la definirá. Esto genera una situación de incertidumbre ante lo nuevo ya que no es una ideología clásica con soluciones preelaboradas lo que enfrentará a la vieja democracia, sino una nueva Fe en el hombre como portador de valores fundamentales. Eso nos lleva a reconocer a nuestro pueblo como la reserva moral y ética que sostendrá nuestra revolución. Su presencia movilizada será la única garantía de sostén de los nuevos procesos participativos.

2.1 Las Tres Banderas

El justicialismo ofrece un basamento doctrinario, o de principios comunes para poner en marcha la autodeterminación. Estos principios configuran sus tres banderas fundamentales de Justicia social, Soberanía Política e Independencia Económica que deben convertirse en el basamento de la nueva organización popular. Tenemos la convicción de que respetándolas, hagamos lo que hagamos nuestra identidad será anticolonialista.

Los principios doctrinarios construyen un cauce a la creatividad comunitaria que definirá día a día la nueva identidad política de la Nación.

Las Tres Banderas del justicialismo fueron interpretadas por Juan Perón cómo síntesis de las Virtudes Populares aplicadas a la acción política, que permitieron en sus dos primeros gobiernos romper con las cadenas de la colonización de la Nación. Nuestra tarea es persuadir al pueblo de organizarse detrás de esos conceptos fundamentales con la convicción que esa unidad espiritual permitirá marchar unidos, dialogando y armonizando el esfuerzo.

Ese sendero de construcción real será nuestra identidad cultural, que se corporizará como el camino realizado e historia construida. Ese proceso ideológico no puede universalizarse ni proyectarse como método permanente hacia el futuro. La fe debe desplazarse de lo ideológico hacia el hombre como reserva de virtudes fundamentales.

La acción de nuestro gobierno es eficaz porque justamente se encuentra armonizada por la unidad doctrinaria de sus funcionarios que le permite una gran eficacia en la administración del Estado. Esa unidad conceptual debe sumar al pueblo y sus organizaciones sociales, políticas y culturales para desarrollar el poder para profundizar las transformaciones necesarias y lograr la reconstrucción del país.
Ese será el camino de la unidad nacional y debe ser nuestro primer objetivo a lograr para poner en marcha la revolución justicialista.

Nuestras tres banderas por lo tanto no son un decálogo partidario sino una propuesta para todos los argentinos que quieran sumarse a la esperanza de construir una nueva democracia, una nueva Nación.

3. La grieta mala, la grieta buena

En la democracia liberal la confrontación es el fundamento de la disputa política. Distintas versiones ideológicas enfrentadas para llegar al poder e imponer desde el gobierno su visión. El pueblo en la tribuna sin posibilidad de participación y por lo tanto una comunidad dividida sin posibilidad de maduración colectiva.
Este enfrentamiento alimentado por esta democracia fosilizada es lo que provoca nuestra situación colonial y es por lo tanto una grieta negativa.


El movimiento nacional unido por la identidad que proveen las tres banderas históricas debe convocar a la construcción de una nueva democracia. Esto lo enfrentará con las fuerzas políticas que sostienen la democracia caduca que desde un falso republicanismo lo único que pretenden es sostener los privilegios de las corporaciones e intereses oligárquicos a espaldas del pueblo. Para ello con la consigna de no fomentar “el populismo” se reservan los privilegios de la creación política. Quienes creemos en nuestro pueblo como reserva de virtudes fundamentales en cambio, exigimos su presencia activa en el debate.
Esta es la grieta correcta que debe ordenar nuestra estrategia. Debemos transformar a la coalición electoral del Frente Para todos en el núcleo de una fuerza que convoque a la construcción de la nueva democracia popular. Una acción que no se expresa solamente en las etapas electorales sino que debe ser el esfuerzo permanente hasta aislar a los intereses oligárquicos y sus personeros políticos.
El Frente de Todos se debe transformar en la vanguardia que convoque a la construcción de una nueva Argentina sostenida por una democracia moderna que permita al hombre de hoy una participación plena. Esa es la grieta buena, la lucha por la toma del poder definitivo para romper los lazos de dominación colonial.

3.1 El gran acuerdo patriótico.

Para ello debe convocar a todas las fuerzas políticas y sociales del país a un pacto patriótico fundante que elimine el electoralismo confrontativo. Los países desarrollados alcanzaron su afianzamiento cuando lograron una maduración política que le permitiera un gran acuerdo, que incluía obviamente las aspiraciones de sus comunidades.

Estos acuerdos generaron procesos que Juan Perón caracterizó como democracias integradas, donde todos tomaban un compromiso común, acotando las futuras luchas partidarias a alternativas evolutivas pero sobre un objetivo deseado por todos. Claro que esos procesos fueron ocultados por los países de desarrollo para exportar la idea de una forma de participación democrática “idealizada” que garantizara la división y confrontación interna de los países en vías de desarrollo para mantener sus tentáculos coloniales.

Este Pacto Patriótico para generar una nueva democcracia integrada es el acuerdo que promovió nuestro líder en su última actualización doctrinaria: el Modelo Argentino.

Esta nueva articulación política modifica también el rol de los partidos. No se trata de imponer una visión totalitaria desde una convicción ideológica, sino de acompañar al proceso autodeterminante de las nuevas democracias construyendo una diversidad que proponga alternativas para mejorar el logro de los objetivos comunes previamente acordados.

La unidad conceptual y los acuerdos estratégicos no significan ordenarse detrás un pensamiento único. Se trata de eliminar la confrontación ideológica que alimenta el electoralismo y poner a todas las fuerzas a construir una nueva diversidad democrática.

Todo proceso político tiene un dinamismo y una cantidad de conflictividades cíclicas, sociales, culturales y económicas, que imponen cambios en su evolución que es necesario articular y esto necesita de una dirigencia que esté atenta a los mismos para adecuar las modificaciones doctrinarias necesarias.  Abrá momentos de expansión y otros de contracción económica, momentos de acentuar la derechos individuales y otros de recuperaciòn de derechos colectivos. Es difícil adelantarse, pero este nuevo rol de las fuerzas políticas las llevará a tener una perspectiva que las posiciona más cerca de la filosofía y lo geopolítico, acompañando la evolución de una Doctrina Nacional. Esta fortalecimiento también permitirá la profesionalización de la administración del Estado alejándola de la confrontación ideológica.

Conclusiones

Necesitamos movilizar a todo el movimiento para garantizar un triunfo contundente ante el neoliberalismo en disolución. Debemos aislar definitivamente a las fuerzas políticas que impiden las nuevas formas de participación ciudadana para comenzar una nueva etapa que nos permita profundizar sobre las características de las nuevas democracias populares.

La institucionalización del Frente de Todos debe lograrse con la convocatoria a la construcción de esas nuevas formas participativas que entierren definitivamente las fosilizadas instituciones del liberalismo.

Debemos lanzarnos a la prédica de nuestras tres banderas fundamentales no como consigna partidocrática sino como basamento de una nueva forma de participación ciudadana para todos los argentinos.

Convoquemos a la toma de un compromiso estratégico a todas las fuerzas políticas y sociales que crean en los valores fundamentales de nuestro pueblo y que quieran poner en marcha a una nueva Argentina.

PERÓN NOS ESPERA EN EL FUTURO!

PATRIA SÍ COLONIA NO!

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